CONVULSIÓN SOCIAL
By argv.E338951d on Mié, 15/05/2013 - 18:11En anteriores artículos, desde una perspectiva estructural, habíamos señalado las características de la crisis social que vive el país. En términos generales, en el análisis macro de la crisis, ciertamente alguno de sus elementos pueden adquirir una formulación demasiado abstracta. En las siguientes líneas, trataremos de validar las apreciaciones de anteriores artículos, observando en presente conflicto de la COB, así como la respuesta de gobierno a ella. Se trata, entonces, de intentar un análisis micro de la crisis insistiendo, sin embargo, en las líneas directrices del análisis macro.
Recordemos que, desde el análisis macro, dijimos que la actual crisis muestra las primeras manifestaciones de una muy próxima crisis estatal. Señalamos también que, en lo profundo de la formación social boliviana, lo que estas manifestaciones expresan es la inadecuación de este tipo de sociedad, con la construcción institucional ensayada por el actual gobierno. Finalmente señalamos que, por tanto, en Bolivia el gobierno del MAS no ha permitido la resolución de los factores que contribuyen a la casi permanente crisis estatal que vivimos y al contrario, Evo Morales y su gobierno, no ha actuado sino como encubridor de aquellos factores de la crisis. Veamos, entonces, ahora esas afirmaciones generales, en la manifestación concreta de la huelga de la COB.
En la trayectoria del conflicto, puede señalarse al menos tres fases, hasta el momento. La primera fase estaría dada por el surgimiento de la huelga, hasta el pasado fin de semana; es decir hasta los días sábado 11 y domingo 12. Si algo caracteriza esta primera fase de la huelga, es el hecho del ingreso al conflicto, inicialmente sin sectores tales como el magisterio, universitarios y docentes. En este primer momento, ciertamente la huelga fue iniciada y sostenida principalmente por los trabajadores mineros (en particular por los de Huanuni), por los trabajadores fabriles y por los del sector de salud. Ello probablemente ha dado lugar a que el gobierno asume el conflicto, como una débil manifestación de protesta y trate, los primeros días de la huelga, simplemente de desprestigiarla. En todo caso, esta apreciación queda avalada a la luz de la declaración de Evo Morales, a su retorno de un viaje al exterior.
Como se recordará, Morales en aquella aparición ante la prensa y dirigiéndose a la dirigen cia de la COB, dijo que el gobierno no cambiará el proyecto de Ley de Pensiones, "hagan lo que hagan o digan lo que digan" los trabajadores. Semejante declaración altisonante, arrogante y prepotente, no hizo más que elevar los sentimientos de protesta de los trabajadores. A tal punto que, para entonces, el ingreso al conflicto de los sectores que hasta entonces se mantenían distantes del mismo, configuró un cuadro abiertamente desfavorable al gobierno. El efecto buscado por Morales y su gente, con aquella declaración (¿mostrar fortaleza, mostrar principio de autoridad?) en sentido de motivar al desánimo de los trabajadores, tuvo pues un efecto totalmente distinto. Al contrario, por tanto, el conflicto no decayó, sino se extendió a más sectores sociales, generalizando de manera directa, los efectos de la huelga general convocada por la COB.
Un segundo momento del conflicto puede establecérselo los días sábado 11 y domingo 12 (es decir, el fin de semana). Se trató de un momento intermedio, entre la primera fase del conflicto (con manifestaciones aún débiles), los intentos gubernamentales de desarticular el mismo y la preparación de los huelguistas, para ingresar a la segunda semana de conflicto. En todo caso, aquél fin de semana y la reunión entre la dirigencia de la COB y el gobierno, abrió a la vez, la ilusión de una solución. Ilusión porque, recordemos, días antes precisamente Morales había cerrado las puertas para encontrar soluciones de consenso, con aquella declaración infantil y fuera de lugar. Vistas así las cosas, ciertamente el fin de semana señalado, no podía actuar como un espacio para la desactivación del conflicto. Ni siquiera con el pedido del principal dirigente cobista, en sentido de suspender las movilizaciones (léase marchas y bloqueo de carreteras) y sólo limitarse a una vigilia, pudo el gobierno aprovechar el momento, precisamente porque ya estaba señalada la estrategia gubernamental: "hagan lo que hagan" no se cambiaría nada.
Lunes 13: De tal manera, entonces, se abrió una tercera fase del conflicto, a inicios de la presente semana. Así, el primer rasgo de esta fase será un estado inicial de confusión, entre los trabajadores. El lunes, efectivamente, las marchas y los bloqueos de carreteras, se habían reducido a solamente cinco puntos en el país, mientras que otros tantos sectores, se recluían en sus sedes, para cumplir con la vigilia que había señalado el Ejecutivo de la COB, Juan
Carlos Trujillo. El gobierno, en vez de aprovechar el momentáneo decaimiento de la movilización, optó por por nuevamente poner en práctica aquello de que no cambiaría nada en el proyecto de Ley de pensiones, "haga lo que haga" la COB. Esta vedz le tocó al ministro de Gobierno, Carlos Romero, asumir el papel infantil y niño ofendido, tomando como pretexto del no re-inicio del diálogo, los cinco puntos de marchas y bloqueos. Mal cálculo, porque la bola de nieve que representaba el conflicto, no se desanimó, sino todo lo contrario.
Martes 14: Tal es así que para el martes, las cosas subieron de grado. El malestar fue tan grande que incluso los gremiales, aprovecharon el momento para movilizarse y plantear sus propias demandas. El hecho contribuyó a disminuir más aún lo que Morales había buscado con su desatinada declaración: mostrar principio de autoridad. Por ello, tal bombero en emergencia, el ministro de Finanzas corrió el mismo martes a reunirse con gremiales, para al menos desinflar este nuevo globo de conflicto. Lo interesante será que la magnitud de conflicto opacó, ante la opinión pública, eventos tales como la inauguración de lo que se considera un primer paso de la industrialización de los hidrocarburos (hecho en verdad importante), la reunión de cancilleres, para considerar el pedido de cambio de sede la Corte Interamericana de los Derechos Humanos o la discusión en la cámara de diputados, en torno a la re-elección de los actuales presidente y vice-presidente.
Miercoles 15: Para este día, las cosas estaban definitivamente caldeadas. No solamente las movilizaciones paralizaban grandemente al país, sino que incluso se sumaron a la protesta, nada menos que los policias de base, convocados por su ente ANSSCLAPOL, para replegarse a sus unidades. El malestar social, por tanto, había hecho impacto en una de las instituciones centrales del Estado, como es la policía nacional. ¿Quién, en su sano juicio, puede sostener que no estamos ante manifestaciones iniciales de una crisis estatal? Claro que, en el gobierno, el infantilismo continuaba ese día, con declaraciones de no asistencia al diálogo mientras continuarán las movilizaciones. En todo caso, aquellas declaraciones para entonces ya sólo reflejaban la pobreza política de los ministros y del gobierno en general, porque a las mismas horas en que se anunciaba no asistir a diálogo alguno, trascendía a la prensa, los contactos entre comisiones técnicas del gobierno y de la COB, para encontrar puntos de acuerdo de solución.
En consecuencia, digamos a manera de conclusión que, efectiviamente, este conflicto ha mostrado la pérdida de credibilidad del gobierno. Pérdida ésta, que no es sino la antesala de la pérdida de autoridad (entendida la autoridad, claro, no como el simple matonaje), debido a las dificultades cada vez mayores del Estado, de establecer consenso con la sociedad civil. Por tanto, pues, la huelga nos mostró con claridad el divorcio entre el Estado y la sociedad; entre los (casi inútiles) movimientos superestructurales (la reunión de cancilleres o la aprobación de la re-elección, en la cámara de diputados) y los movimientos estructurales de la sociedad.