Bolivianos migrantes

¿ESTAMOS PEOR?

Mario Mamani Morales

Bolivia siempre fue un país expulsor de sus habitantes, millones de sus hijos están en todas partes del mundo, muchos descollando en varios campos no sólo comerciales sino también profesionales y otros rubros importantes de generación económica que favorece al país que los acogió.

Hasta hace poco Argentina era el país de preferencia para la migración. Nadie niega que más de un millón de bolivianos radican no sólo en el gran Buenos Aires sino en todo el extenso territorio celeste y blanco; ahora Chile recibe a otros miles de bolivianos al igual que Brasil donde se afirma que las posibilidades de trabajo son atractivas.

El boom de Europa ya no es la atracción como hace algunos años; igual en el viejo continente se puede encontrar a los paisanos en cualquier parte de la Comunidad Europea; hoy ya no son los que lavan las botellas, recogen ropa en las calles ni tienen que cantar con charanguito e indumentaria del altiplano para pedir monedas en las plazas; se quedaron los que sí descollaron y tienen empleo seguro y pueden enviar remesas a su país.

La migración no sólo es característica de bolivianos, sino igual lo hacen los paraguayos, peruanos, ecuatorianos, mexicanos y de otras partes de nuestra América morena, Estados Unidos, en el norte, también es otro destino migratorio, allí las diferencias raciales disminuyeron pero todavía se siente una fobia al latino al igual que en España donde el calificativo de “sudaca” todavía es común.

Qué impulsa a la migración: ¿el vivir bien o el vivir mejor? Seguro que lo segundo. La idea es salir fuera del país por un tiempo, hacer dinero y la ilusión es volver para vivir mejor. La primacía mental es la familia; esposa o esposo, hijos, padres y parientes que se dejan y la esperanza de “volveré y estaremos mejor”.

Ahora bien, dentro de nuestra realidad boliviana, ¿se vive mejor, se vive bien o ninguno de los dos? Hasta hace poco el país tenía, según la región, a sus “aparapitas”, los “kepiris”, los “runitas” o el “cargadorcito” que con el ponchito o la soga al hombro deambulaba las calles para tener algo que cargar, luego la señora o el “patrón”, le tiraba una moneda y ya.

¿No había tanto taxi como hoy? ¿O no había dinero para el móvil? ¿No estaban nuestras calles y avenidas atestadas de tanta movilidad de toda marca y modelo como se observa hoy? ¿No vive mucha gente mejor que el vecino? ¿No estamos en competencia de quién tiene más? ¿El estatus hoy se mide por la marca de auto y modelo que tienes? ¿No estamos en el boom de las construcciones?  ¿Vivimos bien, vivimos mejor o estamos peor?

La mano de obra se ha encarecido significativamente en los últimos años, especialmente de lo técnico. No hay trabajador que sepa hacer algo y hacerlo bien, que esté desocupado. Donde hay desempleo es en la denominada clase media, los profesionales.

De manera general se ha privilegiado la formación profesional universitaria a nivel licenciatura de las carreras tradicionales, no se ha hecho un estudio del mercado y se ha lanzado licenciados a la desocupación, adicionado a que la carrera se prolonga por muchos años porque se debe alcanza el diplomado, la maestría o el doctorado, (ahora en boga). Ser licenciado es ser el bachiller de ayer, afirman en el mundo de la competencia.

En educación las políticas andan mal, el desempleo cunde porque un maestro o maestra debe atender cincuenta o más alumnos por curso mientras sus colegas no tienen trabajo. ¿No estaría mejor la calidad de formación con pocos alumnos donde inclusive se puede atender de manera individualizada? Como ahora está prohibido dar tareas y reprobar, entonces las promociones y formación secundaria, está como está.

Antes la migración era característica de gente no formada, no profesional, no de la clase media, hoy es esta gente que migra, así Bolivia es la expulsora de cerebros, pierde su capital humano, la más importante porque además cada profesional que se forma en nuestra universidades tiene un costo de miles de dólares per cápita.

La mentalidad es que donde hay salud, educación y trabajo se vive bien, por tanto, una mirada a esta población desatendida, nos haría bien: ocupar a los profesionales.

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