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Cuando llegó el llamado proceso de cambio. Los suboficiales creyeron que era en serio y que había terminado su servidumbre a sus iguales con estrellas, una servidumbre que se extiende a sus esposas, desde el momento que éstas quedan automáticamente al mando de las esposas de los oficiales. Cuando escucharon a su Capitán General recordar hasta el hastío cómo había sido excluido, discriminado, marginado por indio, estaban convencidos que había llegado su Simón Bolívar, su libertador. Estaban segurísimos que por empatía iba a estar con ellos, con los de abajo, los excluidos, los raleados.
En esas condiciones, osaron pensar en un recinto donde la inteligencia se concentra en un departamento de espionaje. Y el solo hecho de pensar es un acto subversivo para los tiranos porque los subordinados no acatan las órdenes sin antes convencerse de que éstas no contradicen la condición humana. En ese ejercicio de unir las neuronas, desencriptaron la palabra descolonización y soñaron con llevarla a formar cada día en sus filas. No querían que se quede inerte en el papel como sucedió con la palabra igualdad.
Respaldados en la Constitución (artículo 9.1) y los dramáticos malos recuerdos de su Capitán General, decidieron proceder como se debe. Presentaron su propuesta de descolonización de las Fuerzas Armadas a “sus superiores”, quienes, sin embargo, desde la atalaya de la colonización la tomaron como una grave ofensa a su “jerarquía” y pusieron al “trípode” indefinidamente a la amotinante palabra.
No entendieron ni por si acaso que la descolonización es la obligación moral de comprender al otro igual a uno, pero no idéntico. Sí, igual, ni inferior ni superior, ni acomplejado. Nunca se enteraron que esa palabra compuesta es para descomponer al otro y reconocerlo sencillamente como ser humano, condición básica para la convivencia entre diferentes e iguales.
Los “superiores” rumiaron la descolonización como el atrevimiento de unos seres inferiores, de unos sucojayus, colques, mamanis, taquichiris que se propusieron disputarles el grado y los privilegios que no les corresponden por condición de “clase-raza” y porque éstos apenas asistieron a una escuela básica y ellos a un colegio.
Así, los generales, esos que existen en lo alto alto (alto mando, altos estudios), enterraron la descolonización con el siguiente epitafio: “Aquí yace la palabra subversiva que casi se encarna en unos seres excluidos e inferiores”. Al funeral sólo asistió el gobierno.
Sin embargo, las palabras no mueren, solo descansan en paz por un rato. Y cuando vuelven son como un huracán que arrasa a todos aquellos que la creyeron muerta. Por ello, la descolonización está viva en la mente social, que comprendió a cabalidad que sargentos y suboficiales no pelean por estrellas ni grados, sino por ser “seres humanos” en los cuarteles.
Comprobado está que el límite de un colonizado es uno mismo, lo que lo acompleja dramáticamente ante otro. En cambio, el límite de un descolonizado es la otra persona. Por ello, cuando el Alto Mando se enteró que los suboficiales tenían altos pensamientos, se sintieron inferiores y su sistema nervioso se colgó como una vieja computadora.
Tras la negativa militar, los suboficiales acudieron al Viceministerio de Descolonización, donde encontraron a un “Pizarro recargado” versión Siglo XXI.
Entonces, ¿qué les quedaba? Salir a las calles para exigir el cumplimiento de la Constitución, tal y como establece ella misma en su artículo 410.I.II. El otro camino era incumplir la norma.
La máxima señala que ninguna orden debe ser acatada por mucho que proceda de un emperador si ésta viola los derechos humanos. La Ley Natural y el mismo derecho positivo obligan a rebelarse ante estas circunstancias. Sargentos y suboficiales marcharon por la senda de la Constitución y terminaron encarcelados y excluidos más que antes, paradójicamente, por los que incumplieron el mandato constitucional.
Johnny Gil, Freddy Sucojayu, Franklin Colque están presos en el Estado Plurinacional desde hace 218 días (hasta el 19 de diciembre) sólo por pensar, sólo por exigir que se cumpla la Constitución y sólo por pedir igualdad y descolonización en las FFAA.
Por las razones expuestas, este hecho es la injusticia del año y las víctimas son los personajes del 2014.
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