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La vida demuestra a diario que la justicia no está en la ley, ni todos los justos son jueces ni todos los jueces saben de justicia. Para entender mejor recordemos a dos jueces bíblicos Salomón y Pilatos.
El Rey Salomón juzgó a dos mujeres que se disputaban un bebé. Una de ellas había matado al suyo por accidente. Ambas fueron ante su Rey en busca de justicia. La primera decía es mi hijo, el de ella murió. La Segunda aseguraba todo lo contrario. Ante la contradicción, Salomón pidió una espada y ordenó partir en dos al bebé para dar a cada una la mitad del niño. La verdadera madre dijo: ¡Ah, señor mío! Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis. Pero la madre falsa dijo: Ni a mí ni a ti; partidlo. Entonces el rey respondió: Dad a aquélla el hijo vivo, y no lo matéis; ella es su madre. Salomón aplicó sabiduría, no la ley.
En cambio, Pilatos aplicó la ley y sentenció a un inocente sindicado de tres delitos políticos: de agitación sediciosa, de animar a la gente a no pagar tributo al Emperador, y de atribuirse el título de rey. Cuando llevaron a Jesús de casa de Caifás ante Pilatos, éste dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? “Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado”, respondieron. “Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley”, señaló el romano. “A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie”, replicaron los judíos. Y Pilatos ordenó la muerte y se lavó las manos.
¿Cuántos magistrados y jueces hay en nuestros tribunales que aplican justicia como Salomón y no solamente la ley como Pilatos? La respuesta la tienes tú. Espero que no sea muy deprimente. Vale la pena mantener la esperanza, en algún momento resolveremos la crisis judicial. Con ese fin detecté tres causas del problema:
- Leyes y jueces para encubrir.- Una de las causas radica en el objetivo espurio de la ley: privilegiar a un grupo en desmedro de otro. Esta causa genera una consecuencia: el nombramiento de jueces sumisos al poder que los nomina. Entonces, los magistrados o jueces no son los más dignos ni idóneos, sino aquellos de espíritu débil que venden su alma por cinco años de fama y poder. “Esos jueces” atentan contra el principio democrático que señala que todos somos iguales ante la ley porque distinguen a las personas, pero no los hechos, entonces son boca de la ley del poder, pero no de la justicia. Ergo, casi nunca aplican la justicia a pesar de la ley.
- Magistrados que responden al partido de turno.- Todas las personas tienen una ideología, pero no todos tienen un partido. La sociedad prefiere a los independientes; los partidos, a sus militantes o “simpatizantes probados” para aplicar la dura ley contra sus adversarios. Cuando seleccionan a un juez por su preferencia partidaria están pensando en protegerse o perseguir con la ley en la mano, pero no en la sociedad que busca justicia.
- Reproducción en el poder.- ¿Cuál la razón para nominar jueces afines al partido que no van a aplicar justicia? Reproducirse en el poder destruyendo a sus “enemigos” y evitando que los casos de corrupción sean investigados y los inculpados, sentenciados, para quedar siempre como un gobierno limpio. La impunidad es signo identitario muy particular de un tipo de gobierno: el totalitario.
Si tenemos las causas, tenemos las soluciones. Probablemente, digas: falta uno. Tienes razón. El ser humano sin educación ni formación es proclive a la corrupción. Cierto, es un trabajo de mucho tiempo. Pero, en la sociedad hay personas sobresalientes que han cuidado su vida y trayectoria profesional como una joya y se han convertido en un ejemplo para su país.
Entonces, no importa cómo se nombra a los magistrados o jueces, sino a quiénes se nombra. Generalmente, aunque no siempre, las personas sin honores son proclives a rifarse para conseguir un cargo y aplicar la ley del poder en contra de la justicia. En cambio, las personas que cincelaron su honor sobre una rigurosa escala axiológica -hay malas excepciones- no venden su alma por un cargo y prefieren preservarse aplicando justicia, incluso, en contra de sus nominadores.
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