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La magnitud de los desastres vividos en lo que va del año 2014 obliga a reflexionar a todos los actores sociales y políticos en torno a las causas y consecuencias de los mismos. Desde este artículo se intenta dar lineamientos útiles para el trabajo periodístico en estas difíciles circunstancias, analizando primero la cobertura informativa de anteriores situaciones de emergencia en Bolivia y recogiendo recomendaciones utilizadas en otros países que se han enfrentado a este tipo de dificultades.
En Bolivia, la prensa no utilizó todas sus potencialidades para contribuir a paliar los efectos de los desastres naturales de “El Niño” y “La Niña” en 2007 y 2008, dedicando muy poco espacio a las informaciones sobre prevención, las causas de las inundaciones y otras noticias realmente útiles para las comunidades afectadas. Ése es uno de los resultados de la investigación del Observatorio Nacional de Medios (ONADEM), que analizó la información sobre las inundaciones del oriente en tres periódicos (La Palabra del Beni, El Deber de Santa Cruz y La Razón de La Paz) durante esos años. Para efectos comparativos, se tomó el mes de febrero en ambos años como muestra en los tres periódicos analizados.
Los desastres naturales afectaron entonces a casi todos los departamentos de Bolivia, pero se presentaron con más fuerza en Beni y Santa Cruz.
La cobertura noticiosa sobre los fenómenos de“El Niño” y“La Niña” fue similar en ambas etapas, los enfoques informativos estuvieron centrados en la ayuda nacional e internacional, el reparto de alimentos y los daños materiales que provocaron. La información relacionada con temas de prevención no tuvo importancia mayor en la cobertura, ya que el tema apenas fue abordado: en el caso de “El Niño” en un 1% y en el de “La Niña” en un 8% de las notas publicadas[1].
Las dos fuentes más utilizadas en las coberturas hechas en ocasión de la ocurrencia de los dos fenómenos climatológicos fueron, por un lado, los representantes del Poder Ejecutivo nacional (38% y 44%, los años 2007 y 2008, respectivamente) y, por otro,las prefecturas (13% y 34%, los años 2007 y 2008, respectivamente). El año 2008 los prefectos de Santa Cruz y Beni alcanzaron mayor protagonismo en la cobertura informativa de los desastres naturales.
La investigación concluyó que la cobertura dada a los desastres, luego del análisis de temas y fuentes, dio cuenta de las acciones de las autoridades más que brindar información necesaria y vital para coadyuvar en la reducción del impacto de tales desastres.
La cobertura informativa de los diarios estudiados respecto a las inundaciones en el oriente los años 2007 y 2008 mostró una agenda sujeta a las informaciones oficiales y a las acciones de las autoridades, con mucho menor énfasis respecto a las necesidades ciudadanas. Por ejemplo, no se ayudó a entender a las inundaciones como “procesos de incomunicación entre el sistema social y la naturaleza”, a decir del especialista colombiano Gustavo Wilchez-Chaux.
2014: El mayor desastre de los últimos años
El gobierno nacional indicó que existen al menos 59 882 familias afectadas en todo el país. Se calcula que existen 60 fallecidos por causa de las intensas precipitaciones pluviales desde octubre de 2013 hasta febrero 2014, según informes del Ministerio de Defensa. Los mayores desastres se han concentrado en los departamentos de Beni, La Paz, Cochabamba, Chuquisaca, comprendiendo al menos a 119 municipios.
En la cobertura mediática de los efectos de las lluvias de febrero en Bolivia se ha visto que los medios reflejaron imágenes de las zonas inundadas —aun a costa de las dificultades para llegar a los lugares afectados— y de las penurias de la población, así como tomaron contacto con autoridades para demandar ayuda y medidas paliativas. Se ha hablado en las noticias del número de afectados (personas, animales), daños materiales y humanos, nivel de subida de las aguas; los periodistas han asumido un importantísimo rol como promotores de las donaciones, mediante campañas y programas que destacaban los alcances del drama humano que se está viviendo, logrando visibilizar la tragedia que se vive en las poblaciones afectadas.
También los últimos días se ha visibilizado en los medios periodísticos el conflicto entre el gobierno nacional y el gobernador y cívicos del Beni, relativo a la solicitud de declaratoria del Beni como zona de desastre hecha por estos últimos con el fin de habilitar más recursos de manera expedita, posibilidad que fue negada por el gobierno argumentando que la gobernación puede disponer de los recursos con que ya cuenta y debería usarlos sin necesidad de dicha declaratoria.
Pese a lo meritorio de la cobertura realizada en el país, es necesario sugerir algunas pautas para lograr un trabajo periodístico que sea útil para superar la difícil situación de los afectados y contribuir a paliar los complejos efectos de un desastre. Estas recomendaciones, sintetizadas a continuación, están desarrolladas en dos manuales para periodistas que cubren emergencias, bajo el enfoque de la ética periodística, el respeto a los derechos humanos y la responsabilidad social[2]:
Hablar de desastres con causas y consecuencias
Es importante realizar notas que analicen las causas de las inundaciones u otros desastres —que no son atribuibles solamente a fenómenos de la naturaleza— y las posibles consecuencias de las mismas para las comunidades afectadas. Es un trabajo que no sólo involucra a los periodistas, sino a las autoridades de todos los niveles e instituciones especializadas. Hay mucho que aprender de experiencias de otros países en este tema.
Alertar sin alarmar, cuidar las imágenes
Es imprescindible realizar un tratamiento adecuado de las imágenes que se mostrarán, explicando por ejemplo a qué día corresponden (no se debiera mostrar sólo las imágenes del pico más alto de la inundación de manera reiterada, sobre todo si por ejemplo las aguas bajan y las situación va cambiando). No se debe mostrar el desastre siempre como creciente, como un peligro continuado, si es que la situación ha mejorado.
Es preciso indicar, además, cómo se obtuvieron estas imágenes.
Existe la necesidad de tener cuidado con primeros planos innecesarios , sobre todo cuando hay personas heridas o cadáveres. Es imperativo no vulnerar derechos de los damnificados mostrando imágenes que pueden herir sensibilidades de las familias afectadas y que juegan con la morbosidad además de generar mayor alarma.
Es preciso advertir a la teleaudiencia antes de difundir alguna imagen de la tragedia que pueda causar una fuerte impresión.
La tecnología ayuda, pero es necesario verificar
Es fundamental verificar la información sobre todo cuando proviene de envíos no periodísticos. Por ejemplo, fotos tomadas con celular por aficionados, o imágenes que circulan en redes sociales. Estas fotos pueden ser verídicas, pero en algunos casos pueden corresponder a otros lugares o a otros momentos.
En pasados días, por ejemplo, en el país se difundió en varios medios una filmación en la que se veía un camión supuestamente hundido en un río beniano. Luego se descubrió que dichas imágenes fueron tomadas en México en el marco de otra inundación. A raíz de este caso, el diario cruceño El Deber, cumpliendo con un deber ético, realizó la correspondiente rectificación al día siguiente de la publicación del vídeo[3]. La tecnología brinda posibilidades de cubrir información en lugares inaccesibles para la prensa; sin embargo, esta facilidad no exime al periodista de la responsabilidad de verificar ese tipo de información.
No sólo cubrir autoridades, diversificar temas
Resulta necesario, en el marco del pluralismo, diversificar las fuentes y los temas. No sólo hablar con las autoridades, no sólo hablar de la distribución de la ayuda. También es necesario hablar de los problemas de grupos vulnerables, por ejemplo personas con discapacidad o adultos mayores. Es deseable cuidar el balance de género en las fuentes. Sería especialmente útil hablar también de lo que vendrá en los próximos días, por ejemplo: problemas de salud como epidemias (en tono preventivo, no alarmista), reconstrucción de poblaciones, campamentos que se mantendrán por un lapso de tiempo. Los especialistas en desastres, reconstrucción, epidemias, salud mental y otros temas relacionados tendrían que estar presentes en las noticias, mostrando la complejidad de los procesos que se viven durante estas situaciones y brindando informaciones útiles para los afectados.
Cubrir también las experiencias positivas
Es recomendable y muchas veces alentador recoger experiencias de otros países. Se pueden hacer notas de las lecciones aprendidas en otros lugares, los problemas enfrentados y las soluciones encontradas en otros países, por ejemplo para distribuir ayuda, prevenir enfermedades, luchar por mantener la salud mental y recuperarse de los traumas sufridos, así como aminorar la posible violencia que a veces se presenta en campamentos de refugio.
Existe la necesidad de difundir las acciones positivas de organizaciones, de las comunidades, el trabajo voluntario, las acciones coordinadas de autoridades que muchas veces se unen aun teniendo distinto color político.
Una cobertura informativa plural, integral, respetuosa de los derechos y visibilizadora de la complejidad del proceso estará inserta en un periodismo de paz o “convivencia” que ayude al ejercicio de los derechos ciudadanos en el marco del Derecho a la Información y Comunicación (DIC), pese a las circunstancias difíciles de los desastres y a propósito de ellas.
[1] Ver “Inundaciones y diarios. Los daños materiales están primero”, de Vania Sandoval y Jenny Soto, en Medios a la Vista. Informe sobre el periodismo en Bolivia 2005-2008. ONADEM. Fundación UNIR Bolivia. La Paz. pp. 103-108
[2] Se puede consultar, entre otras publicaciones, el Manual Periodístico para la Cobertura Ética de las Emergencias y los Desastres de la Organización Panamericana de la Salud OPS. Costa Rica, 2011, localizable en http://bvpad.indeci.gob.pe/doc/pdf/esp/doc2271/doc2271-contenido.pdfy Cobertura de Desastres y Crisis de Debora Potter y Cherry Ricciardi. International Center of Journalists. Washington, 2009, localizable en http://www.libertad-expresion.org.mx/wp-content/uploads/2010/06/ICFJ_disaster_ESP.pdf
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