Opinion

LA LOCURA Y LOS JUEGOS DEL PODER
Los otros caminos
Iván Castro Aruzamen
Miércoles, 7 Septiembre, 2016 - 18:16

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Las historias del ejercicio del poder son historias de locuras; pero locuras hechas por hombres que a simple vista no parecen padecer ninguna anomalía. Pero, los políticos, son los que llevan mucho más que cualquier otro ciudadano, incrustada en el hígado la locura. Locura por el poder. Las locuras que emergen del poder político no se pueden definir por conceptos u términos precisos, porque es un juego y en el juego no siempre existe claridad; por eso, es mejor contar los cuentos de las locuras y los juegos mutuos donde aparecen, los actores políticos inmiscuidos en este juego de locuras por el poder; sin duda, muchos escritores y pensadores, cada día van contando este juego de locuras del poder; la prensa recoge cotidianamente de una manera u otra los juegos de locuras en las que el gobierno se sostiene; uno de los novelistas más destacados que en este momento tiene el país, Claudio-Ferrufino Coqueugniot, ha sido uno de los que mejor ha contado durante estos años las locuras del poder en nuestro país, con una agudeza y precisión, digna de un cirujano de la lengua. Quiero arrancar en este viaje por las locuras del poder político, desde la Orestíada de Esquilo. En ella aparece de forma nítida el juego de locura entre Agamenón, Ifigenia y Clitemnestra, tanto en la versión de Eurípides como de Esquilo.
En esta historia donde Ifigenia es el centro de atención se muestra el límite de la conciencia griega. Así en la Orestíada, Esquilo cuenta el sacrificio trágico de Ifigenia, hija de Agamenón hecha a manos del propio Agamenón. Cosa insólita que el padre recurra al asesinato de su propia hija para aferrarse al poder, juego de locura. El ejército griego había salido para la conquista de Troya, pero en el camino se quedó paralizado por la falta de viento que moviera toda la flota naviera. Agamenón preguntó a la diosa Artemisa (Diana) la razón de la ausencia de vientos. Ella le responde que volverán los terribles vientos del mar Egeo para mover las velas del ejército griego, sí y sólo sí, Agamenón sacrificaba a su hija Ifigenia. Sólo entonces volverían los vientos. Agamenón como todo político mañoso y descarado, vil alimaña que se alimenta del poder, hace el cálculo que correspondía y manda a sacrificar a su hija. El sacrificio era útil, por tanto necesario. Cuando los verdugos enviados por Agamenón van en busca de Ifigenia, ésta ofrece resistencia. Maldice a su padre. También Job maldecirá el día que salió del vientre de su madre, como protesta ante el juego de locuras del Dios de Antiguo Testamento, Jhavé. Frente a la locura del poder que ejerce una presión sin límites sobre la subjetividad, no existe otra salida que la maldición. Ifigenia les grita asesinos a sus verdugos y aunque patalea con todas sus fuerzas, finalmente, sus gritos se ahogan en el altar del sacrificio. Ifigenia muere porque es útil a los intereses del poder político. Pero también el texto deja claro que Ifigenia era la loca, porque no podía entender el juego de locuras por el poder. En cambio, Agamenón, es el sensato, porque toda la maquinaria de guerra estaba movilizada y, razonablemente, la muerte de Ifigenia no tenía otra salida. Su muerte abre los ojos a los locos por el poder que pueden divisar en Troya toda la riqueza y su brillo que enloquece aún más a los deificadores del poder. Para el poder y los políticos, la utilidad de toda muerte, además, es necesaria o por lo menos así lo considera la sabiduría del juego de locuras y de los locos por el poder.
¿Cuál es el paralelo de la historia de la Orestíada con nuestra realidad del poder en nuestro país? Sin duda, el gobierno ha actuado en todas las locuras en las que está involucrado, por esa lógica de la utilidad. Era necesario que el viceministro Illanes muera, para que las agitadas demandas del cooperativismo minero volvieran a su cauce. Por tanto, era necesario para el gobierno que el viceministro fuera sacrificado en el altar del juego de locuras por el poder y que entrará en el baile de la muerte. El gobierno se ha esforzado en hacer ver al exviceministro Illanes como un loco por haber incursionado en campo minado por la violencia buscando la pacificación. Pero, las últimas imágenes y audio, han mostrado la sensatez del sacrificado Illanes; su llamada de auxilio, hace ver al gobierno como el loco asesino, responsable de haberlo sacrificado en pro de la utilidad del poder. Juego de locura hasta la demencia. Y el resto de los casos, en los que la muerte es utilizada como una necesidad razonable, el gobierno, ha terminado mostrando su locura. Zapata, por ejemplo, en un primer momento fue vista como la loca que desfalcó al Estado –por supuesto bajo el ropaje de la tramoya– y el gobierno como el sensato que le llevó a juicio o el caso del Fondo indígena y un poco más atrás, los muertos del porvenir, etc. El gobierno en sus juegos de locura siempre aparece como el más sensato, cuando en realidad es el asesino para quien la muerte de un ciudadano, sea o no parte de su locura, sólo es necesaria y útil.