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El Día del Niño ya no es lo que era ni se celebra con el candor propio de la infancia, ya que justo ese día la Policía encontró mil menores (90 por ciento de los asistentes) en una fiesta con alcohol, marihuana y bebidas con hasta 68 grados alcohólicos.
La organización y difusión de la fiesta fue a través de Facebook y WhatsApp, los jóvenes —la mayoría de colegios privados— podían adquirir sus entradas para la fiesta a 40 bolivianos cada una cerca al Cine Center y El Prado.
Cerca de la medianoche los jóvenes empezaron a subir a las redes sociales fotografías de muchachas fumando marihuana en pleno baile.
La Policía de la Fuerza Antidroga encontró en los jardines de un restaurante por inmediaciones de la Avenida Simón López cuatro sobres y una lata de marihuana, pastillas de diazepam, botellas de licor seco, cerveza, vodka y otros como FourLoko, obviamente quienes consumieron no pensaron en las consecuencias como ser paros respiratorios, arritmias cardíacas, coma etílico e intoxicación.
La reacción de los padres de familia fue de sorpresa al descubrir dónde se encontraban sus hijos, unos estaban indignados, otros tranquilos al saber que sus hijos la pasaban bien, otros en estado de ebriedad. Cerca de 62 adolescentes fueron traslados hasta la FELCC.
Hace 10 años atrás las fiestas de los jóvenes eran tranquilas, lo único que importaba era estar con los amigos, bailar y pasarla bien sin tener que recurrir al alcohol para divertirse. Los padres de familia se encargaban de acompañar a sus hijos hasta la puerta donde se realizaba la fiesta y ellos mismos se encargaban de recogerlos.
No había la idea de “escaparse” a otro lugar porque los padres del agasajado se hacían responsables del bienestar de los invitados.
Los valores han cambiado, una de las razones es por causa de la tecnología, los padres compran un celular para sus hijos con la idea de localizados y cuidarlos en todo momento.
El móvil, para los adolescentes, se ha convertido en un juguete, pueden sacarse fotos y compartir en ese preciso momento, grabar voces, convertir sus canciones favoritas en timbre de llamadas, escuchar música, enviar los famosos SMS a toda hora usando códigos y lenguajes que ser entendidos sólo entre ellos.
A la vez tienen cuenta en el Facebook, como están enganchados a las pantallas, acceden a toda clase de información, expuestos a un universo sin fronteras, con tal de hacer un clic se enteraran de aspectos que no son aptos ni para su madurez ni para su edad.
Parecería que mientras más aplicaciones de chats surgen, mientras más redes sociales aparecen, la comunicación entre padres e hijos se va perdiendo cada día. Dejar solos a los hijos en este camino, es un gran error.
Es necesario que desde temprana edad los adolescentes reciban orientación e información adecuada sobre el uso de las tecnologías digitales y que exista una supervisión constante de parte de los padres de familia, para brindarles los instrumentos necesarios que permitan hacer de la tecnología una aliada de la formación y del sano esparcimiento.
Uno de los principios para ofrecer una educación adecuada es el diálogo que genere una relación de confianza y que entre padres e hijos se consulten dudas y preocupaciones. Cuando los adolescentes callan es signo de temor a recibir reproches y eso no contribuye a generar lazos de familiaridad y de mutuo respeto. Los padres aún están a tiempo de actualizarse con la nueva tecnología para estar en onda y acompañar a una generación digital que no puede prescindir de estos medios.
La autora es Comunicadora Social
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