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El pasado 8 de septiembre el vicepresidente García publicó en el suplemento Animal Político de La Razón, un artículo sobre “Nación y mestizaje”, en el que refiere una serie de cuentos en torno al supuesto protagonismo de los pueblos indígenas en el llamado proceso de cambio. Nuestra intención –en este artículo- es refutar estas añagazas palaciegas y de-mostrar que el actual Gobierno no es sino un sucedáneo de los regímenes republicanos y neoliberales, es decir radicalmente antiindígena.
Veamos, pues, qué dice Linera sobre el rol de los pueblos indígenas. En general y de manera recurrente, elabora una serie de representaciones (tales como, por ejemplo, la noción de nación y la visión lineal del proceso histórico) profundamente euro-céntricas y por tanto coloniales y colonialistas. Linera es incapaz de discurrir por fuera de los constreñidos marcos de la modernidad colonialidad euro-occidental. Po tanto, nada (absolutamente nada) novedoso, a estas alturas sería pasarse de ingenuo esperar ideas nuevas; aunque por la fuerza de la repetición (siempre dice lo mismo) parecería evidente que los pueblos indígenas son protagonistas, cuando bien sabemos que hoy no es así.
Linera, hoy como ayer, asume una actitud paternalista (que es la otra cara del racismo) en relación con los pueblos indígenas y es por ello que habla del “reconocimiento constitucional e institucional de las naciones indígena originarias dentro del Estado boliviano”. El “reconocimiento” es una categoría propia del régimen colonial (son los padrastros que “reconocen” a los hijos naturales) y como tal entraña la minoridad (como cualidad política) de los pueblos indígenas. Aquí la pregunta es básica: ¿cómo es posible que una nación ancestral, como la andina o amazónica, sea “reconocida” por una espuria formación estatal, como la boliviana?
Linera reitera (pensar no puede) que “la nación boliviana reconoció y fortaleció las naciones indígenas”, ¡graciosa concesión! El de-nominativo de “nación boliviana” es colonial (como bien lo han de-mostrado los pensadores kataristas), es un mero invento de la minoría blanco mestiza de 1825 (sucesora de los encomenderos de Gonzalo Pizarro). Otra vez, cómo es posible que un orden ilegítimo como la pretendida bolivianidad pueda y/o tenga autoridad para “reconocer” a las naciones andinas o amazónicas. La tentativa de Linera no es más que la continuidad colonial de un tradicional ejercicio de la oligarquía q’ara: tutelar a los indios.
Linera habla asimismo “de los orígenes indígenas de nuestro ser nacional”. Este es un tópico propio de las más rancias oligarquías de América latina (de las que Linera se hace un fiel tributario ideológico), para quienes el indígena es despachado a los “orígenes” más remotos, es decir al pasado, no (de ninguna manera) al presente. De acuerdo con doctrinarios como Linera, el indio no es ni puede ser un actor de y en el presente activo, sino un objeto (pasivo) de museo, relegado a los “orígenes” y/o “raíces” más antiguas, más primitivas y más arcaicas. Ésta es pues la representación esencial que Linera cultiva en relación con el indígena y la supuesta nacionalidad boliviana (imaginariamente moderna u occidental) y es por ello que decimos que Linera es indigenista y no así indianista (como suele pretender tramposamente).
Linera se aventura igualmente a hablar de que “el Estado se ha indianizado”, lo cual no es sino una vulgar falacia, es decir una mentira, el Estado llamado plurinacional es radicalmente antiindígena, entre muchas otras razones, por la diligente e intensa reactivación de la política colonial de carácter extractivista, desarrollista y fundamentalmente depredador de la Madre naturaleza , si no pregunten a los pueblos y comunidades indígenas cuyos territorios han sido alegremente concesionados a las más grandes empresas transnacionales (verdaderas puntas de lanza de la dominación imperialista), como vamos a verlo en el subsiguiente acápite.
- El indigenismo racista y discriminador de Linera
No conforme con las agresiones previas, Linera vuelve a arremeter contra los pueblos indígenas al reducirlos (toledanamente) a ser meros objetos de manipulación y digitación externas, tanto que detrás de las protestas indígenas contra la construcción de la carretera trans-cocalera Villa Tunari – San Ignacio de Moxos, se ocultarían maléficas agencias de Estados Unidos que buscarían el control y el dominio de la biodiversidad de la Amazonía. “El interés estadounidense (es el) de resguardar la Amazonía como su reservorio de agua y diversidad y el de promover divisiones entre los liderazgos indígenas” (Página Siete, 8 febrero 2012).
El vicepresidente Linera acusa al “imperialismo” de gestar un complot en contra del Gobierno boliviano y además de manipular y utilizar –cual si fueran marionetas- a los dirigentes indígenas. Según la ideología profundamente reaccionaria de Linera, los indígenas no serían sino los tontos útiles del sistema de dominación imperial, incapaces de actuar por cuenta propia y/o de movilizarse por sí mismos, son pues -como todos los primitivos- carentes de voluntad e iniciativa propias; por tanto, necesitados de la tutela y la digitación imperialista. Linera además afirmó que las agencias de Estados Unidos están detrás de las movilizaciones sociales y aseguró (en una clara actitud de criminalizar la protesta social) que éstas son promovidas y fomentadas por las organizaciones no gubernamentales, “varias de ellas financiadas por la USAID”. Ergo, el que contesta y/o protesta es un agente “imperialista” y como tal hay que liquidarlo.
Más aún, como ya es habitual y nada sorprendente, Linera acusó e incriminó a los dirigentes indígenas y activistas (entidades defensoras del medio ambiente) de buscar (en y con la marcha indígena) conformar un partido político “de derecha” (¿es un delito?). Según Linera, “lo que ya no está en juego es el TIPNIS, ni la carretera, lo que está en juego (en la marcha) es un proyecto político y tienen derecho a hacer un proyecto político los dirigentes y los activistas, tienen derecho a decir que hay un proyecto de derecha que está en marcha y tienen todo su derecho de hacer su proyecto político de derecha” (Página Siete, 14 abril 2012). Aquí Linera confunde alevosamente varias cuestiones, veamos por hoy dos asuntos: uno, la política y, más propiamente, la organización política es un derecho ciudadano incuestionable; otro, la detracción de la llamada derecha es una mera pose demagógica, como decía el magistrado Cusi, “sólo los giles pueden creer que el actual gobierno es de izquierda”.
Supuesto la insuficiencia de las arremetidas gubernamentales, durante el desarrollo de la marcha indígena, que no lograron torcer, menos doblegar la histórica voluntad de lucha y movilización de los pueblos y comunidades indígenas, García linera volvió a agredir a las organizaciones indígenas, afirmando -discriminatoriamente- que la dirigencia de la IX marcha indígena “está mal, está podrida esa dirigencia” (Cambio, 7 julio 2012). Con qué autoridad ética y/o política este extremista fracasado puede hablar así, tan racistamente, de los heroicos líderes y dirigentes indígenas. Si hay algo podrido es el gobierno, sobre todo por la corrupción y el narcotráfico.
En relación con la carretera trans-cocalera Linera reiteró que quienes se oponen a que ésta pase por el TIPNIS “no quieren la unidad de Bolivia” (¡vaya ideología banal la de este jacobino!) y que la vía debe pasar necesariamente por el medio del territorio indígena porque por el lado este está lleno de lagunas y ríos. No es posible un carácter más ramplón que el de este sectario frustrado, ignorante además de lo que ahora, en el contexto de la reconstitución societaria, se procura: la compleja articulación (que no integración populista y menos indigenista) de la multiplicidad y pluralidad político territorial ancestralmente existentes en el país.
Luego de la movilización indígena, Linera volvió a aparecer (como ya es costumbre en él) para denigrar y vilipendiar a la novena marcha indígena, acusándola (esta vez) de ser una mera “estafa mediática” (Cambio, 20 julio 2012). Más allá del afán de refutar o impugnar esta grave calumnia, está la necesidad de re-afirmar que estamos pues frente a una evidente expresión racista y discriminatoria. Más aún si tomamos en cuenta que este talante del vicepresidente, profundamente segregacionista, es un dispositivo fundamental de la práctica política, radicalmente antiindígena, implementada por el propio Gobierno del presidente Evo.
El vicepresidente Linera, no contento con ultrajar y vilipendiar a la IX marcha indígena, se atrevió a lanzar una “proposición” evidentemente necia. Dijo que según “nuestros cálculos la carretera (por el TIPNIS) va a afectar 200 hectáreas de bosque” y para cuidar el bosque su oferta es realmente una majadería: “militares aquí para que nadie entre, militares allá para que nadie entre” (Cambio, 22 julio 2012). Sería muy fácil demostrar no sólo la ignorancia y la total inopia del jacobino en relación con el ecosistema y la biodiversidad del TIPNIS, pero no estamos para ocuparnos de necedades, bastará con reiterar que, con la carretera, la floresta del TIPNIS va a ser deforestado (según recientes estudios del PIEB), en apenas ocho años, en un 65%, y la solución de militarizar el TIPNIS no es sino propia de una mentalidad fascista.
- Avasallamiento gubernamental de los parques y reservas naturales
El gobierno del presidente Evo (del cual Linera es vicepresidente) flexibiliza, en realidad neo-liberaliza, cada vez más, su política energética, devaluando la misma nacionalización de las empresas petroleras (que nunca pasó de una simple adecuación de contratos y compra de acciones), por la necesidad dizque de acelerar las inversiones en exploración e industrialización de los hidrocarburos y dejó sentado, es decir no dudará (lo dijo Linera el 23 de mayo pasado en el acto inaugural del III Congreso de Gas y Petróleo, que se realizó en el hotel Los Tajibos de la ciudad de Santa Cruz), que está dispuesto a ingresar, es decir a avasallar parques, reservas naturales y áreas protegidas (sin que importe –en modo alguno- su cualidad de reserva biológica, ni la riqueza de la biodiversidad, menos los derechos de los pueblos indígenas que ancestralmente las habitan) para buscar gas y petróleo. Es pues obvio que al gobierno no le interesa (en absoluto) el daño y deterioro ambiental que dejan las exploraciones de hidrocarburos.
Linera dijo además que se alista un decreto que contempla la devolución (nada menos que la devolución y consiguiente restitución) de recursos, en muy corto plazo, a las compañías petroleras, es decir a las empresas transnacionales, que realicen actividades exploratorias en el marco de futuros contratos. El objetivo –dijo- es ejecutar una rápida recuperación de la inversión en exploración. Los fomentos serán (obviamente) monetarios y además se agilizarán, es decir que se aligerarán los trámites para las licencias ambientales, que–según Linera- son los actuales obstáculos (ojo con el actual Proyecto de Ley de Consulta). ¿Y los derechos de los pueblos indígenas?, ¿el derecho constitucional a la consulta libre, previa e informada?, ¿y el derecho al consentimiento? Es pues fehaciente que al Gobierno no le interesa en absoluto los derechos de los pueblos indígenas.
Linera enfatizó que hay vastas zonas con potencial exploratorio que fueron declaradas como parques naturales por los anteriores gobiernos (neo-liberales), supuestamente por la influencia de potencias extranjeras (aparentemente) interesadas en impedir que esos recursos sean explotados por el Gobierno. ¿Así que la defensa de los derechos territoriales y/o la lucha de los pueblos indígenas es un simple interés imperialista?, vaya ingenuismo ramplón de un cumpa que dizque ha leído 5 mil libros.
Finalmente, Linera prometió que el gobierno del MAS hará todo lo que sea necesario (ojo, todo) para ingresar a las aéreas naturales o ‘parques’ con el objetivo de explotar la riqueza petrolera. Aquí se podría debatir un montón de argumentos para demostrar el carácter depredador de las políticas extractivistas del gobierno del MAS; pero, por razones de espacio, vamos a limitarnos a referir las lúcidas percepciones de Karina Aranda, quien refiere las graves consecuencias (como la deforestación) emergentes de las políticas de exploración y explotación de los hidrocarburos.
“Las consecuencias para el medioambiente son catastróficas y van desde la generación de residuos orgánicos e inorgánicos peligrosos hasta la contaminación hídrica y atmosférica, pasando por la pérdida de biodiversidad, la afectación de ecosistemas terrestres y acuáticos, y la erosión del suelo.
“En el ámbito social el panorama es aún más desolador, ya que buena parte de las áreas protegidas se sobreponen con territorios indígenas, repartidos en regiones amazónicas, boscosas y chaqueñas. Los grupos étnicos que las habitan viven en estrecha relación con su entorno, manteniendo sus costumbres y consumiendo lo necesario para su subsistencia.
“La implementación de actividades exploratorias en sus territorios no sólo significaría la contaminación paulatina del medio en el que viven (lo que a la postre los condenaría a la extinción), sino también la deforestación de sus territorio y la penetración e invasión de colonos, que aprovecharían las brechas abiertas por las labores sísmicas.
“En resumen, la exploración hidrocarburífera genera un alto precio ambiental y social, que el gobierno nación la está dispuesto a pagar a costa de la desaparición de las áreas de protección natural y la invasión y etnocidio de las poblaciones indígenas que habitan estos territorios”
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Es por ésta y por muchas otras razones que los pueblos y líderes indígenas critican el doble discurso del Gobierno y del propio Linera, cuyo indigenismo (que no indianismo) es pues funcional al sistema mundo de la economía moderno colonial y capitalista, que si bien habla (sólo habla) de la Madre tierra, no duda en avasallar y atropellar los territorios indígenas para favorecer y beneficiar a las grandes empresas transnacionales. Qué nos queda, pues reactivar la lucha, la movilización y –por qué no- el levantamiento del conjunto de las organizaciones indígenas u originarias de manera que se pueda rechazar y si es posible expulsar a todas las empresas petroleras, sean estatales o privadas, de todos y cada uno de los parques naturales, áreas protegidas y territorios indígenas. ¡El temblor viene de abajo, carajo!
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