Política
La crítica desde adentro
Reelección: ¿podrá Evo reencauzar el proceso?


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Martes, 16 Junio, 2015 - 16:36

Por Rolando Carvajal/ Especial para Erbol

Las brisas del alegato preliminar y sin garantía de éxito en La Haya refrescaron la exasperada  atmósfera oficialista por el millón de votos perdidos en cinco meses, desatando incluso aires de uso electoral de la demanda marítima para la reproducción del poder con rasgos vitalicios. Pero ya entrado junio, la ola reeleccionaria afronta resistencias generadas por el propio régimen en medio de una crisis policial, y de otras,  sin visos de solución profunda. 

Perfilada como objetivo vital de la gestión de gobierno, la campaña confía sin embargo en las posibilidades del 50 % más uno, tras la caída del voto al 36 % en marzo pasado. Factor acelerante, a su vez, de la competencia en sordina  sobre quién acompañará al líder, descartado en principio el segundo de a bordo y quedando al menos tres en disputa, con militares y otros sectores a la expectativa del desenlace. 

La ruta más probable apunta a ganar el referéndum aprobatorio de una Reforma constitucional para el cuarto mandato consecutivo por la doble vía de solapar el séptimo vocal, palaciego, en el “nuevo” Tribunal Electoral, inclinando la balanza en caso de necesidad, y de vaciar la inversión pública en obras proselitistas acompañadas de generoso gasto corriente. 

Adicionalmente:  victimizar al mandatario por eventuales acometidas y mostrarlo como único líder que disipa conflictos y asegura estabilidad económica, (según los anticipos desplegados desde el congreso petrolero del 2014 donde el “factor Evo” fue resaltado como garantía de inversiones y utilidades; y recientemente por presuntos afanes vengativos de la “red poderosa” que activó la fuga del peruano Martín Belaunde, remeciendo al Gabinete ministerial y a la Policía, el mismo día en que fue hallado muerto el hijo del dirigente aymara Felipe Quispe).  

En líneas generales, como receta: más del equipo responsable de campaña y del programa  que de todas maneras resultó insuficiente en los últimos comicios. 

Pese a la entrega diaria de obras y propaganda permanente de un candidato a presidente en campaña ininterrumpida desde hace varios años, el 61 % de votos favorables en octubre del 2014 perdió 25 puntos, en un escenario donde todos son culpables, “menos el Jefe”. 

En paralelo, el prorroguismo parece atravesar el mismo molde de complacencias eventuales que derivan en quebrantos históricos, desvíos profundos y perspectivas extraviadas que van siendo cuestionadas también “desde adentro”, aunque a pesar de los yerros nadie cercano le dice no al líder. 

Aparte de berrinches, búsqueda de culpables y purgas, las razones del reciente bajón de marzo son, según la crítica interna, más profundas que sólo corrupción, pugnas domésticas, mala gestión, “roscas” “envilecimiento interno”  y falta de “cuadros” capacitados.

O una manifiesta falta de valentía e incapacidad para frenar, por ejemplo, las aspiraciones en El Alto del peor candidato oficialista, y en el departamento de La Paz de la patética figura de una mujer indígena zaherida por sus propias seguidoras.

“CRITICA”  Y CRITICA CRITICA   

La reflexión interior no servicial ni obsecuente fustiga más bien a los responsables de un pragmatismo casi cínico, traducido en el giro a la derecha por la simple pero redituable reproducción del poder por el poder a fin de perpetuar los beneficios de la élite gobernante.

Para afrontar el futuro, lo que ya no tiene en la misma medida el presidente Morales “es la épica que proyectaban los primeros tiempos del proceso de cambio”, afirmó Pablo Stefanoni en su último análisis para Nueva Sociedad mientras se intensifican las diligencias oficialistas para adecuar la ley de leyes a la corpulencia del mandatario. 

Tampoco reúne, al parecer, los dos tercios del voto popular, y quizá ni siquiera el 51 % al tomar otros aires aquel  “tercio volátil de Evo Morales” aludido por el ex asesor peruano-boliviano Walter Chávez en su despedida del MAS ante el peligro de que el mandatario sea vencido en la siguiente justa electoral.

“El pragmatismo del MAS en el acercamiento/invitación a los empresarios para hacer negocios y no política, y su giro hacia el centro-derechas desde las elecciones nacionales de 2014, están cobrando factura”, evaluó desde Porongo, Santa Cruz, la politóloga Helena Argirakis, casi al mismo tiempo que Stefanoni.

“La ratificación del presidente Evo afirma un no retorno de la Derecha; lo cual no cancela la derechización de la propia izquierda en el poder”, había advertido ya en diciembre pasado el filósofo Rafael Bautista, tras el triunfo del 61 % y el copamiento de los dos tercios del Legislativo largamente afinada por los tribunos electorales de entonces para aniquilar, entre otras cosas, la disidencia de izquierda.

 “La hegemonía actual cuenta con alianzas preocupantes, desde agroindustriales muy ligados a transnacionales como Monsanto, hasta sectores empoderados que, ya sea como nueva burguesía agraria (el caso de la quinua o la coca) o cooperativistas privados de la minería, impulsan todos una carrera desarrollista que hace del gobierno un mero administrador de los intereses particulares de estos grupos de poder, mientras estos le garantizan apoyo y una amplia base de legitimación”, previno también. 

“Resta saber si el liderazgo del Presidente podrá articular y subsumir estratégicamente aquellos intereses al bloque histórico que lo llevó al poder –había anticipado Bautista– y reencauzar la política estatal en torno a lo que se constituyó como ‘proceso de cambio’”.

Reflexiones al margen, decidida en grueso la receta y prestos los actores, los medios estatales presumen un 76 % de aprobación a la gestión del Presidente para encarar el 2019 y la presidencia tal vez de por vida, aunque la ministra del ramo destaca esta semana, para empezar, un 48 % a favor que, como en anteriores comicios, iría en evolución.

“…Gobernar para toda la vida”, instó  Evo Morales hace tres semanas. “Continuidad política” y “que Evo siempre nos conduzca”, proclamó su Vicepresidente entre cinco requisitos para tener mar, mientras su Canciller Choquehuanca alentaba “hacer lo que los pueblos quieren”, encarrilada como está la cuarta reelección sin que el mandatario aparezca como interesado principal sino como quien no se brinda tanto pero tampoco se excusa del todo.

“Si te vas tú va a haber problemas… volverán otros… qué será de Bolivia otra vez”, dice que le dicen pidiéndole nuevo mandato, según la más reciente de sus versiones a las que, adelantó,  obedecerá.

No obstante que, desde perspectivas ligadas al gobierno cubano, se advirtió el riesgo que afrontan gobiernos latinoamericanos de izquierda: de convertirse en máquinas electorales que “abren el riesgo de desestructurar al sujeto que ha hecho posible estos procesos”, pues “hay un retorno del sujeto hacia sus intereses particulares; es decir que deja de ser sujeto revolucionario, deja de ser sujeto histórico y le delega la mayor parte de las tareas al Estado del que también forma parte para dejar de ser un actor vivo de la revolución”. 

También en abril, Rafael Bautista cuestionó el “devaneo ideológico que han adquirido nuestros procesos” en Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia, sumado, en el caso local, que “el abandono de proyección estratégica civilizatoria y la ausencia de conciencia geopolítica, están conduciéndonos a la inanición revolucionaria”.

 “Por eso el pragmatismo prima y la política se vuelve puramente instrumental. Por eso en las últimas elecciones no había discusión ideológica y todo consistía en ofertas y demandas de carácter puramente mercantil. Por eso reencauzar el proceso tiene hoy más sentido que nunca”, reclamó.

AYMARAS Y OTROS: TOMANDO SUS PROPIAS DECISIONES

En el reverso de la medalla, la resistencia y el desacato se han registrado no sólo entre militares y policías enfrascados en su añeja  disputa por el predominio institucional y los beneficios que por separado implican su cuota de poder. 

Hace un mes el ministro del sector exhortó a evitar “amplificar esos niveles de indisciplina”. Si no, alertó, “estaríamos en una situación de anarquía en que los comandantes no mandan a nadie”.  El mismo 9 de mayo,  el comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, general Omar Salinas, reconoció que en todos los niveles del Ejército hay responsabilidad por el debilitamiento de la disciplina”, pilar desgastado en muchos años de manera paralela a la presión del último quinquenio para adecuarse a una ideología antimperialista.

Susceptibles ante el predominio de sus tradicionales rivales de uniforme que monopolizan ahora la seguridad principal del Estado, las columnas policiales no tardaron en cerrar filas al operador de la inminente reforma que, bajo la atenta mirada presidencial y de las FFAA, había mandado a proceso interno a medio millar de ellos, apartado a otros de los escritorios y desplazado a edecanes (había costado 30 años volver a Palacio de la mano del ex presidente Víctor Paz) y se aprestaba a cambiar la estructura, cuando se conoció en La Paz la fuga de Belaunde, en coincidencia con el hallazgo de Ayar Quispe en El Alto.

Junto a otros espasmos de renuencia social y hasta partidaria, las protestas se extienden hacia sectores de cooperativistas y jubilados, aliados gubernamentales de muchas batallas; lo mismo que panificadores, carniceros, intermediarios del pollo, bolsones de la dirigencia obrera con mineros en ascuas (Huanuni, Colquiri) y fabriles decepcionados, y juntas vecinales reacias a la derrota, en una especie de pre-clima conflictivo, mientras por otro lado crece  la disidencia masista con los últimos descartados en candidaturas (Eduardo Maldonado, Edwin Tupa, Ever Moya) o dirigentes campesinos como Damián Condori, que engrosan las filas de la izquierda no oficial, no gubernamental. 

En general, a casi una década de Presidencia y control de las empresas estatales con sus acrecentados fondos por la bonanza anterior de precios; y del  Legislativo y del órgano Judicial, especialmente fiscales, y del Electoral derrumbado por su ostentosa obsecuencia con el oficialismo, la nueva “institucionalización” del Estado planeada para coparlo totalmente desde el 2009, comienza a tropezar con la resistencia “desde adentro”.

 No sólo “los aymaras están tomando decisiones”, se escucha decir en recintos, donde se ofrece como prueba la actitud de la mayor masa indígena en La Paz y de otros distritos en los que el régimen perdió 1.1 millón de votos, sino que diversos segmentos y contrafuertes  se están dando modos para ejercer la desobediencia encubierta o no, dando continuidad al voto en contra de marzo: “de bronca”, de “recambio” o debido a que “no hay cambio”.

“Tampoco ética”, dijo entre cuatro paredes  a fines de mayo un importante jefe gubernamental asentado a 90 metros de Palacio.

Por su parte, fuertemente consolidados como base aliada del gobierno pese a diferencias mostradas el año pasado con los suboficiales de las Fuerzas Armadas, jefes y oficiales militares escuchan impertérritos las consignas de su capitán general sobre la presunta apoliticidad de la institución: 

“Acepten o no, mientras sea presidente vamos a mantener nuestra ideología de anticapitalismo y antiimperialismo. (…) Hay que estar preparados para cualquier agresión… estamos obligados a defendernos ante cualquier agresión”, dijo el mandatario al arrancar junio. 

Tres semanas antes, su ministro de gobierno había reprendido en el Chapare a los comandantes de la escuela Garras del Valor: “en este centro de entrenamiento hay que cambiar la teoría; tenemos que revisar lo que nos dicen en la escuela… no podemos seguir diciendo lo mismo, creer que somos personas imparciales ante la patria”. Los términos no son distintos, pero uno sigue y el otro no.

HORIZONTE PERDIDO ¿SUJETO EXTRAVIADO?

Derechización y otras secuelas son causas mayores que alertan, señala la crítica interna, sobre la “pérdida de horizonte histórico” y la sustitución del legendario “sujeto colectivo” plurinacional, por otro más prebendal e instrumental, en un retroceso que probablemente comenzó hace siete años, al agonizar la Constituyente, el 2008, con las primeras concesiones a la derecha. Y  la últimas, expresadas en la “cumbre “agropecuaria,  feraz en desmontes y transgénicos, y el día en que se frenó la nueva ley del Trabajo. 

Pérdida y sustitución impelidas al parecer  “desde arriba”; paradójicamente desperdiciada la hegemonía que en algún momento se proyectó y se derrumbó transformándose con el correr de los meses y las angurrias en simple imposición con atisbos de autoritarismo y culto a la personalidad. Igual que casi despilfarrada buena parte de los ingresos estatales en gasto corriente e inversiones cuestionables y prescindibles como el sistema de trameaje masivo por cable.  

 Nunca –por otra parte- en diez años (2006-2015) se registró la cifra de 200.000 millones de dólares en presupuestos administrados por un solo régimen (26.000M$us el 2013, 28.000 el 2014, 31.000 este 2015 más 124,000 acumulados entre 2006-2012/ MEFP), ni nunca se dio cuenta de cómo se administró semejante derroche,  con la consecuente irradiación negativa del “proceso”, por ejemplo en Santa Cruz, Tarija y La Paz, que pintan apenas un del retroceso geográfico, además del ideológico.

Diez gestiones en las que, en contrapartida,  la suma de toda la inversión pública de la década no sobrepasa los 26.000M$us., incluida la social y de  hidrocarburos y carreteras, al tiempo que  el acumulado de los bonos sociales Juancito Pinto y Juana Azurduy más la Renta Dignidad no llega a  los 3.000M$us.

En tanto que sueldos y salarios ascienden también a otros 26.000 millones, queda en el vacío del misterio un restante mayor a 100.000 millones de dólares en el contexto de un gobierno que centraliza el gasto corriente hasta en 68%, al margen de los gobiernos subnacionales, según estudios de la Fundación Jubileo al 2011 y 2015.

Tan sólo en participaciones de la estatal YPFB, cuyos destinos no han sido explicados a lo largo de todos estos años, el gobierno canalizó 7.000 M$us. Y de casi 30.000 M$us. generados por la renta gasífera desde la nacionalización, ha transferido 11.000 millones a las transnacionales petroleras, dejando menos de la mitad de esa renta a gobernaciones municipios y universidades con ingresos erosionados por las tajadas gubernamentales a las regalías y el impuesto a los hidrocarburos (IDH) y recaudaciones a la baja, no obstante que paradójicamente se produce y exporta más gas en tiempo de cotizaciones declinantes. 

LA VICE, EL VICE Y LOS QUE QUEDAN 

En mayor medida, sin embargo, los cuestionamientos internos postelectorales se extendieron más bien a su vicepresidente Alvaro García Linera, una vez revaluado su ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, “nunca con tanto poder” (al menos hasta el retorno de su colega Carlos Romero, hace tres semanas), por el triunfo en el Beni, a costa de la imaginativa eliminación de  la candidatura opositora antes de que la gente deposite su voto.

Talento que por otras ramas se prologó a Chuquisaca donde no se liquidó a la candidatura adversaria sino la segunda vuelta, evitando que un quechua disidente, Damián Condori, pueda asumir una gobernación –como logró finalmente el aymara Felix Patzi– dada la quizá inaguantable eventualidad de que dos gobernadores indígenas se erijan en   líderes alternativos al jefe de procedencia altiplánica  pero formado en las luchas de los pragmáticos cocaleros de tierras bajas que sucedieron a los gobiernos neoliberales.

Incluso una política no declarada pero sí ensayada de “nacionalización” en el Occidente y “privatización” neoliberal en el Oriente, no ha mostrado haber rendido los resultados esperados. La “irradiación territorial de hegemonía”, como fundamento de expansión del MAS hacia Santa Cruz teorizada por García Linera, resultó este año una falacia fehaciente, fustigó Helena Argirakis.

“No sólo no existe, sino que frente a los resultados de las elecciones subnacionales hay un reposicionamiento político-electoral- territorial del bloque de poder cruceño, cuya hegemonía ha mutado en forma, pero no ha variado en fondo”, afirmó también la politóloga cruceña. 

Corroborándola, en los hechos el gobernador y el alcalde cruceños están en plena vigencia por tercera gestión. La Paz tiene gobernación y alcaldías mayores lejanas del control del MAS. Tarija lo mismo, igual que otros municipios, sino opositores, “alternativos” a las huestes progubernamentales.

Hacia adelante una de las tareas concomitantes con la reelección –el ajuste pendiente en el Organo Electoral (OEP) y en la estructura del siguiente Tribunal nacional [y por verse, de los vocales en las departamentales)– no depende al parecer  tan sólo de designaciones de eventual consenso con la oposición en el Legislativo, sino del nombramiento de los diez delegados presidenciales, de la sobre-representación rural en las circunscripciones uninominales trazada desde mayo del 2014, y de la auditoría-depuración del cuestionado padrón electoral que data de los tiempos de Antonio Costas, uno de los 40 aspirantes en pública competencia junto al ex director del Servicio de Fortalecimiento del OEP, Juan Carlos Pinto y la ex vocal Ybarnegaray.

En pasillos de Palacio subsisten en cambio las interrogantes acerca del retorno de Carlos Romero, al margen de posibles empatías con la Policía, no obstante que el 2013 desde sus oficinas se registró, además de la tragedia en la cárcel cruceña de Palmasola, las salidas por lo menos irregulares del ex senador Roger Pinto, el empresario Jacob Ostreicher y el exjefe antidroga Fabricio Ormachea.

El retorno del ministro de Gobierno, sin retorno al Senado, aclararon observadores, contribuía  a restablecer equilibrios entre el predominio alcanzado por su colega Quintana y la presencia expectante de sus camaradas Choquehuanca, Héctor Arce y Alfredo Rada, entre otros, una vez que la especial relación presidencial con el ministro reemplazado llegó a sorprender a muchos que, hacia noviembre pasado, consideraban segura su designación como embajador en Cuba.

ARRIESGANDO EL PROYECTO

 “El afán de querer el poder absoluto logró confundir hegemonía con dominación. Si ya no se puede convencer, sólo queda el vencer”, reparó en abril pasado siguiendo su evaluación de octubre Rafael Bautista, para quien la hegemonía procurada en años no consistía en el control absoluto sino en la capacidad de congregar a todos en un mismo horizonte común.

Pero devenida en simple dominación e imposición pura, expropiadas entonces las decisiones populares –“el pueblo ya no decide, sólo acata y obedece”–; se llega al punto –alertó– de que “cuando ya no hay legitimidad horizontal, o sea, hegemonía, entonces no queda otra que la dictadura”.

 “Después de haber derrotado el proyecto de la oligarquía, la verdadera victoria ya no quería decir aplastar a alguien sino el ya no tener que aplastar a nadie”, reflexionó también Bautista, advirtiendo: “en la lógica de vencer a todos uno se queda solo, y así se queda quien pretende el poder absoluto; por querer tenerlo todo acaba no teniendo nada”.

Aunque en esa apuesta el régimen “arriesgue el proyecto que lo llevó al poder”.  “No sólo no sabe que no sabe”, dice un sutil observador de plaza Murillo en relación al líder. Lo peor es que “no sabe, ahorita, que necesita un cable a tierra” que lo conecte con la realidad viva y el real alcance del descontento o el alborozo en la base.

Por abril, Raúl Prada, del grupo Comuna, remarcaba: “este es el momento más vulnerable del poder institucional, cuando levita cubierto por la fortaleza de la maquinaria estatal en la más desolada soledad, en tanto que el pueblo todavía no sale de su perplejidad y sigue sosteniendo al alma en pena por compasión, por nostalgias y otro tanto porque no tiene opciones”.

 

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