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Desde la cabeza del actual sistema, mal llamado socialismo, del cual somos, de una forma u otra, ya sea por omisión u apoyo, tributarios, se nos empezó a educar para someter los fines a los medios, a través del egoísmo, la confrontación, la emulación y preponderancia. Y el precio que debemos pagar por esta lógica será muy alto, pero no solo nosotros hoy, sino también las futuras generaciones.
Tras la aprobación de la ley, que despoja el territorio del TIPNIS de la categoría de intangibilidad, nada más para construir una carretera que atravesará el corazón mismo de ese habitad y reserva natural, es la muestra de la imposición de un modelo de hombre, que nació con la revolución industrial. Ese modelo de hombre está innegablemente asociado al mito del desarrollo. De aquí en más, ya no se podrá sostener, sobre todo el gobierno y su discurso, la defensa del indígena, porque en nombre del desarrollo, lo que se está haciendo es, y así fue desde los primeros años del régimen, defender los rasgos del cerdo hombre burgués, ese animal que inventa, emprende y se supera. Este rasgo definitorio es el modelo presente y defendido en el socialismo actual. Por eso el socialismo del actual gobierno no tiene otro interés que el económico y la creación de riqueza a cualquier precio. El estímulo del lucro, la ambición y el deseo de ganancia, se convierten en el móvil central de un Estado Plurinacional, cuyo rasgo definitorio es el narcotráfico. Por esa razón, sin duda, la revolución cultural en nuestro país mantiene estrechos vínculos con el negocio de la cocaína.
Algunos indígenas del TIPNIS movidos por intereses sectoriales, como los cocaleros del Chapare, se definen a sí mismos como seres que viven un proceso de degeneración, en la minoría de edad, incapacidad e impotencia, en suma, se los cataloga como personas improductivas; y según la ideología de la dominación propugnada por este gobierno, la falta de desarrollo en las comunidades del TIPNIS, se debe a la ausencia de una carretera, por tanto, los indígenas serían poseedores de una inferioridad humana y degradación, que los mantendría en inferioridad de condiciones frente al resto de los bolivianos. De este modo, se legitima en nombre del desarrollo y la normalidad, la más despiadada marginación hacia los indígenas del TIPNIS.
Finalmente, la cultura de la dominación practicada por los gobernantes de turno, desde la Asamblea Plurinacional, han puesto en marcha un mecanismo que garantiza la destrucción física del territorio indígena del TIPNIS a muy corto plazo; pero, también, se impone la dominación moral, que justifica en última instancia y en no pocos años, la tragedia de la despersonalización de los habitantes de ese territorio. Se impondrá la lógica de la dominación y sus taras: corrupción, narcotráfico, prostitución, trata y tráfico de blancas, etc. Pero, con todo eso, se borrará de un zarpazo la cosmovisión y la vida en armonía con la Madre Tierra, de miles de indígenas. La cultura de la dominación, por medio de la ley, no solo mantendrá a las víctimas bajo la superficie de la opinión pública; y si salen a flote, se los enarbolará en la punta de la bandera nacional y la wipala, porque alcanzaron el status del hombre burgués, tan apegado al lucro y el poder desmedido.
Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
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