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Foto: Los Tiempos (Cochabamba)
Los últimos días, la prensa nacional y las redes sociales están plagadas de notas, noticias, comentarios y especulaciones (también) en torno a la aparición de una señora a quién la periodista Amalia Pando vino a bautizar como “la dama de azul”.
No me interesa saber con quién se relaciona sentimentalmente Evo, ni cuántos hijos ya tiene (él mismo dice que "Evo cumple" con relación a ello, muy "bromista", claro, como si ir por la vida "sembrando" hijos por aquí y por allá fuese chiste). Pero, si resulta que la dama con quien está o estuvo involucrado sentimentalmente, termina manejando ingentes recursos del erario público (incluidos mis impuestos, que son una bicoca frente a las cantidades de las que se habla, por supuesto), vía licitaciones chuecas, sí me molesta, y me molesta mucho.
Amalia Pando es una periodista seria, merece mi atención; Carlos Valverde no es "santo de mi devoción" ni me inspira confianza. Si alguien armó el culebrón por razones políticas o menos “santas” aún, y sin mayor fundamento, tendrá que asumir su responsabilidad. Pero, si todo esto es verdad, Evo nos debe una explicación, alguna más convincente de la que dio hoy, esa que se parece tanto al “aquí la puse y no aparece”, que dizque “desde el 2007 no la volví a ver”, que “no sabía qué era de su vida”.
Si tuviésemos un poder legislativo que mínimamente cumpliese con su misión de fiscalizar al ejecutivo -como es su mandato constitucional- tendría que tomar cartas en el asunto e investigar las acusaciones que hoy pesan sobre Evo (tráfico de influencia, por lo bajo). Lamentablemente, la falta de independencia de los poderes públicos y la arrolladora mayoría del MAS en el legislativo, hace imposible que esto suceda. La prueba más fehaciente de ello es que ya vimos salir ovacionada a Nemesia Achacollo de allí después de presentar su informe sobre el FONDIOC, una estafa más al país que, al parecer, no es sino la punta del iceberg de una danza de millones manejados a discreción durante los últimos diez años, además que todo hace suponer que nunca llegaremos a saber a dónde fue a parar tanto dinero, al menos mientras el MAS siga a cargo de todos los poderes el estado.
Lo que de veras indigna de todos estos asuntos, destapados casi por casualidad, es constatar que el "proceso de cambio" resultó en una estafa más al país. Peor me resulta escuchar la burda excusa de que “antes” era igual o peor, que la corrupción es consubstancial al manejo del poder, que no hay nada que hacer al respecto, que quienes roban son unos cuantos, que “Evo y Álvaro son incorruptibles” (lo dijo hace poco el propio Álvaro), que si Bolivia tuvo (porque parece que ya no lo tendrá en la misma proporción) ingresos extraordinarios en los últimos diez años, fue gracias a ellos y a sus políticas económicas. ¿Y por eso creen que pueden hacer lo que les venga en gana con el dinero del país?
Nada de lo que sucede me llamaría la atención ni merecería mi asombro si quienes estuviesen conduciendo los destinos del país fuesen los mismos de “antes”, esa partidocracia parasitaria que vendió a precio de gallina muerta las empresas del estado -la mayoría en situación de quiebra técnica o económica, gracias al manejo prebendal y clientelar de las mismas durante décadas, por cierto- a título de “privatización” o “capitalización”. Pero, viniendo de quienes viene, de aquellos que nos prometieron “cambio”, “cero corrupción”, “recuperación de los recursos naturales a favor del pueblo boliviano”, me provoca una profunda indignación, porque veo que nos estafaron y que lo siguen haciendo.
La única diferencia que veo entre los de antes y estos, es que aquellos no tenían tanto qué robar y lo hacían con “discreción” (al menos, no se “hacían pillar”), en cambio estos tienen mucho de donde robar y lo hacen de frente (encima, se “hacen pillar”) y, como si esto fuese poco, además nos dicen que lo hacen por nuestro bien, que están construyendo el socialismo del siglo XXI, que con estos actos están compensando a los pueblos indígenas/originarios por cinco siglos de despojo y ¡¡que se quieren quedar en el poder hasta 2025!! dizque para completar su “agenda patriótica”.
Su lenguaje me resulta tan familiar, tan parecido al de los dictadores de los setenta y ochenta, que me genera pánico. Cuando escuché hace poco a Evo ofreciendo a las fuerzas armadas la administración de las empresas del estado, mis mayores temores se vieron confirmados: tienen un absoluto desprecio por la historia de este país y por la democracia que conquistamos con tanto sacrificio en 1982. Para disimular este desprecio, tiene la osadía de presentarnos a Froilán Molina, “el Killer”, un delincuente avezado que participó en la toma de la COB en 1980 y que fue condenado por delitos varios a 30 años de reclusión sin derecho a indulto, que durante los últimos 10 años se estuvo paseando por calles y plazas, y que hasta cobraba su renta en la banca con el mayor desparpajo, dizque “aprehendido” en un operativo policial digno de un mal thriller, como una gran hazaña de sus aparatos de inteligencia.
Es que todo esto es ¡¡demasiado!!, demasiado de todo, demasiado cinismo, demasiado vicio por el poder, demasiada arrogancia, demasiada impostura. A pocas semanas del referendo, mediante el cual pretenden modificar el artículo 168 de la CPE para poder habilitar al mismo binomio a la candidatura presidencial en 2019, les decimos NO, no señores, ya es bastante y suficiente. Y que les quede claro que este NO (al menos el mío y de la mayoría de la gente que así se pronunciará el 21 de febrero), NO es obra de conspiración alguna, de la “derecha”, del imperialismo norteamericano, de los “neoliberales”, de “los de antes” (a que ellos asumieran el poder, se supone), este NO es el resultado de su propia obra, y es lo que merecen como respuesta frente a la constatación de que nos estafaron y que NO queremos que lo sigan haciendo.
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