Columna Robada

LA CONFIGURACIÓN IDEOLÓGICA DE LAS CANDIDATURAS

Fernando Molina

El día de la presentación de las listas de candidatos para las elecciones estuve en ATB, intercambiando con Jimmy Iturri, Ramón Grimalt y Soraya Delfín algunas opiniones sobre las ofertas programáticas y personales de los partidos. Hice entonces un esquema ideológico simplista para clasificar a las tres principales tiendas de la oposición, el MSM, Unidad Demócrata y el Partido Demócrata Cristiano, como las opciones de izquierda, centro y derecha, respectivamente, del bloque opositor. También caímos en el error, en esa tertulia, de considerar al candidato democristiano Jorge Quiroga como la figura “más conservadora” de la contienda. 

Este esquema  –lo pensé después del programa– no se aplica propiamente a la realidad boliviana; es el resultado de la rutina intelectual, no de una observación de lo que sucede. Y no se aplica incluso si seguimos concediendo relativa validez a los indicadores “izquierda” y “derecha” para establecer las relaciones entre unas facciones y otras, y entre todas ellas y las dicotomías Estado-mercado, individuo-colectividad, creación-redistribución de riqueza, orden-innovación, justicia como derecho o como bien común, y democracia antigua o liberal-representativa. En este caso concluiremos que Evo Morales postula a nombre de la izquierda boliviana. Pero no de una izquierda socialista, sino nacional-popular, corporativa, que puede llegar a ser partidaria de la propiedad privada y los poderes constituidos cuando conviene a su poder, y resulta indistinguible de la mayor parte de la centroderecha en cuestiones morales como la anticoncepción y las orientaciones sexuales heterodoxas. Una izquierda, por tanto, a la medida del país. 

Una observación más lúcida dirá que Quiroga no ocupa el puesto del candidato más conservador de estas elecciones, como equivocadamente se dijo en la tertulia, sino todo lo contrario, el del más rupturista. Esto es así porque el partido que hoy quiere mantener el estatus quo no es otro que el MAS, cuya principal oferta consiste, como resulta lógico, en la continuidad de los ocho años de Morales. Y en cambio los que proponen la transformación del orden que se ha ido estableciendo en este octoenio son los partidos de oposición… Unidad Demócrata y el MSM lo hacen reconociendo ciertos elementos positivos de él, mientras que Quiroga no los reconoce; es, por tanto, el menos conservador del lote. Este es un efecto de la hegemonía masista, es decir, de la hegemonía de la izquierda “a la boliviana” sobre el país durante estos años: convertir al político más derechista del espectro nacional –lo que no implica demasiado, ya que aquí el eje político está movido a la izquierda respecto a la posición estándar– en el candidato más inconforme y anti-sistémico de hoy. ¿”Conservador”?  En absoluto. 

Por esto es que la posición de Quiroga no solo resulta inviable en lo inmediato, sino que además está equivocada en el largo plazo, ya que no reconoce la necesidad que tiene el país de sintetizar el liberalismo con el nacionalismo revolucionario, a fin de crear un paradigma que sea aceptable para estos dos grandes bandos ideológicos y permita superar los ciclos históricos gemelos (privatización-nacionalización-privatización, en la economía,  y revolución-institucionalización-revolución, en la política) que tanto daño le han hecho al desarrollo del país.  

Unidad Demócrata y el MSM coinciden en esta visión más pragmática de búsqueda de un camino intermedio. Si se juzga sus programas, no se encontrará ningún punto que implique incompatibilidad ideológica, aunque sí dos perspectivas distintas: la perspectiva de UD va de la sociedad civil hacia el Estado, al que considera un instrumento –uno entre otros– de la realización general; por eso es más productivista. La del MSM se centra en el Estado y no sale de él, por eso resulta más regulativa o, si se quiere, burocrática (como se expresa incluso  en la forma del programa de este partido, una colección de monografías sobre políticas públicas). ¿Hay en este contraste huellas de la oposición izquierda-derecha? Sí, pero tenues. Diferenciar ambas propuestas por estas reminiscencias constituiría una sobre-interpretación. Dejaría de lado que el MSM estuvo a punto de llegar a un acuerdo con los Demócratas, el ala más liberal de UD, antes de que se cristalizara la alianza de éstos con Unidad Nacional.  

Lo que de veras separa al UD del MSM es, sacando de en medio las razones personales, el pasado. Puede hablarse así de una oposición generada por la victoria del evismo y la subsecuente manifestación de sus limitaciones, ésas que le hacen ser una izquierda idiosincrática --descrita más arriba-- y no una purista, como algunos esperaban. Tal es el tipo de oposición que representa el MSM, que fue aliado del MAS entre 2005 y 2009. En otras palabras, conforma, junto con el Partido Verde, la “oposición del desengaño”. 

Y puede hablarse también de una oposición generada “en el vacío” por la desaparición de los partidos del antiguo régimen. Una oposición cuya mayor preocupación reside en la construcción de una alternativa al MAS, al que nunca dejó de considerar una fuerza negativa, pues el modelo socioeconómico y político que éste construyó, muy popular y –por su coincidencia con el boom de las materias primas– muy exitoso, es sin embargo un modelo antiliberal, cerrado, poco competitivo en sus fundamentos, y en consecuencia un modelo autoritario en política e insostenible en economía. Tal es la oposición de Unidad Demócrata.

Este es un esquema mucho más preciso de los alineamientos ideológicos electorales que el que expliqué, con poco rigor, en la charla televisiva de la que les hablo. 

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LA OPOSICIÓN SE INCLINA POR EL SENTIDO COMÚN

Fernando Molina

El anuncio de la alianza de los dos principales grupos de la oposición boliviana para las elecciones de octubre crea la condición básica para que los disidentes del modelo hegemónico en el país tengan una oportunidad contrael fundador y líder del mismo, el presidente Evo Morales.

La alianza reúne al principal partido de la tradicionalmente opositora región de Santa Cruz, el Movimiento Demócrata del gobernador Rubén Costas, y a Unidad Nacional, el partido del opositor mejor situado en la encuestas, Samuel Doria Medina, quien, según se acordó, candidateará a la presidencia en contra de Morales. Al mismo tiempo, Doria Medina tiene un conjunto de acuerdos con fuerzas políticas menores en el Frente Amplio, el cual no se disolverá. Por tanto, la oposición boliviana se presentará a las elecciones en un bloque de “geometría variable”, en el que las relaciones de “a” con “b”, y de “b” con “c”, no implicarán necesariamente las relaciones entre “a” y “c”. Sin embargo, por su peso específico, el eje de esta alianza será el acuerdo que se acaba de anunciar, luego de unas rápidas negociaciones que siguieron a una larga serie de desencuentros entre Doria Medina y Costas, a causa de la cantidad y la diversidad de los grupos que se intentaba involucrar en el frente opositor, y las difíciles o incluso imposibles relaciones entre algunos de ellos.

El único partido de importancia que quedó fuera del variopinto agrupamiento que apoyará la candidatura de Doria Medina es el movimiento del ex alcalde de La Paz, Juan del Granado, que semanas atrás estuvo cerca de firmar una acuerdo electoral con Costas, pero que no logró arreglar con éste todas sus características. Del Granado también quiere ser candidato a la Presidencia, lo que lo coloca en directa competencia con Doria Medina. Costas, en cambio, aunque proclamado candidato por su partido, no estaba realmente interesado en participar en la cita de octubre, ya que planea ser reelecto gobernador de Santa Cruz en las elecciones regionales y locales de 2015. Esto lo convirtió en el objetivo del “cortejo” de los otros dos dirigentes, urgidos por conseguir el respaldo de su potente movimiento regional.

Sin tomar en cuenta las consideraciones políticas “puras”, un observador imparcial hubiera dicho que la alianza más acorde con el sentido común era ésta que al final se dio entre Doria Medina y Costas, ya que los grupos que la conforman son los que --por su capacidad de aceptar los cambios que ha sufrido el país, pero sin sumarse al MAS-- han sobrevivido a la debacle del sistema político ocasionado por la insurgencia y la consolidación del proceso estatista dirigido por Morales, el cual se halla en el poder desde 2006. Del Granado, en cambio, al haber sido parte del Gobierno de quien termino siendo su archirrival, resulta poco pasable para el electorado cruceño más conservador, cuyo apoyo sea probablemente la mejor carta de la oposición.

Las encuestas preelectorales señalan que la mayoría de la gente aprueba la gestión del Presidente, pero que rechaza su continuidad en el poder. Pese a ello, la intención de voto por Morales sigue siendo unos diez puntos porcentuales superior a la de un candidato único de la oposición. El Gobierno, beneficiado por la etapa más brillante de crecimiento económico de la historia del país, tiene muchas obras por entregar y mostrar (cuya realizaciónla oposición cuestiona como poco transparente).

Sin embargo, la principal justificación de una unidad opositora no es el gigantismo del candidato oficial, sino el debilitamiento del sistema institucional encargado de garantizar la realización de elecciones limpias. Estas no lo serán, ya que se da por descontado que Evo usará el aparato organizativo y comunicacional del Estado para apabullar a sus rivales, y que no respetará con escrupulosidad los derechos proselitistas que tienen éstos, por ejemplo, para hacer campaña en el área rural y para acceder a unos medios privados cada vez más presionados por una distribución politizada de la propaganda estatal, la más importante fuente de ingresos para periódicos, radios y televisoras. Por esto mismo una mayor dispersión opositora también hubiera sido contraria al sentido común, al conspirar contra la necesidad democrática de limitar el ya descontrolado poder del Estado con la alternancia presidencial, en el mejor de los casos, y con una distribución más equilibrada de los cargos representativos.

Definidos los contendientes y las condiciones –injustas– en las que estos se enfrentarán, la campaña electoral boliviana ha comenzado.

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EL PRESIDENTE FUTBOLISTA

Fernando Molina

Tras la muerte de Hugo Chávez y con ocho años en el poder,Evo Morales se ha convertidoen el “decano” de los presidentes latinoamericanos. Si es elegido por tercera vez en octubre de este año, Morales gobernará al menos hasta 2019 y se convertirá en el boliviano con más tiempo en elcargo de la historia, superando al Mariscal Andrés de Santa Cruz, una de las figuras fundacionales de Bolivia.

Esta larga permanencia es, al mismo tiempo, una expresión y una causa de la personalización del poder políticoen ciertos países latinoamericanos. Por la falta de instituciones fuertes y prestigiosas, por el mal funcionamiento de los mecanismos de control democrático,por la debilidad de las ideologías, y, detrás de todo esto, por las determinaciones históricas y culturales de las formas de la confianza, en estos países aparecen personalidades“providenciales” en las que se deposita la facultad de decidira nombre de la colectividad, por encima de los partidos, los programas políticos y las regulaciones democráticas,sin más ataduras que las que impone la conservación de su popularidad.

Estos dirigentes son una continuación, en la política democrática, de aquellos líderesdel pasado a los que se obedecía por carisma y tradición. Son “bonapartistas”, es decir, una suerte de reyes plebeyos que se han independizado de todo mandato de clase y toda ideología, para apoyarse exclusivamente en el atractivo de sus biografías. Napoleón surgió de la necesidad de estabilizar la revolución,es decir, comenzó siendo la expresión de una tendencia social, pero terminó convertido enel amo de la sociedad;al principio, por la admiración que suscitaron sus hazañas militares, y luego por la inercia del peso político que Franciale había dejadoacumular.

Cuando estos caudillos-reyes se consolidan en el poder, sus características individuales se convierten en un importante factor de la acción política. Como se sabe, el orgullo de Napoleón, la paranoia de Stalin, la rigidez mental de Mao, fueron la causa directa de gravísimas desgracias…

Sin tener tanto poder como los nombrados, Evo Morales también imprime su marca individual sobre los asuntos bolivianos. El mal estado de las relaciones de Bolivia con Estados Unidos, por ejemplo, es un resultado directo de la animadversión presidencial por la potencia del norte, que surgió en el tiempo en que Morales era el dirigente de los cocaleros y tenía que sufrir el rigor de la política antidrogas impulsada por Washington. Su apego por su terruño ha ocasionado que importantes fábricas y plantas gasíferas se construyan en Cochabamba, pese a que esto las aleja de las fronteras hacia las que deberían propender. Su amor por la vida castrense, en la que participara felizmente cuando cumplió su servicio militar, ha favorecido a las Fuerzas Armadas en todos los aspectos. Y un largo etcétera.

En un mundo caudillista, muchos asuntosque parecen impersonales e incluso abstractosse reducen en el fondo a un deseo o gusto;a la inversa, muchas emociones estrictamente personales son magnificadas por el aparato estatal, que busca corresponder con ellas, y por la sociedaden su conjunto, que intenta atraerse su favorable inclinación.Durante un tiempo la Cancillería boliviana trabajó para volver realidad el deseo de Morales de ser premio Nobel de La Paz.

Hoy prepara a un gran costo unareunión del G-77 que se realizará en junio en Santa Cruz, y que es importante porque encumbrará, divertirá y dará una plataforma de propaganda al Presidente. El Ministerio de Economía le compra a Morales todos susantojos, desde un caro avión ejecutivo hasta una flota de autos blindados. Algunas universidades le conceden doctorados honoris causa. Muchos medios y periodistas lo enaltecen. Funcionarios,conmilitones, empresarios, diplomáticos, todos lohalagan todo el tiempo. Y estode seguro que está actuando sobre la estructura de su personalidad…

Morales ya se acostumbró a usar su alta investidura como un medio para cumplir su voluntad, y no sola la política, sino también su voluntad personal. Bolivia compró un satélite porque a él le parecía importante y divertido tener uno; durante su lanzamiento casi parecía el niño que cumple elsueño clásico deconvertirse en astronauta. Como se sabe, otro sueño infantil clásico es el ser militar, yentonces hay que ver a Evo en los ejercicios de las Fuerzas Armadas, completamente uniformado y entretenidísimo en medio de alguna batalla de mentiritas.

Sin embargo, para un chico de extracción humildeno hay un mejor sueño clásicoque el volverse futbolista profesional, un sueño que Morales también está a punto de hacer realidad, aunque sea de esa forma rara –mediada por la política–que ha sido la suya característica.

Después de leer hasta aquí,quizá el lector ya se encuentre en mejores condiciones de recibir y entender la noticia boliviana del momento: el Presidente firmó un contrato con Sport Boys, un equipo pequeño de la liga profesional, para jugar de 10 a 20 minutos algunos partidos de competición, esto es, reales. No es poco, tomando en cuenta la edad del nuevo “10” de Sport Boys: 55 años. Un poco tarde para volverse deportista profesional, pero nunca es tarde cuando se puede.

Igual que los reyes con quienes los hemos comparado, los líderes bonapartistas buscan extender su excepcionalidad política a cualesquiera otros ámbitos competitivos: la seducción erótica, el cuidado físico (véase las fotos de Putin sin camiseta), los negocios, el deporte.En todos estos menesteres se imponen por su cargo y renombreantes que por su mérito, pero eso ya no les importa. Han perdido el pudor democrático exigido por el ideal deasimilaciónentre el mandatario y el hombre común, y en cambio han adquirido el viejo orgullo aristocrático de aparecer, a toda costa, como extraordinarios, esto es, como escogidos para mandar.

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REVUELTA EN LAS FFAA

Fernando Molina

Una de las aspiraciones asociadas al gobierno de un presidente indígena en Bolivia fue la eliminación de las instituciones y relaciones sociales racistas que el país ha sufrido a lo largo de su historia. Esta aspiración, que en los últimos ocho años originó un sin número de cambios, sobre todo declarativos y en el ritual, aunque algunos de ellos verificables en el relacionamiento entre los ciudadanos, hoy ha tocado las puertas de una institución fundamental para el régimen, las Fuerzas Armadas.

Los suboficiales y sargentos de las tres fuerzas están movilizados en todo el país: se reúnen en asambleas, marchan en las calles y hacen peticiones. Aunque no se han atrevido a participar ellos mismos en una huelga de hambre, lo hacen sus esposas: 15 de ellas ayunan para aumentar la presión sobre el Alto Mando y el Gobierno. Esta inédita (e ilegal) lucha social plantea, en esencia, que las Fuerzas Armadas dejen de discriminar a su personal de baja graduación, que le permitan estudiar en las mismas universidades, bailar en los mismos casinos, comer en las mismas cantinas y tener las mismas expectativas de ascenso que los oficiales. La movilización mostró que hasta ahora, y pese a las protestas de los comandantes por la libertad de los pueblos, los suboficiales y sargentos son tratados como una casta inferior a la que no se permite mezclarse con la élite de charreteras más pobladas, y que además a veces son usados como mano de obra gratuita en trabajos que nos les competen, o sometidos a abusos verbales y físicos.

Las razones de los oficiales son de tipo corporativo (la exaltación del propio estamento), pero en un país como Bolivia esta clase de comportamiento siempre va mezclado con prejuicios raciales. Los sargentos y suboficiales provienen de clases más pobres y con una mayor composición indígena, lo que ha hecho imposible para la mayoría de ellos el acceder a la Academia Militar, que es la que gradúa oficiales.

Pese al alineamiento de la demanda de los suboficiales y sargentos con la política de “descolonización” (eliminación del racismo) aprobada por el Gobierno, este no la apoya, sino todo lo contrario: ha cerrado filas con la cúpula castrense, que intenta solucionar el problema, como podrá suponerse, “manu militari”. Hasta ahora ha expulsado a 13 efectivos de su trabajo y ha aplicado castigos (que van desde la suspensión de becas en las universidades hasta el traslado a las fronteras) a decenas de otros uniformados. El Ministro de Defensa y varios de los más obsecuentes voceros oficialistas justificaron este tratamiento en el hecho de que, como es de uso, la Constitución no permite que los militares deliberen. Con ello se ha producido una nueva contradicción entre la ideología oficial, la institucionalidad y la “Real politik”.

Las Fuerzas Armadas gozan en este momento de una enorme autonomía institucional respecto del Gobierno de Evo Morales, que pagan con una total subordinación política a éste. Como resultado, se aplica una política “gatopardista”: todo parece haber cambiado dentro de la institución armada, que ahora engalana sus celebraciones con banderas indígenas, pero en realidad todo continúa igual. El servicio militar sigue siendo obligatorio, los archivos de las dictaduras continúan cerrados, los homosexuales no son permitidos porque en el ejército “sólo entran hombres y mujeres”, según dijo memorablemente el conservador Ministro de Defensa, la muerte de efectivos por torturas y órdenes abusivas se ha vuelto una plaga, y la corrupción de los jefes sigue siendo un problema tan serio como imposible de señalar públicamente. Sin embargo, los comandantes asisten a congresos del Movimiento al Socialismo, colaboran con contrapartes venezolanas y cubanas, y han cambiado la doctrina militar de modo que oriente a la tropa en contra del capitalismo, el imperialismo, a favor de la justicia social, etc. Al mismo tiempo, los morenos suboficiales no sólo está completamente imposibilitados de convertirse en oficiales, sino que tampoco pueden inscribirse en posgrados en la Escuela Militar de Ingeniería, pues estos se hallan reservados para los segundos, entre otras cosas igualmente espantosas.

Este no es el primer gobierno en llegar a un trato de conveniencia con los militares: en el pasado estos aceptaron las privatizaciones y dirigieron diversas campañas represivas contra los disconformes con la política neoliberal a cambio de que se les garantizara el estatus quo. La diferencia está en que si antes el trato entre uniformados y civiles tenía, desde el punto de vista de los primeros, un carácter defensivo, ahora en cambio es un acuerdo que les ha permitido dar varios pasos adelante: beneficiarse de la prosperidad del Estado exportador de gas, participar en misiones y emprendimientos económicos, mejorar su equipo y armamento, etc. Las Fuerzas Armadas confían en el Presidente, quien conserva el adoctrinamiento ideológico que recibió durante su conscripción, quien, al igual que ellas, cree en el Estado y en la burocracia para resolver los problemas, y ve poderes externos conspirando contra Bolivia. Por su lado, Morales ama a los militares, fundamentales para su proyecto nacionalista de ocupar efectivamente el territorio y silenciar la disidencia interna (lo que conviene a la unidad del país tanto como a su propia permanencia en el poder).
Las sanciones no han logrado aplacar la protesta. “Los militares no nos asustamos fácil”, dijo uno de los manifestantes a la prensa. Buscan la renuncia del Ministro de Defensa y la aprobación de una ley igualitaria, que llaman “de descolonización de las Fuerzas Armadas”. Significativamente, Morales se enfrenta una vez más, en nombre de la institucionalidad, a las fuerzas igualitarias que en el principio él ayudó a desencadenar.

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