El anuncio de la alianza de los dos principales grupos de la oposición boliviana para las elecciones de octubre crea la condición básica para que los disidentes del modelo hegemónico en el país tengan una oportunidad contrael fundador y líder del mismo, el presidente Evo Morales.
La alianza reúne al principal partido de la tradicionalmente opositora región de Santa Cruz, el Movimiento Demócrata del gobernador Rubén Costas, y a Unidad Nacional, el partido del opositor mejor situado en la encuestas, Samuel Doria Medina, quien, según se acordó, candidateará a la presidencia en contra de Morales. Al mismo tiempo, Doria Medina tiene un conjunto de acuerdos con fuerzas políticas menores en el Frente Amplio, el cual no se disolverá. Por tanto, la oposición boliviana se presentará a las elecciones en un bloque de “geometría variable”, en el que las relaciones de “a” con “b”, y de “b” con “c”, no implicarán necesariamente las relaciones entre “a” y “c”. Sin embargo, por su peso específico, el eje de esta alianza será el acuerdo que se acaba de anunciar, luego de unas rápidas negociaciones que siguieron a una larga serie de desencuentros entre Doria Medina y Costas, a causa de la cantidad y la diversidad de los grupos que se intentaba involucrar en el frente opositor, y las difíciles o incluso imposibles relaciones entre algunos de ellos.
El único partido de importancia que quedó fuera del variopinto agrupamiento que apoyará la candidatura de Doria Medina es el movimiento del ex alcalde de La Paz, Juan del Granado, que semanas atrás estuvo cerca de firmar una acuerdo electoral con Costas, pero que no logró arreglar con éste todas sus características. Del Granado también quiere ser candidato a la Presidencia, lo que lo coloca en directa competencia con Doria Medina. Costas, en cambio, aunque proclamado candidato por su partido, no estaba realmente interesado en participar en la cita de octubre, ya que planea ser reelecto gobernador de Santa Cruz en las elecciones regionales y locales de 2015. Esto lo convirtió en el objetivo del “cortejo” de los otros dos dirigentes, urgidos por conseguir el respaldo de su potente movimiento regional.
Sin tomar en cuenta las consideraciones políticas “puras”, un observador imparcial hubiera dicho que la alianza más acorde con el sentido común era ésta que al final se dio entre Doria Medina y Costas, ya que los grupos que la conforman son los que --por su capacidad de aceptar los cambios que ha sufrido el país, pero sin sumarse al MAS-- han sobrevivido a la debacle del sistema político ocasionado por la insurgencia y la consolidación del proceso estatista dirigido por Morales, el cual se halla en el poder desde 2006. Del Granado, en cambio, al haber sido parte del Gobierno de quien termino siendo su archirrival, resulta poco pasable para el electorado cruceño más conservador, cuyo apoyo sea probablemente la mejor carta de la oposición.
Las encuestas preelectorales señalan que la mayoría de la gente aprueba la gestión del Presidente, pero que rechaza su continuidad en el poder. Pese a ello, la intención de voto por Morales sigue siendo unos diez puntos porcentuales superior a la de un candidato único de la oposición. El Gobierno, beneficiado por la etapa más brillante de crecimiento económico de la historia del país, tiene muchas obras por entregar y mostrar (cuya realizaciónla oposición cuestiona como poco transparente).
Sin embargo, la principal justificación de una unidad opositora no es el gigantismo del candidato oficial, sino el debilitamiento del sistema institucional encargado de garantizar la realización de elecciones limpias. Estas no lo serán, ya que se da por descontado que Evo usará el aparato organizativo y comunicacional del Estado para apabullar a sus rivales, y que no respetará con escrupulosidad los derechos proselitistas que tienen éstos, por ejemplo, para hacer campaña en el área rural y para acceder a unos medios privados cada vez más presionados por una distribución politizada de la propaganda estatal, la más importante fuente de ingresos para periódicos, radios y televisoras. Por esto mismo una mayor dispersión opositora también hubiera sido contraria al sentido común, al conspirar contra la necesidad democrática de limitar el ya descontrolado poder del Estado con la alternancia presidencial, en el mejor de los casos, y con una distribución más equilibrada de los cargos representativos.
Definidos los contendientes y las condiciones –injustas– en las que estos se enfrentarán, la campaña electoral boliviana ha comenzado.