Salud

Ciencia y Tecnología
Científicos de la Universidad de Cornell, en EE.UU., han identificado una familia de microbios que parece ayudar a la gente a mantenerse delgada, y tener o no una abundancia de estos microbios es genético.
Social
Asimismo, Sedes intensificó trabajos de prevención en Chapare para evitar cualquier brote de dengue. Esta tarea fue iniciada hace dos meses y se continúa desarrollando a través de la destrucción de criaderos de los mosquitos.
Ciencia y Tecnología
Desde APL de la Universidad Johns Hopkins han desarrollado Miembros Protésicos Modulares (MPL) que se controlan con la mente y que en las primeras pruebas han dado resultados extraordinarios.
Ciencia y Tecnología
En el futuro, los investigadores esperan que estos métodos puedan aplicarse a otras enfermedades (como el Parkinson, ayudando a liberar la dopamina).
Ciencia y Tecnología
El estudio, publicado recientemente en el diario Sleep, revela que las 10 de la mañana sería un buen momento para comenzar la jornada de trabajo. Basada en el estudio de los hábitos de sueño de cerca de 125.000 personas.
Ciencia y Tecnología
Un estudio de niños en Florida dio como resultado que los bebés que se les permite permanecer en el útero y ganan peso a menudo son más saludables y les va mejor en la escuela.

MUNIDO DE MI MEDIDOR DE DECIBELES

Raúl Peñaranda U.

Hace unos días, esperando que un médico me atienda en el consultorio de una clínica de La Paz, en la sala de espera un televisor transmitía, a todo volumen, el capítulo de alguna telenovela mexicana. Con los consabidos llantos y todo. Como suelo hacer, le bajé el volumen a la tele, que nadie veía en ese momento (otros dos pacientes trataban de leer unas revistas). Después de unos minutos la secretaria se dio cuenta de mi acción y volvió a poner la telenovela a todo volumen.

El fin de semana pasado fui al cine, a ver Interestelar. Munido de mi medidor de decibeles que me bajé a mi iPhone comprobé que durante largos pasajes del filme el volumen supera los 93 decibeles (en los avances previos a la película el volumen llega, por momentos, casi a 100).

Al día siguiente fui con dos amigos a un conocido bar de San Miguel. En un momento dado no podíamos entendernos ni a los gritos. El mozo nos sugirió otra mesa, en la que supuestamente el ruido es menor. Pero nada. Aturdidos por la música tan alta, y comprobando con mi app que el volumen superaba los 93 decibeles, me acerqué a la barra. El dueño del bar, ante las pruebas fehacientes, bajó amablemente el volumen a niveles tolerables.

En mi último viaje a Santa Cruz, en el aeropuerto de Viru Viru, en la sala de espera, varios televisores presentaban publicidades y clips musicales a todo volumen. Nadie parecía prestarles atención. Unos gringos trataban de conversar entre sí. Una jovencita jugaba con su iPad, protegida de la bulla de los televisores con sus propios audífonos, mientras su hermano corría entre los asientos. Me dediqué a observar uno por uno a los pasajeros. Casi nadie veía a las pantallas, que de todas maneras escupían su horrible sonido.

Pareciera que los dueños de restaurantes, cafés, consultorios, peluquerías,  minibuses y puestos de venta de celulares en la Eloy Salmón creen que su fin en la vida es  apabullarnos con la bulla. Piensan que los clientes les agradeceremos escuchar a todo volumen el noticiero de medio día, con todos los detalles de la violación y el hallazgo del cadáver de la jornada. Pues no. A muchos no nos gusta. Hasta me aventuro a decir que somos mayoría. Pero no hay poder humano para cambiar esta alocada manera de actuar.

Los amantes del ruido creen que éste debe llenarlo todo, no dejar espacio para la conversación, y peor, para la reflexión y el diálogo interior. Es como un esfuerzo de enajenación, de alienación ante la realidad. Ruido, ruido, ruido, para evitarle a la gente mirarse al espejo y escrutar sus penas y sus alegrías.

Ir a un bar y obligar a un parroquiano a gritarle a su pareja que está muy bonita ese día con su blusa escotada, es un absurdo, algo que no tiene sentido. Como existen zonas para “no fumadores”, estos boliches deberían tener también áreas de “volumen tolerable”. Estar expuesto a más de 90 decibeles durante largos períodos puede causar a la larga problemas de audición, sobre todo el denominado “trauma acústico”. Lo dicen letreros que la Alcaldía obliga a poner, pero que a nadie importa. ¡Y hasta los cines tienen hoy volumen comparable al de las discotecas!

Y un poco preocupado ante la posibilidad de que los lectores digan que esta columna se debe a mi supuesto estado de vejez prematura y creciente intransigencia, logré recordar un ensayo de Octavio Paz incluido en su hermoso libro “El laberinto de la soledad”, que se pregunta por qué esta tendencia al volumen tan alto en los lugares públicos. El propone esta explicación: que es una tendencia que llega de EEUU, país en el que sus ciudadanos no tienen mucho de qué hablar. Agrega que para ellos es mejor que el volumen de la música esté tan alto que evite los silencios incómodos y a hacer un mayor esfuerzo de comunicación. Quizás tenga razón. Y por estos lares estamos igual.

Raúl Peñaranda U. es periodista

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Una nueva tecnología que se reabsorbe en el cuerpo quiere ayudar a mejorar la calidad de vida de quienes padecen enfermedades cardiacas, especialmente quienes sufren de la enfermedad de arterias coronarias (EAC).
Ciencia y Tecnología
El hecho de que una persona esté sana no quiere decir que este libre de virus.
Política
“Tenemos que desmontar los gremios que se han construido en torno a la salud. El médico no es un servidor público con la sociedad. En muchos casos, tiene una relación con el paciente que no es equitativa, a uno no le explican su enfermedad”, afirmó Rosario Paz.

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