A QUIEN CORRESPONDA

NO LAS OLVIDAMOS

Jenny Ybarnegaray Ortiz

No existe persona en este mundo que no tenga un ser querido a quien rendir tributo en el Día de Difuntos y no existe cultura que no tenga algún tipo de producción de sentido de la muerte, ese indefectible destino, esa única certeza que nos regala la vida al momento de nacer. Cuando nacemos nada está dicho, nada está escrito acerca de la vida misma que tendremos, de lo que sí Podemos tener certeza es que, de una u otra forma, moriremos algún día. Mientras tanto, solemos vivir como si eso no fuese a ocurrir y es por eso, quizás, que la muerte siempre nos sorprende, nos provoca dolor, nos arrebata, nos visita con marca de dolor y pérdida.

Hoy, en el Día de Difuntos, recordamos a nuestros tan preciados y "propios" difuntos que en la vida venimos juntando ¡cómo no! Sin embargo, tampoco podemos dejar de recordar a aquellas que si bien no nos “pertenecen” en sentido que no fueron ni formaron parte de nuestro íntimo entorno, ahí estuvieron, cerca o lejos de nosotras, viviendo vidas que fueron violentamente arrebatadas por personas que, por lo general, sí pertenecían a los suyos propios, cuando no por sujetos que simplemente las “escogieron” para marcar en sus cuerpos sus propias y ajenas frustraciones, su odio misógino, su indolente y cruel machismo.

La iniciativa de este homenaje no provino de la institucionalidad pública ni privada, sino de dos amigas que de tanto sobrellevar su impotente dolor ante las noticias cotidianas que dan cuenta de muertes violentas de mujeres, decidieron que “algo” había que hacer y se pusieron “manos a la obra”. Rosario Baptista y Elizabeth Machicao nos convocaron a través de las redes sociales, se acercaron a las organizaciones que trabajan a favor de los derechos de las mujeres, juntaron flores, panes, adornos, nombres y apellidos, convocaron a cantautores y crearon una bella instalación en el atrio de la UMSA para poner en evidencia que esas muertas, de alguna forma, también son nuestras, tan propias como cualquier otra que en vida conocimos, porque cada una de ellas podría ser, al fin de cuentas, cualquiera de nosotras.

En este día no voy a presentar ningún reclamo ante el estado, me hago eco de la pancarta que portaban ayer los manifestantes mexicanos que no cesan de demandar “vivos se los llevaron, vivos los queremos” (a los 43 estudiantes normalistas “desaparecidos” en el estado de Guerrero): “el Estado ha muerto”. Voy a presentar mi reclamo ante la sociedad boliviana que parece estar produciendo una gruesa costra de abulia frente al feminicidio.

Mucho se ha escrito en este tiempo sobre lo que viene aconteciendo en nuestro país en relación con la violencia hacia las mujeres. Cada vez que nos enteramos de la muerte violenta de una mujer, algunas personas nos llenamos de indignación, protestamos, denunciamos, exigimos justicia. Sin embargo, esto se ha convertido en un fenómeno tan cotidiano que ha empezado a generar una indiferencia atroz en la sociedad que habitamos. Ayer mismo, mientras participábamos en la instalación del atrio de la UMSA, veíamos pasar a decenas de personas por la acera de en frente, algunas se acercaban por curiosidad, otras ni siquiera eso. Si una muerte provoca sorpresa, 175 deberían movilizarnos como sociedad, porque lo que parece que la mayoría de la gente no se da cuenta es que, en la medida en que suben las cifras, más se acerca esa horrenda posibilidad  a nuestro vecindario y a nuestras propias casas.

Todas las personas que vivimos en este país conocemos de alguien, de alguna mujer que sufre o ha sufrido violencia, en consecuencia, también de algún perpetrador que podría meterse en nuestro patio trasero con artes seductoras o sin ellas, de la manera más agresiva y violenta, de alguien que podría arrebatarle la paz, la autoestima, la capacidad de reaccionar a algún ser querido, cuando no la vida misma. ¿Qué estamos esperando? Si “el Estado ha muerto” porque no tiene la más mínima capacidad de detener el feminicidio, de hacer justicia ni de dar señales de intolerancia imperiosa ante lo que tanto nos duele y lastima, no olvidemos que la sociedad sigue viva, y es a ella a la que le toca levantar la voz para decirles a todos los violentos ¡ya, basta, no los toleramos!

de Difuntas, en homenaje a las 173 mujeres que en 2014 perdieron la vida violentamenteMesa de Difuntas, en homenaje a las 173 mujeres que en 2014 perdieron la vida violentamente
(Foto: Jenny Ybarnegaray)

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