CHESCO
By argv.E338951d on Lun, 25/02/2013 - 18:44
Un día a principios de 1.994 Francesco Díaz Mariscal (Chesco) y Rodrigo Vargas aparecieron en mi departamento de la avenida Arce, y prácticamente no volvieron a salir por seis meses al menos. Ambos eran parte del grupo que German Monje había convocado para conformar el equipo de filmación de “Fuego Cruzado” , del que también eran miembros (entre muchos otros) Teresa Flores, Paola Teran, Marcela Beltran, Oscar Duran, Victor Mamani y Carlos Crespo. Entre los actores más cercanos al equipo se encontraban Manuela Arnal, Rodrigo “Gori” Patiño, Valeria Catoira, Marcelo Alcon, Fernando Ayala, Heydi Rojas, Micky Paredes y Luigi Antezana. También hizo un aporte fundamental Francisco Saade, un colombiano que Valeria Catoira conoció una madrugada en un boliche y que solo tres o cuatro horas después ya estaba trabajando intensamente como productor y escenógrafo.
El promedio de edad de los participantes rondaba los veinte años y en ese contexto Chesco y Rodrigo eran los “jodidos”; la pareja que “empujaba” (y de la que siempre se esperaba que empuje) la situación hasta la broma. Fueron como veinte semanas maratónicas de filmación (de por lo menos 15 horas diarias, literalmente) en las que hicimos 14 capítulos de cuarenta y cinco minutos de duración de la primera (y última que yo sepa), serial de capítulos unitarios (con principio y fin independiente) producida en Bolivia. Terminó la filmación y como ocurre generalmente, los vínculos variaron de acuerdo al caso. Rodrigo Vargas se fue a España donde es director de fotografía (hace cinco o seis años le perdí el rastro), pero con Chesco la relación nunca se interrumpió mas allá de unas cuantas semanas.
Chesco no es el primero de los amigos y colegas vinculados al mundo del cine que se va antes de tiempo. Hace unos años, cada cual a su turno, lo hicieron Nestor Agramont (Japo) y Francisco Cajias. La tristeza no se puede comparar y en cada caso se configura de manera distinta. En el de Chesco da bronca su juventud. Toda vida perdida es un conjunto de posibilidades que no se realizan, pero en estos casos se nota más.
Chesco se ganaba la vida como periodista, pero está claro que como para muchos de nosotros, el cine siguió siendo la pasión más importante de su vida. Se especializo en guion (hizo una o dos maestrías) y ejerció el oficio escribiendo varios trabajos. También dictó cátedra, fue crítico y realizador.
Pero lo que sobre todo fue Francesco Díaz, es un personaje paceño. Protagonista de la noche cultural, activista del mundillo del cine, fanático del stronguest, guerrillero del internet. Como muchos otros se había apoderado de un espacio “propio” en ese universo, y desde allí difundía sus opiniones, se involucraba en los asuntos que le interesaban y tejía sus relaciones intelectuales y personales.
Los que conocimos a Chesco sabemos que en muchos aspectos era un niño grande; impulsivo, emotivo, portador en ocasiones de una pequeña dosis de malicia (¿hay algún niño que no la tenga?), enormemente cariñoso con los que quería. Las veces que lo recordemos pensaremos en todos los que aportes que podía haber hecho, pero sobre todo lo extrañaremos, como siempre ocurre en estos casos.