Opinion

UN MINISTERIO DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Viernes, 28 Febrero, 2014 - 18:24

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En días pasados, mamás y papás de El Alto salieron a las calles a marchar en demanda de ítems para profesores de informática. Aunque su fin no era lograr que sus hijos sean parte activa de la Sociedad de la Información, sino evitar seguir pagando con dinero de sus bolsillos a profesores especializados, indirecta e intuitivamente, estaban empujando al país hacia la era de las máquinas inteligentes.

Como es sabido, la sociedad preindustrial era un juego contra la naturaleza y la sociedad industrial, un juego contra la naturaleza fabricada, en tanto que la sociedad postindustrial es un juego contra la naturaleza recreada. Lo que significa que en este tiempo de la tecnología intelectual, la figura que tiene peso ya no es tanto el ejecutivo empresarial, sino el científico que produce incesantemente nuevos conocimientos.

Sin duda, la sociedad postindustrial es el tránsito de una economía de producción a una economía de servicios, que demanda personas que comprendan y produzcan la información no sólo como un factor de poder o de dominio, sino como un bien de creación de riqueza en una realidad virtual. 

En esa perspectiva, la computadora equivale en la Sociedad de la Información a la máquina de vapor de la era industrial. No vale tanto como equipo aislado, sino como vehículo o escenario de Internet, donde se configura hoy desde la democracia interactiva, pasando por el tecnocomunitarismo hasta las finanzas de la aldea global.

Los papás y mamás que marcharon, quizás sin proponérselo, marcan el principio de la lucha por nuevos derechos, en este caso, el acceso a las nuevas Tecnologías de Información y Comunicación, establecido en el artículo 103 de la Constitución Política del Estado. La cristalización de este derecho significa superar la brecha digital y el analfabetismo tecnológico para comprender la información, que circula por Internet, como la nueva moneda de cambio universal.

La economía postindustrial desmaterializa el trabajo y genera riqueza sobre la base de ideas y conocimientos traducidos en espacios virtuales.

En ese marco, recuerdo que un sacerdote me dijo, una vez, entre broma y broma que el bloqueo de caminos que vale la pena hacer es por Internet. Y conozco al menos a una decena de papás y mamás que sueñan con tener un hijo como Jan Koum, creador de la aplicación móvil WhatsApp, vendido recientemente en US$ 19.000 millones. Koum dejó un hogar pobre en Ucrania para buscar un futuro mejor en Estados Unidos, donde se especializó en informática y se convirtió en un multimillonario sólo a partir de una idea.

Igual suerte tuvo Mark Elliot Zuckerberg, que tan sólo con 23 años se convirtió en el multimillonario más joven de la lista que publica anualmente la revista Forbes.  Zuckerberg no tenía tierras ni edificios, solo una gran idea: la comunidad virtual Facebook, y una pasión: la informática, que se manifestó a sus 12 años, cuando comenzó a programar.

Se puede decir lo mismo de Evan Henshaw-Plath, uno de los impulsores de Twitter que empezó a programar a los 5 años creando videojuegos. Cuentan que Evan vendió las acciones de la empresa en tan solo 7 mil dólares. Pensó en que no iba a tener éxito, hoy Twitter tiene un valor de 9 mil millones de dólares. Otro de los creadores de esta red social es Jack Dorsey, quien a sus 16 años ya comenzó con esta carrera que el año pasado generó 290 millones de dólares en ingresos por publicidad.

Todos ellos tienen una historia común, ingresaron a la sociedad programada niños, adolescentes. En tanto, la gran mayoría de niños y jóvenes bolivianos apenas gatea en ese mundo cibernético y sus papás y mamás reclaman profesores de informática.

Propongo al nuevo gobierno, cualquier que sea, crear un Ministerio de Ciencia y Tecnología y plantear un programa de largo aliento en el área en lugar de pasarse la gestión dividiendo al país en buenos y malos, defendiendo ideologías trasnochadas o gastando en espectáculos para eternizarse en el poder.