Opinion

¿POR QUIÉN VOTAR?
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Viernes, 27 Junio, 2014 - 20:44

Valorar: 
Average: 4.7 (6 votes)

Hasta mediados del siglo pasado, unos iluminados formulaban las ofertas a los electores para obtener sus votos. Con el tiempo, los partidos aprendieron a sondear a las masas para escuchar sus deseos y devolverlos en programas. Como todo es dialéctico, los sueños sociales engendraron la demagogia que, según el filósofo alemán Ernst Cassirer, nace cuando “el político se convierte en una especie de adivino” y “hace las promesas más improbables y hasta las imposibles”.

Sin embargo, las cosas han variado. Los ciudadanos dejamos de ser pasibles consumidores de mentiras y pasamos a ser constructores de agendas que obligan a los políticos a pasar de las promesas a los compromisos.

Dados estos antecedentes, declaro que votaré por el candidato que contemple en su programa una Revolución Tecnológica porque a estas alturas, hablar sólo de industrialización equivale a quedarse en los siglos XVIII y XIX, cuando el objetivo de hoy es dar un salto hacia la era digital, donde Internet sea el cimiento de las ciudades inteligentes con habitantes capaces de producir conocimientos y desarrollar actividades económicas sin necesidad de grandes infraestructuras materiales.

Con ese fin busco un político que incluya profesores de informática en las escuelas para que los niños caminen hacia ese horizonte desde el primer día de clases. Sí, solicito educación de calidad y no sólo horas en aula.

Será por eso, no me caen los candidatos gobbelianos, que por obtener el apoyo popular reducen los problemas de la gente a sus más sencillos términos y repiten una y otra vez esta fórmula simplista pese a todas las objeciones inteligentes.

Votaré por alguien que me dé la certeza de un Estado de Derecho con una burocracia eficiente. El Estado no puede seguir siendo un festín para militantes de un partido porque, sencillamente, la cosa pública debe ser administrada por profesionales y personas con valores y de gran nivel sin importar su ideología.

No me importa si es de izquierda o derecha, pues ya lo dijo hace tiempo Umberto Eco que las categorías de derecha e izquierda, tal y como existían todavía hace 20 años, son incapaces de explicar las situaciones políticas actuales.

Apoyaré a quien me convenza que creará fuentes laborales reales y no trabajos precarios. Puede hacerlo desde el Estado y con la empresa privada, pero sin chantajes, sino abriendo todas las posibilidades reales y legales como para exigir luego a los inversores a cumplir con sus empleados.

En serio, no importa que sea de izquierda o derecha porque me identifico con lo que escribió Giovanni Sartori: “la izquierda de nuestro tiempo es moralmente genuina entre sus creyentes y activistas de base, pero por lo general es moralmente hipócrita en su vértice”.

Por tanto, respaldaré coherencia y consecuencia. Si me dicen que son seres democráticos, que lo demuestren fomentando interactividad, opiniones y críticas contrarias a su propia candidatura, gestión o pensamiento, sin vetos que encierran complejos psicológicos.

Por ello, va mi corazón con aquel que entienda que la cosa pública es de todos y no de un político; no comulgo con aquel que cree que el partido es él, por tanto, el Estado es él; comparto con aquel que garantiza la división e interdependencia de poderes y la transparencia administrativa con fiscalizadores oficiales y no oficialistas “fiscalizadores”.

No quiero un “showman” porque ya lo advirtió Aristóteles: “donde hay más de teatro, hay menos de exactitud”, y agregaría: menos información y más propaganda.

Me sumaré a la corriente que levante tribunales justos con jueces valientes y de impecable conducta, que traten por igual a derechistas, izquierdista, socialistas, liberales, oficialistas, opositores, presidentes, vicepresidentes.

Por supuesto, clamo seguridad ciudadana, pero no con más policías o militares en las calles, sino con más y empleos de calidad.

Estas son algunas de las ofertas que planteo, candidato que demuestra que los asume tendrá mi voto. ¿Y tú? ¿Qué agenda tienes? ¿Por quién votarás?