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Entre los quechuas del Norte de Potosí solían decir que “uj runapi wuaj runas tiyan, uj llajtapi wuaj llajtas tiyan” (en una persona hay otras personas, en un pueblo hay otros pueblos) para explicar algunas contradicciones entre el ser, el saber y el hacer de una misma persona. Por ello, se fomenta la coherencia consigo mismo hasta lograr un dominio casi absoluto sobre uno mismo. Esta es la explicación por la cual las personas como el líder sudafricano, Nelson Mandela, y el Presidente uruguayo, José Mujica, despiertan tanta admiración. En una palabra, valen por su consecuencia.
Sin embargo, algunos seres humanos hacen lo que no piensan o piensan lo que no hacen. Hay una gran distancia entre su ser, su saber, su parecer y su hacer. Obvio, se puede decir, así es la naturaleza humana ya sea por sobrevivencia, conveniencia o, sencillamente, falta de conciencia. Valga este contexto algo filosófico para explicar la diferencia entre masistas y procesistas y subrayar que ser masista no significa, automáticamente, ser defensor del proceso de cambio; tampoco ser procesista es sinónimo de masista.
El masista es militante del partido, pero no siempre militante del proceso de cambio. El procesista puede ser militante del proceso de cambio, pero no del MAS, en consecuencia se escucha este tipo declaraciones: “yo soy invitada o invitado, no milito en el MAS”.
No todos los que están inscritos en el MAS ocupan cargos en el gobierno, como tampoco todos los que están en el gobierno están en el MAS. De hecho, hay procesistas que están fuera o alejados del gobierno, pero no del proceso. Inversamente, hay masistas que están en el gobierno, pero no en el proceso de cambio.
Entonces, un masista corrupto está en el gobierno, pero no en el proceso. Un procesista honesto no está en el MAS ni en el gobierno, pero está en la senda del cambio. Un masista o persona afín a este partido que trata como a un objeto a la Pachamama y quiere partir su vientre arbitrariamente, no defiende el proceso de cambio, sino la prosecución del capitalismo. Dicho de otro modo, un masista puede declararse socialista y actuar cada día como neoliberal.
El masista que desprecia al otro porque es indígena o porque, sencillamente, es diferente no es procesista. La persona que trabaja para hacer realidad el convivir bien es un procesista así no sea masista o es procesista a pesar de algunos masistas.
Un masista que convierte la hoja de coca sagrada en coca capitalista (término usado por el filósofo boliviano Juan José Bautista) a través de la venta al narcotráfico en mercados ilegales no defiende el proceso de cambio, sino la racionalidad capitalista de la acumulación sobre la desgracia ajena.
Una persona que actúa con modelo racional capitalista no puede ser procesista, pero puede ser masista. En cambio, una persona que no es masista, pero que tiene mentalidad de respeto a la Madre Tierra, al ser humano, a la cultura de vida, es procesista y como tal es más valiosa que aquel que se declara fanático del gobierno, pero no de los valores del proceso.
Obvio, hay mujeres y hombres que son militantes del cambio y del MAS, ignoro si serán muchas y muchos, pero se los puede identificar por sus frutos, sus acciones, sus palabras, ya sea escuchándolos o viéndolos en persona o a través de los medios de comunicación masivos tradicionales o redes sociales.
Finalmente, la revolución consiste en cambiar la forma de racionalidad y la filosofía de vida y no en cambiar un grupo de privilegiados por otro, que con el tiempo ejercido en el poder se convierte en casta, como advierte José Mujica. Y el proceso de cambio no admite castas, sí seres consecuentes y coherentes con lo que dicen y hacen.
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