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Hace siete años, un 24 de junio, Evo Morales decidió hacer desaparecer la Iglesia Católica porque, a su juicio, es un símbolo vivo del colonialismo europeo. Ante la amenaza, la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) respondió que “la Iglesia recibió críticas y acusaciones, tanto en tiempos de dictadura como en democracia, por no ser bien entendida y por tratar de ser fiel al mandato de amor que recibió de Jesucristo".
Un año después, el 17 de mayo de 2010, Evo visitó al Papa. En la ocasión leyó una carta en la que se describió como “miembro de la Iglesia Católica”. Además, aprovechó la ocasión para quejarse a Bendicto XVI por las críticas de los jerarcas de la Iglesia boliviana, entre ellos, el cardenal Julio Terrazas.
Días antes de ese viaje al Vaticano, el periodista orureño Jorge Lazzo recordó, en un artículo titulado “Los Pecadillos de Morales”, que éste negó, como Pedro a Cristo, ser católico. Y rememoró que cuando era dirigente cocalero recibió protección de la Iglesia a “la que critica ahora”.
“No puedo olvidar como llegaba a Oruro el joven dirigente cocalero con una chompa de lana roja con colores combinados y acudía al entonces Obispo de Diócesis, ahora el Cardenal Julio Terrazas, para pedirle que en el local de las Misioneras Cruzadas, se organice una conferencia de prensa para hacer conocer los abusos que cometían contra su sector los umopares”, escribió Lazzo.
Pasados tres años de la visita de Evo al Papa, su gobierno quiso fundar la denominada Iglesia Católica Apostólica Renovada del Estado Plurinacional. Para ese fin “contrató” al exsacerdote Ariel Ticona, expulsado de la Iglesia por su “mal comportamiento”. Intentaron “ordenarlo” como «arzobispo primado de Bolivia», en el Coliseo de La Coronilla, Cochabamba. Dos personas que asistieron a ese evento contaron que el acto fue un fracaso burdo y desangelado.
El obispo de la Diócesis de Oruro, Monseñor Cristóbal Bialasik, denunció, esa vez, que «el gobierno pretende dividir la fe de los bolivianos».
En medio de esa estrategia divisionista, aplicada a la Cidob, Conamaq y toda organización independiente, Evo culpó a algunos obispos, el 25 de abril de 2013, de robar las joyas de las virgencitas.
Por esas fechas, detuvieron a dos sacerdotes y un religioso, tras acusarlos de haber robado las joyas del Santuario de Copacabana. Un año después fueron absueltos por falta de pruebas. ¿Cuál fue la intención de esa cadena de robos? Desprestigiar a la Iglesia. Tiempo después, un sacerdote comentó: “todo fue montado”.
El 28 de julio de 2013, Evo se fue a Brasil para participar en la Misa de cierre de la Jornada Mundial de la Juventud, donde estaba Francisco. El 6 de septiembre de ese año, el Papa lo recibió en audiencia, donde fue invitado a visitar Bolivia.
Pasados seis meses, el Gobierno acusó otra vez a la cúpula de la Iglesia de mantener una mentalidad medieval y de ser vocera de la oposición. Día antes, la CEB se había declarado ‘perpleja’ por los casos de extorsión y corrupción revelados aquella vez.
En octubre del año pasado, Evo dijo que se iba a quejar al Papa, documentalmente, de los jerarcas católicos, que, según él, le atacan y lo tratan como su primer "enemigo".
Días después, el 28 de Octubre, Francisco y Evo se volvieron a encontrar en una cena "informal" y "no oficial" en el Vaticano. Algo pasó que nada pasó con la queja, el silencio lo acompañó de vuelta. Luego confirmó la visita de Francisco y jugó por unos días como su vocero.
En las últimas semanas, Morales, algunos de sus ministros y asambleístas del MAS volvieron a atacar a un miembro de la Iglesia, esta vez al sacerdote Mateo Bautista, a quien llamaron de derecha y opositor por pedir más presupuesto para la salud. La cúpula de la Iglesia apareció esta vez como mediadora.
En 20 días más, Francisco llegará a Bolivia, siete años después que Evo quiso hacer desaparecer su Iglesia.
¿Volvió Evo a la Iglesia como el hijo pródigo o es una jugada más para que el jerarca católico número uno bendiga su re-re-re-re-re-re?
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