Opinion

JUSTICIA TERRORISTA
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Viernes, 21 Marzo, 2014 - 17:46

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Ya van a ser cinco años desde aquel 16 de abril de 2009, cuando la noticia saltó a los medios como la sangre de los tres muertos a las paredes del Hotel Las Américas. En todo este tiempo, el caso arrojó certezas y dudas.

Primera certeza: Rozsa existió. Primera duda: no sabemos si volvió al país a separar Santa Cruz de Bolivia. Sus detractores dicen que sí; él, en un video, dijo que venía a organizar la defensa de la ciudad de un posible ataque de grupos masistas. Hoy ya ni puede defenderse porque está muerto; seguirán diciendo todo contra él, aprovechando su ausencia definitiva.

Segunda certeza: hubo un grupo de cruceños decididos a defender su departamento incluso con armas. Segunda duda: ¿eran de verdad terroristas? No tiraron ni una bomba casera, aunque sí dispararon muchos misiles verbales, como lo hicieron, en su momento, los miembros del Ejército Guerrillero Tupac Kataria (EGTK), del que fue miembro Álvaro García. La parte acusadora, el gobierno, dice que sí atentaron contra el Cardenal. Si fuera cierto, “terrucos” chacras, se equivocaron de enemigo. Los acusados dicen que el ataque fue armado por el gobierno. Svonko Matkovic (padre) reveló que los agentes masistas usaron el vehículo del padre del Ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana. El Gerente de aquel entonces de Las Américas, Hernán Rossell, aseguró que Rozsa y sus amigos no salieron del hotel la madrugada del 15 de abril, al menos por la puerta, salvo que se hayan descolgado por la ventana como el Hombre Araña.

Tercera certeza: Rozsa combatió en una guerra. Tercera duda: ¿era tan capo como para dividir el país enfrentando a 30 mil soldados del Ejército, fuerzas Naval y Aérea? Quizás quiso reclutar a 300 “espartanos” como aquellos que resistieron hacen miles de años a miles de soldados de Jerjes (no a nuestro Justiniano, sino al Persa). Después que murió y cómo murió pongo en duda su capacidad militar, pues, cayó como un aprendiz ante un grupo de policías, ni siquiera ante nuestros rambos de Sanandita, que como exreservista, sé que son de temer. Salvo que haya sido traicionado.

Cuarta certeza: existió Marcelo Soza (y sigue existiendo). Quinta certeza: fue y es un corrupto, y sexta: fue un fiscal de terror. Tenía tanto poder y confianza del gobierno que podía acusar incluso a un inocente hasta hacerlo sentir culpable a tal punto de robarle dinero. No sabemos si por conciencia o por seguridad o porque sus acusados le pagaron más, decidió irse, pero antes, dejó un audio en el que dijo que no había pruebas y que si se caía el caso, se caía Evo. En ese momento, dudamos, pero después que nos mandó desde el Brasil una carta ratificando lo que decían esos audios, las dudas pasaron a ser certezas.

Cuarta, quinta y sexta dudas: ¿Cómo no creer a Soza si fue el investigador del caso? Pero a la vez, ¿cómo no dudar de él si traficó con el miedo de las personas? ¿Cómo no dudar de todo el caso después de escuchar a Soza y Ormachea?

Séptima certeza: la “justicia” en Bolivia es terrorista porque causa terror. Séptima duda: no sabemos si este caso acabará cuando Bolivia celebre su Bicentenario. Es tan terrorífica que cuando declare culpable a un imputado éste ya habrá excedido los años que debía cumplir en la cárcel si hubiera sido sentenciado; y si lo declaran inocente, habrá perdido 16 años de su vida porque ningún Estado indemniza prolongando la vida de un inocente o rejuveneciéndolo.
Octava certeza: retrocedimos en la institucionalidad del Estado, se sigue enjuiciando a las personas por su ideología y no por sus hechos. Ayer los neoliberales corretearon a los izquierdistas, hoy éstos corretean a los derechistas o autonomistas. Octava duda; ¿tendremos algún día un Estado que juzgue a las personas por sus hechos y no por sus ideas ni sueños?

Novena certeza: es tiempo de que intervengan el Defensor del Pueblo y Derechos Humanos para ayudar a encontrar justicia y esclarecer el caso, los derechistas y extranjeros también son humanos y también son pueblo. Novena duda: ¿lo harán?