Opinion

ERBOL EN OCTUBRE
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Viernes, 27 Septiembre, 2013 - 20:48

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Gladys Mita entró apresurada a la oficina, ojos acuosos y voz quebrada habló: “no podemos irnos, Andrés, la gente nos está llamando para que nos quedemos”. Era domingo 12 de Octubre de 2003, el día más sangriento de la masacre en El Alto. A eso de las 23.00 ERBOL se había convertido en una gigantesca asamblea virtual donde la gente unía sus voces para darse aliento contra el masacrador.

En ese instante, Consuelo Aruquipa estaba en cabina dialogaba al aire con una oyente que suplicaba llorando: “No se vayan, no nos dejen, escuchen los disparos, los militares se quieren entrar a nuestras casas para matarnos”. Habían decidido practicar el terrorismo psicológico tras fracasar en el operativo de las cisternas (el “comboy de la muerte”) que transportaban gasolina a la Sede de Gobierno. Llamé a la planta de transmisión para que ERBOL funcione 24 horas. “¿Hasta cuándo?”, preguntó Porfirió. “Hasta que acabe todo esto”.

Horas antes, cuando los muertos comenzaron a contarse por decenas, habíamos decidido con René Zeballos, Director Ejecutivo de Erbol ese entonces, informar describiendo los hechos por su nombre: “masacre”; y no repetir la palabra del gobierno: “enfrentamiento”, porque disfrazaba la mentira de verdad, diría el filósofo Ludwig Wittgenstein. ¿Cómo repetir enfrentamiento, luego de escuchar el relato de uno de los reporteros ciudadanos? “En este momento, una mujer de pollera se pone frente a un tanque, al que golpea con un palo de escoba intentado detenerlo; y como escuchan, las balas no paran y hay varios muertos y heridos”. La teoría de la relatividad que sostiene que todos tienen su verdad demostró más que nunca ser relativa y el gobierno se hundió en su “verdad”: “en El Alto hay un enfrentamiento entre cuatro terroristas y las fuerzas del orden”.

De rato en rato se escuchaba el ulular de las sirenas de las ambulancias sobre la avenida Camacho y la calle Sucre y La Paz parecía abofeteada por el miedo. De rato en rato también sonaban los teléfonos y se escuchaban voces cavernosas, gangosas, graves con un solo mensaje: “¡Cállense carajo o los callamos!”, “¡Chino de mierda, despídete de tu vida!”. “¡Vamos a tomar ahorita la radio y los vamos a matar, pendejos!”. Augusto Peña, que durmió en la radio al igual que todos entre ese domingo y el viernes 17, armó una reunión para reorganizar el equipo. “No es obligatorio quedarse, los que quieren pueden irse a sus casas”. Gladys, Consuelo, Jorge Figueroa, Eddy Andrade, Edwin Siles y Víctor Hugo Chávez decidieron quedarse al “pie del micrófono”. No recuerdo a quién se le ocurrió llamar al cura Guillermo Siles para que venga. “Tal vez los que quieren asaltar la radio respeten a un cura, al menos los va a distraer con sus plegarias mientras nosotros escapamos”, bromearon. En menos de 15 minutos, Guillermo estaba en la radio, armado de su biblia.

El lunes 13 de octubre, el Ministro de Salud exigió al aire a Erbol: “pongan música en lugar de informar, están alarmando a la gente”. Inmediatamente, llovieron los telefonazos: “no pongan música, sigan informando por favor, nosotros los defenderemos”.

El viernes 10 de Octubre, cuando la democracia cumplió 21 años, hicimos un programa en homenaje a las mujeres mineras que tumbaron a Banzer con una huelga de hambre. Esa tarde noche, una oyente sentenció: “Una huelga derrocó a Banzer, otra huelga derrocará a Goni”. A eso de las 21.30, Jorge y Gladys, que acompañaron a la señora Nelly de Romero a su casa en El Alto, fueron interceptados por un grupo de militares. "En éste momento los militares nos apuntan con armas de fuego, sacamos las credenciales y aún así nos siguen apuntando y nos exigen parar la transmisión”, reportó Gladys; en segundo plano se escuchaban los gritos nerviosos de Jorge: “¡prensa, prensa, prensa!”.

Una semana después, el viernes 17 de Octubre, Goni huía del país derrotado por la resistencia popular y una huelga de hambre. Diez años después, cambiaron muchas cosas, pero los principios de ERBOL siguen intactos, este pedacito de esos días de radio lo demuestra.