Opinion

¿DIPUTADOS UNINOMINALES O LEVANTAMANOS?
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Domingo, 11 Mayo, 2014 - 09:36

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Los parlamentos son el primer poder de un Estado porque sus integrantes son elegidos por los ciudadanos para defender sus derechos de posibles abusos del gobierno o de otros poderes legales o fácticos. Son elegidos también para que canalicen las opiniones de sus electores y conviertan los sueños de éstos en leyes o medidas, evitando privilegiados en desmedro de las mayorías.

En el caso boliviano, los candidatos a la Asamblea Legislativa no son preseleccionados por la ciudadanía, sino por un jefe, líder o un partido, (claro, hay excepciones). Vale decir, te ofrecen a sus postulantes en listas cerradas o abiertas para que los elijas.

En la Cámara Alta hay cuatro senadores por departamento. Votas por ellos sin conocerlos ni haber leído sus propuestas (si tienen), ni haber visto siquiera una fotografía en la papeleta. Reciben voto indirecto porque su escaño depende del apoyo que haya para el candidato presidencial y a veces vicepresidencial. De esta forma tenemos la sensación democrática de haber elegido a 36.

En la Cámara Baja hay 130 diputados, que son seleccionados en tres tipos de listas. La primera es cerrada. En ella figuran 60 asambleistas “invisibles”. A estos los eliges “sin querer queriendo” (diría nuestro Chavo, cuya salud ojalá mejore pronto) porque al votar por los presidenciables votas, automáticamente, por ellos. En otras palabras, no los preseleccionas ni los conoces, pero hacen que los elijas.

La segunda lista está compuesta por siete diputados de circunscripciones especiales. Podríamos decir que son elegidos casi de forma directa por los pueblos indígenas. Aunque en el papel éstos son 36, pero no tienen 36 asambleistas, uno por pueblo como diría la lógica, sino sólo 7.

La tercera lista está integrada por 63 parlamentarios llamados uninominales. Como a los 36 Senadores y 53 diputados ya los elegimos bajo el principio de representación geográfica, antes que poblacional, y a los “especiales” también, el sistema boliviano nos facilita una lista abierta de aspirantes para que demos de forma directa nuestro voto al “honorable” que velará por nuestro futuro. 

Para que la elección de éstos sea proporcional y sistematizada, el Estado nos cuenta en un Censo, nos divide en territorios (circunscripciones), según la cantidad de población, y nos asigna un diputado.

A diferencia  de los otros asambleístas, a éstos sí los conocemos y los elegimos viendo su fotografía en la papeleta. En teoría es la representación más cercana que tenemos, pero en realidad es la más lejana porque casi siempre vive cerca “del dedo” que los puso como candidatos (por supuesto, hay excepciones).

Dadas las características de su elección, deberían practicar la democracia participativa, consultando a sus electores sobre temas fundamentales, ya sea una ley, una propuesta o una medida para resolver algún problema del país. La tecnología facilita ahora muchas posibilidades de interacción.

Sin embargo, no es así. Para disimular, la Asamblea se inventó la “semana regional” a fin de dar la impresión de que se cumple con la misión de ver las necesidades de los electores. Si fuera verdad, los asambleístas escucharían las aspiraciones de la sociedad y  no serían considerados como unos “levantamanos”, tendrían más ideas para debatir, equilibrar los poderes, cualificar la democracia y elegir a las personas adecuadas en los cargos importantes.

Gran parte de los asambleístas, no sólo los “Unis”, olvida que la democracia es el gobierno de la opinión pública. Claro que para ese nivel de concepción y participación social se necesitan partidos con mentalidad acorde al Siglo XXI.

El último asambleísta que sintonizó con los sentimientos de su pueblo antes que con el del jefe de su organización política no fue precisamente un “uni, sino un senador, Eduardo Maldonado (Potosino y del MAS). Pero la dictadura partidaria lo “trituró” para que nadie más pueda seguir su ejemplo.

En las elecciones del próximo 12 de Octubre, el ciudadano debe hacer una minuciosa revisión de la hoja de vida de los aspirantes para cerrar el paso a los “levantamanos”.