Opinion

CANDIDATOS DE LA OPOSICIÓN
Tinku Verbal
Andrés Gómez Vela
Viernes, 18 Abril, 2014 - 20:17

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Cuando el 22 de octubre de 2009 el MAS y Evo Morales abrieron sus brazos para acoger a dirigentes del grupo racista Unión Juvenil Cruceñista (UJC) comenzaron a caer las fronteras ideológicas. Terminaron de derrumbarse el 20 de septiembre del año pasado, en el almuerzo que sostuvo el Jefe del Estado y Jefe masista con la cúpula del empresariado cruceño. El pragmatismo hizo que los enemigos se vuelvan amigos.

Ese fenómeno, que contradice la supuesta polarización del país, se reproduce hoy entre dos políticos: uno que gestó, en cierta medida, el proceso de cambio y otro que se gestó contra ese proceso. Juan del Granado y Rubén Costas vienen de dos cunas políticas contrapuestas y desde hace semanas intentan un destino común.  

¿Qué es lo que los une hoy? En primer lugar, los une lo que ayer los dividía: Evo Morales, a quién quieren derrotar en las urnas. Bajo esa perspectiva, también los une el sueño de sumar sus votos, logrados en anteriores elecciones. 

Del Granado ganó dos contiendas en La Paz, la última vez con el 45% en diciembre de 2004. Su gestión, considerada como el mejor del país en ese momento por el propio presidente Morales, causó el triunfo de Luis Revilla en las elecciones de abril de 2010 con el 48.5%.

Rubén Costas ganó también en dos ocasiones. La última vez se impuso en abril de 2010 con el 54%, convirtiéndose en el primer gobernador electo del departamento de Santa Cruz y el único que no pudo ser tumbado por el actual gobierno.

La idea de poner los votos regionales en una olla común para lograr apoyo nacional se ratifica con la presencia de Ernesto Suárez, exgobernador del Beni derrocado por el MAS, que ganó con el 42.5% los comicios de abril de 2010.

Si la suma fuera automática, una alianza entre estos tres políticos terminaría dándoles, para empezar, el triunfo en La Paz, Santa Cruz y Beni. Sin embargo, a veces las sumas restan. Vale decir, los electores que votaron por esos líderes, probablemente, no vuelvan a apoyarlos en rechazo a su alianza. Por ejemplo, puede ser que electores del MSM no perdonen el lenguaje racista y regionalista del Costas de hace tiempo (ahora cambió mucho) y vuelvan a votar por el MAS; o los votantes de demócratas consideren a Del Granado un camuflado masista y se pasen al Frente Amplio.

Los electores clásicos se guían por sus tendencias (derechistas, izquierdistas, centro), pero me da la impresión que está naciendo un electorado más pragmático que busca eficiencia, honestidad y coherencia en un político. 

Este nuevo elector no sólo es resultado de los 500 años de opresión, ni de las dictaduras, ni del inhumano neoliberalismo, sino también de nueve años de masismo. No me refiero a la edad, sino a la experiencia que acumuló en diferentes tiempos electorales por lo que valora más la gestión que resuelve problemas y no tanto la ideología que enfrenta.

Sin embargo, una cosa son las elecciones municipales y otra las presidenciales. Quizás los electores quieren a Juan y Rubén sólo como alcalde y gobernador y no en Palacio. En ese caso, puede ser el momento de Samuel Doria Medina, que intenta legitimarse como candidato con un método hecho a su medida: una encuesta que elegirá al más conocido, pero tal vez no al más indicado.

Ni Costas ni Del Granado se acercaron, hasta el momento, a Doria Medina. ¿Por qué? Probablemente porque no tiene caudal electoral, al menos hasta ahora no ganó ninguna elección, ni siquiera con el MIR. En los comicios de diciembre de 2009 obtuvo apenas el 7%. Tampoco tiene gestión para mostrar, el último recuerdo público de esta parte de su vida data de la anatomizada privatización.

Obvio, el panorama ahora es diferente. Tal vez el 26% logrado en 2009 por Manfred Reyes Villa lo capitalice Samuel, lo que le significaría una base de partida del 30%. 

Pero, otra vez, en política las sumas no son automáticas. Puede que ese 26% se disperse entre los otros candidatos. 

Por ahora, la única realidad palpable es que las fronteras ideológicas cayeron y el discurso de derechas e izquierdas es cada vez más vacuo.