- 4908 lecturas
Qué es lo que movió al régimen planificar, desarrollar y provocar los luctuosos hechos de Porvenir en septiembre del 2008? A lo largo de estos años se han probado decenas de explicaciones para condenar o justificar la confrontación fratricida entre hermanos bolivianos. A un octenio de los sucesos ensayaré algunos elementos que intenten explicar esta tragedia.
1) Contexto. Entre el 2005 y el 2008, el país vivía una situación de empate político como resultado de los resultados electorales para presidente el 2005, elecciones para la instalación de la asamblea constituyente el 2006, los referéndum autonómicos del 2008 y el referéndum revocatorio del mismo año. Si bien el MAS ganaba con holgura estos eventos electorales en la parte occidental de Bolivia, la situación no era la misma en Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Chuquisaca donde perdía o su victoria raspaba los mínimos expectables. Un régimen que, desde que entró al gobierno, demostró su determinación de copar y dominara todos los espacios de poder, no podía soportar la disidencia. O todo o nada, era la consigna que movía a los operadores políticos. La democracia, sus instituciones y todo lo que se oponga a sus planes debían ser doblegados, sometidos y anulados
2) El odio como motivo y motor. Como se sabe, en política el odio no es de derecha ni de izquierda, sino un catalizador que activa rencores y mediocridades sociales, apuntándolos contra determinados y supuestos culpables de nuestros propios errores. El odio busca culpables de mi tragedia como forma de expiar mis frustraciones. El odio empieza en la palabra, pasa por la división de la sociedad y termina en actos de confrontación entre las “facciones víctimas y culpables”. Emilio Serra Villafane (2005) en su libro “LA VIOLENCIA Y EL ODIO Y SU PAPEL EN LA POLÍTICA DEL MUNDO ACTUAL” dice que a “esto lo llamamos ideologización de la guerra, e institucionalización del odio como instrumento de la política. Para Serra, cuando el odio es instrumento para la toma y copamiento del poder político, los predicadores del odio tienen sus profetas a los que exaltan como los modelos a seguir. Por ejemplo, usan el manifiesto del «Che» Guevara «odio implacable de los desheredados», como el himno al «odio que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar». Hacen loas al explosivo prólogo de Sartre al libro de Franz Fanón, “Los condenados de la tierra”, en el que el filósofo francés explica, entusiasmado, que los pueblos que han vivido hasta ahora oprimidos sólo podrán hallarse a sí mismos en la sangre de los colonizadores”. Según Herbert Luthy, los grandes manipuladores del odio no tienen nada de ingenuos, sino que son demagogos y fríos técnicos del poder.”
3) Para romper este “empate catastrófico”, como diagnosticó el propio Vicepresidente, el régimen uso el odio y su institucionalización como instrumento de la política. Pando, como el eslabón más débil de la cadena de resistencia, fue el lugar escogido para aplicar la fórmula que luego se repetiría en todos los demás departamentos y sectores opositores. Todo el aparato estatal se organizó y movió para mostrar su poder, su fuerza e implacabilidad. Bajo la lógica de que el régimen tiene mártires y héroes, la muerte no era barrera sino el cultivo para justificar el odio de los desposeídos en contra de sus verdugos. La fórmula del odio diseñada para acabar con la disidencia tenía y tiene esta cadena de acumulación violenta:
provocación- radicalización- confrontación- muerte- estigmatización- persecución- judicialización- apresamiento- silenciamiento- dominación.
Con esta fórmula fueron cayendo los espacios de oposición al régimen. Después de Pando, el dominó de la resistencia cayó uno a uno sin que el régimen se inmutara en la aplicación fría de la cadena. Muertos, perseguidos, exiliados y apresados son los trofeos que enarbola el régimen como muestras de su victoria. Han pasado ocho años y hay que reconocer que el régimen domina, pero no es hegemónico. La opción de la violación en vez de la seducción, le dio resultados, pero no le garantizan la legitimidad que hacen a los gobiernos democráticos de hecho y no solo de palabra. Los sucesos con los indígenas del TIPNIS o los últimos eventos con los cooperativistas mineros son la muestra que la dominación funciona, pero también que la paz no se construye en base a los ataúdes o cárceles de injusticia.
Leopoldo Fernández, ex gobernador de Pando y acusado por el Gobierno como el autor de lo que se denominó la masacre de Porvenir, preso ocho años sin juicio transparente, en una entrevista en su arresto domiciliario y ante la pregunta si, después de todo lo sucedido, el odio estaba enraizado en su ser, respondió: “cuando odias a una persona, odias algo de ella que forma parte de ti mismo. Lo que no forma parte de nosotros no nos molesta. No podemos responder al odio con más odio, es tarea de los que creemos en la democracia como opción de vida, cultivar la tolerancia, el respeto por la vida y sembrar futuro de esperanza donde las diferencias en vez de ser obstáculos sean potencialidades que saquen a la patria del atraso. La pobreza, termina, no puede ser pretexto para endiosar a la demagogia, violencia y muerte. Debemos formar nuevos líderes y cuadros que hagan de la construcción de la Republica y del Estado de Derecho una opción radical de vida”
- 4908 lecturas