- 5792 lecturas
El señor 10 por ciento prolifera en muchas regiones del país y en algunos países vecinos. Ejerce un cargo público, pero en los hechos es un “recaudador” de fondos y recursos para la máxima autoridad ejecutiva.
Es un especialista en la coima, en el chantaje, en la presión y sobre todo, en el cobro de las dádivas sin dejar rastros. No gira facturas ni firma contratos ni documentos que lo delate. Cuida todos los detalles para no ser descubierto.
Es militante político, hombre de confianza de la autoridad, muchas veces amigo de infancia, colegio, universidad o simplemente vecino de barrio. Donde el político se acomoda en un cargo público, el Señor 10 por ciento es convocado para cumplir con el trabajo que domina.
¿Cuál es el modus operandi de este personaje? La institución pública convoca a licitación pública para la adjudicación de una obra, material de construcción, servicios u otros requerimientos. Pero esta convocatoria sólo es para cumplir con la norma, para decir que todo el proceso fue transparente, pero en realidad, muchas empresas que cumplen con todos los requisitos quedan fuera de la adjudicación sin explicación alguna. ¿Cómo ganan las otras aspirantes? Pues ahí está el negocio. El hombre de los billetes exige un 10% del valor total de la adjudicación por adelantado. Caso contrario no hay trato.
Los montos no son nada despreciables. No hay obra que no cueste de 100 mil dólares para arriba. Otras pasan del medio millón de dólares. Calcule el 10% y ya sabe de la friolera que se recauda. Pero no olvide que eso sólo es de una obra, en un año de gestión se adjudican más de una veintena de licitaciones.
Cuentan que uno de ellos vivía en la zona San Pedro de La Paz y cada mañana subía a la ciudad de El Alto a trabajar. Era funcionario público, su cargo: “recaudador” de fondos para la máxima autoridad ejecutiva.
Otro lamenta que un burgomaestre de profesión galeno dejó a varios microempresarios colgados con grandes deudas en El Alto. Le dieron el 10% pero la autoridad no les cumplió. Los estafó con la ejecución de varias obras porque no les pagó. No pueden denunciarlo por temor a ser descubiertos como parte del negociado. Pero no descartan el “ajuste de cuentas” como la única salida para recuperar los daños y perjuicios ocasionados. La cosa es seria y peligrosa.
Un transportista boliviano recuerda que su hermana contrajo matrimonio con un dentista peruano quien estudió en la UMSA de La Paz. El odontólogo volvió a su país para hacer una carrera política. Pero antes de habilitarse como candidato a alcalde, el dentista de marras sacó un gran préstamo del banco para comprarse dos casas y otros bienes. Es decir, se endeudó con la seguridad de recuperar todo cuando sea autoridad. “Mi cuñado ahora es alcalde y en un año duplicó sus ganancias pagando toda la deuda al banco porque cobra el 20% por cada obra adjudicada”, comentó hace un tiempo.
El Señor 10 por ciento pulula por todas las instituciones públicas. Hace pocos días me costó creer que eso pasa en una institución paceña de mucho prestigio. “Pero dicen que son transparentes y hacen obras para la ciudad”, comenté. “Ahí es igual o peor. El 10% es el principal negocio que tienen”, retrucaron.
Cómo controlar, qué hacer, algo que es vox populi en esferas públicas. Todos callan porque son parte de la corrupción. Lo cierto es que hace mucho tiempo la política se ha convertido en un gran negociado. ¿Será por eso que todos quieren ser candidatos?
Edgar Toro Lanza es periodista
- 5792 lecturas