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Ya se constituyó el Tribunal Supremo Electoral y conocimos ya las primeras declaraciones de su Presidenta, Katia Uriona.
Según una entrevista publicada por La Razón en Julio 29 del año en curso, “La nueva presidenta del Tribunal Supremo Electoral considera que otras formas de democracia que no son representativas también deben ser democratizadas al incluir a las mujeres y los jóvenes”.
Dado que a lo ancho y largo del planeta, la crisis de representación es un factor que se le viene criticando al proceso moderno de construcción de lo político vigente, toda forma social que va generando representación política, necesariamente debe democratizarse. Afortunadamente, las declaraciones citadas denotan haber tomado nota de la necesidad de profundización democrática.
Dado el trabajo interpoblacional, intersectorial y multidimensional de desarrollo en mi experiencia de producción de inclusión social, entiendo que mi percepción de aquello que podríamos definir como procesos de democratización difiere en varios aspectos de aquellas que se articulan en partidos políticos y agrupaciones ciudadanas, entendidas dentro de éstas, los movimientos sociales, las organizaciones, las representaciones sectoriales, etc.,que son las instancias activas y potentes de promoción de actores y actoras políticos y sociales y que, justamente por ello, son las instancias con las que entidades como el Órgano Electoral, debaten la pertinencia de sus decisiones y acciones.
Coincido con la percepción de Katia Uriona, en sentido de que todas las instancias citadas deben necesariamente democratizarse. Que la perspectiva de esa democratización se visualice como la inclusión de mujeres y jóvenes me parece desesperanzadoramente insuficiente. Sería una oportunidad de diversificación perdida, no promover decididamente la participación de la diversidad de bolivianas y bolivianas, que es lo que demandan las crisis actuales, incluyendo sus necesidades de desarrollo entre las necesidades de las bolivianas y bolivianos que ya participan en dichos espacios.
Constituye una necesidad recuperar el sentido inicial de la representación a la que aluden las democracias liberales, incorporando a la participación y al voteo, una articulación real y equilibrada entre necesidades de desarrollo particulares y necesidades sociales de los grupos sociales, incluyendo aquellas, que por efectos de la exclusión que debilita voces, invisibiliza existencias y genera ausencias, no encuentran debida y potentemente representadas sus necesidades de desarrollo en el proceso de toma de decisiones.
El estado, en tanto producto político síntesis de las articulaciones de la base social, tiene como necesidad, en el sentido de mandato y esencia, una búsqueda activa del equilibrio: regular a los ya potentes para que los procesos de desarrollo no se constituyan en universalizaciones arbitrariasde necesidades y visiones de particulares, ampliar las voces débiles, visibilizar presencias devaluadas, eliminar las ausencias y establecer horizontes de desarrollo en perspectiva de la realización de necesidades, esta vez sí, del pueblo: las mujeres, las y los jóvenes, las trabajadoras y los trabajadores, las personas con capacidades diferentes, las personas con diferentes construcciones de género y sexualidades, y un largo etc. poblacional que alude a la base social de todo estado en toda su diversidad.
Sin embargo, para polemizar sobre necesidades, el primer trabajo fundamental es salir del horizonte de la demanda inmediata, articular las vivencias particulares en un horizonte de desarrollo próximo, no solamente en el sentido de un proyecto económico, o social, o cultural específicos, sino fundamentalmente, dentro de un proyecto de humanización, porque, humanas y humanos somos y así nos vamos haciendo. Existiendo diferentes proyectos de humanización y concepciones sociales en el horizonte, el Estado, como síntesis de esa diversidad de visiones, debe profundizar del debate, abandonando cualquier tentación doctrinaria, porque ello constituye la esencia de haber sido forjado como síntesis de las representaciones.
En dicha perspectiva, la búsqueda de equilibrio trasciende el ámbito cuantitativo en el cual parece haberse estancado la democracia vigente, en tanto la correlación mayoría-minoría parece haberse agotado como alternativa de soluciones. Impele otorgarle alguna relevancia a la articulación entre necesidades y horizontes de desarrollo. En dicha perspectiva, la inclusión social, cómo nuevo horizonte de desarrollo, de repensar lo humano, sus devenires y sus perspectivas, asumen una dimensión paradigmática que también se expresa en lo político, ya no como la práctica que conocemos, sino como estrategia de realización de necesidades en un universo atiborrado de diversidades.
La construcción de representatividad legítima que se demanda desde la crisis moderna tiene varios retos. A manera de ejercicio y tomando como ejemplo los dos grupos poblacionales citados por Uriona, efectivamente es necesarioampliar la participación y la valorización de sectores como los de las mujeres. Pero ahí no acaba la cosa. Esta recuperación de la participación debe superar el que representaciones que surgen desde lo particular, es decir desde vivencias y horizontes particulares que configuran necesidades particulares que pueden ser de partido, de cultura, de clase, generacional, etc., adquieran, vía acceso al poder, connotaciones universales en la gestión de políticas públicas.Es necesario generar condiciones de ejercicio de la política que orienten estas representaciones hacia la tarea de responder a las necesidades de desarrollo de la diversidad de mujeres que constituyen la bolivianidad de hecho: algunas ya incluidas y seguramente por ello elegidas representantes o en proceso de ser elegidas como tales, otras en procesos de inclusión y por lo tanto sus voces presentes en partidos, agrupaciones, organizaciones, etc. y, demasiadas aún,invisibilizadas por la exclusión social pero no por ello inexistentes o su participación innecesaria.
La misma lógica puede aplicarse a todo proceso de constitución de representación y de participación política, se encuentren éstas establecidas ya o sean procesos emergentes. Este cambio, que implicaría reposicionamiento en tanto posibilidad de ampliación de los horizontes de vida, antes limitados por la particularidad de la experiencia específica, demanda un estado que produzca y provea información, sobre todo sobre las necesidades de desarrollo de aquellas voces que no se oyen en lo cotidiano, de las presencias que participan devaluadas o de las ausencias que generan vacío. Un estado que asuma que el origen de toda representación, en el horizonte mayoría-minoría, nunca es universal ni es deseable que lo sea.
La función del Estado de proveer información abarca también nutrir de otra manera los horizontes de desarrollo y las decisiones de las y los representantes: información sobre las vicisitudes, aconteceres, ventajas y desventajas de los horizontes de desarrollo a los que pueden orientarse las decisiones de las y los representantes. Seguramente, ellas y ellos vendrán ya, sobre todo las representaciones potentes, con sus propios horizontes de desarrollo, económicas, políticas, culturales… El Estado no puede constituirse en un promotor de los proyectos particulares de aquellas y aquellos a quienes se ha delegado representatividad, en tanto esto sería usar el poder del estado para universalizar particularidades, algo que ya le ha sido ampliamente criticado a la modernidad occidental.
Insisto, las personas en cuya inclusión me involucro, existen. Sin duda viven en cada barrio de cada uno de los municipios que constituyen nuestro mapa político. Sin embargo no son convocadas para conocer, debatir o tomar decisiones y sus necesidades no están incluidas en las demandas barriales o municipales. A muchas de ellas les han demandado el voto y ellas lo han dado, pero sus necesidades han desaparecido en las decisiones articuladas, en los presupuestos asignados, en las obras entregadas.
Junto a los grupos excluidos, existe un enorme conjunto poblacional, que en tanto no vota, no participa en estas articulaciones de necesidades que tienen un tufo adulto-centrista: La infancia y la adolescencia. Las reglas del estado moderno condicionan su ausencia y callan sus voces. Esas mismas reglas dicen que el mundo adulto es responsable de ellas y por ello le ha delegado la responsabilidad de su desarrollo. La calidad real de las condiciones de realización de las necesidades de las niñas, los niños y las y los adolescentes, dice mucho y mal sobre la irresponsabilidad con que el mundo adulto opera esta representación. Otro reto.
Parece ser que en el mundo entero, los grupos políticamente potentes no tienen interés real en conocer sobre las necesidades de desarrollo globales de los estados o las necesidades de las y los excluidos. No superan los límites de sus articulaciones endógenas, sean estas partidarias o sectoriales, dos maneras de decir lo mismo pero de otro modo.Y esto ocurre pese a que toda organización social tiene un alto porcentaje de integrantes que son atravesados por la exclusión social propia o de allegados. Pero no lo perciben así, y si logran percibirlo, no valoran la inmensidad de su importancia. Tal vez porque los movimientos internos no generan retos de desarrollo, se limitar a plantear demandas de atención. Esta fractura perceptualen las posibilidades de plantear horizontes de desarrollo que superen lo particular, debiera considerarse cuando se piensa profundizar los procesos de democratización.
En el proceso de su integración a la sociedad, algunas personas de poblaciones en situación de exclusión social asumen representaciones partidarias o sectoriales. En muy raras ocasiones esta estrategia es asumida por los partidos políticos desde una visión de desarrollo incluyente. Generalmente la asumen desde una perspectiva pragmática: cuando alguna influencia positiva tendrá en el conteo de votos.Así y todo podría ser una oportunidad incluyente, si en la gestión de representación, vivencias particulares de cómo vivió la persona elegida la exclusión o su integración no pretendieran convertirse en norma, ley, política social, esto es, nuevamente articulando como universal, algo que corresponde a la dimensión particular de existencia.
Este movimiento, la pretensión de convertir lo particular en verdad universal, que ocurre no solo en las realidades de grupos construyendo su inclusión social y que tanto le hemos reprochado al eurocentrismo, corroe una representación diversificada de las necesidades de la base social.
Utilizando otro grupo citado por Uriona, diré que somos pues efectivamente el algo iguales, siendo jóvenes por ejemplo, pero las vivencias de juventud son muy diversificadas: no es la misma la vivencia de ser joven urbano o ser joven rural, o joven camba o tarijeño, o joven mujer o varón, o joven ciega que joven con síndrome de Down, o joven con enanismo o joven viviendo violencia o migración... El reto de la representatividad entonces, trasciende la acción de traer a los jóvenes a las decisiones, porque algunas y algunos llegarán con sus horizontes particulares. Hay que traer además la diversidad de las necesidades de las juventudes e ir trayendo a las jóvenes y los jóvenes que personifican esas diversidades.
También hay retos cuantitativos. Tanto se alude al pueblo. El TSE se encuentra en la posibilidad de visibilizar y transparentar para el pueblo, la base social real que se mueve en cada partido, en cada organización, en cada movimiento, en cada sector, así como los mecanismos reales con los que gestiona, y sostiene, la representación. Obviamente, es necesario regular los procesos electorales internos, así como los procesos de toma de decisión, en tanto no son lo mismo y en tanto constituyen procesos de formación o deformación política de hecho. También para darle un lugar real a la representación que cada partido u organización proclama, a mi juicio, de manera en exceso inflada y mediante mecanismos políticamente insalubres. Tal vez así las diferentes formas de organización social se preocupen efectivamente de ampliar y diversificar sus bases sociales y sus horizontes de debate y toma de decisiones.
Queda otro reto mayúsculo vigente, en el cual no voy a profundizar en esta oportunidad por lo complejísimo que es, lo profundamente que está arraigado en la cultura política y la forma ya legítima en que se ha establecido en las prácticas: el clientelismo en la generación de representación, de propuesta y de acción política, que ha convertido los votos en mercancía, las decisiones en capital y al estado, en mercado.
No sé si a “actoras y actores políticos” con quienes el TSE dice que se reunirá para buscar soluciones a las crisis, les interesen estos temas o los consideren relevantes.En el momento actual en el que se encuentran, por lo menos intuyen que los mecanismos por los cuales lograron representación se encuentran en crisis y tal vez optensolamente a pasar el temporal con la ilusión que el agua no pasará del pecho. Tengo fundadas dudas de que se encuentren en predisposición de asumir cambios sustantivos.
La inclusión de lo político en la política, la discusión de la relación entre necesidades y producción de representaciones, decisiones y acciones, es posible desde varios lugares y en diversos momentos. No son oportunidades lo que falta. Hasta ahora han faltado visiones y voluntades.
Me ha sido esperanzador leer que la sala plena se plantea tareas emergentes, inmediatas y coyunturales sin perder de vista el momento histórico en que les toca atender dichas coyunturas, un momento histórico que demanda calidad de participación y representación, cantidades reales y diversificación de la participación de manera complementaria, tomándose esto de la profundización democrática con la seriedad que demandan las crisis actuales. Que el universo les sea propicio.
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