Opinion

TODOS SANTOS, FIESTA DE LOS MUERTOS
El Púlpito
Guillermo Siles Paz, OMI
Lunes, 28 Octubre, 2013 - 12:42

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Nadie puede negar que, antes de la llegada de los españoles a nuestro continente, los  pueblos indígenas vivieran una experiencia muy particular sobre el culto a los muertos. Si bien es cierto hoy está mezclado con todo un ropaje cristiano, no ha dejado en esencial ser esta, la fiesta de los muertos. Aunque ciertamente han logrado coincidir ciertas comprensiones con el mundo cristiano, hoy se cohabita esta realidad de fe cristiana con una profunda tradición cultural, que poco a poco también toma una expresión diferente.

Cuando uno se encuentra en medio de las culturas como aztecas o la de los incas, o de la amazonia, uno puede darse cuenta que la vivencia y la forma de entender la muerte, es casi idéntica, o tal vez tiene el mismo origen. Hoy lo vemos en sus manifestaciones particulares, con simples matices y diferenciados por su contexto físico y geográfico.

¿Cómo se entiende la muerte para el pueblo originario de este continente?, simplemente como una ruptura temporal y física, pero que tiene un eterno retorno. No tiene plena relación a lo que algunos filósofos lo plantean, además que el pensamiento indígena tiene orígenes remotos. Pero ciertamente la vida es un círculo, que el hombre vuelve en ciclos y se empodera de sus bienes temporales y retorna a su estado diferente.

La muerte eterna, no existe porque cada ser, desde su presencia humana ha sellado en la vida un espacio y ha dejado una serie de vivencias, imposibles de olvidar. Por eso es que toda persona, espera el día de los difuntos, porque su ser querido compartirá unas horas. Su presencia está marcada por una serie de símbolos,  gestos y fenómenos percibidos durante estas horas.

Por lo tanto, el día de los difuntos, es día de  la fiesta de los muertos. Mirando en las casas lo que suelen hacer.  Se pone la mesa o altar del ser querido. Esta mesa, refleja como el ágape para el difunto. Como llega el 1 de noviembre al medio día, debe haber todas las comidas que le gustaban; muchas figuras que recuerdan a los parientes relacionados,  son hechos en masa de pan “T’anta wawas”. Como relacionando la mesa terrenal con lo divino, están una cruz, una escalera; el sol y la luna. Pero luego hay varias figuras que recuerdan el entorno mágico de la fiesta. Estos símbolos que hacen realidad un retorno agradable. 

Otro símbolo muy fuerte que refuerza la fiesta de los muertos es la presencia de los familiares, y tiene que ver con los tiempos. Si el difunto  falleció no más de un año, entonces la presencia es muy significativa y resalta la presencia muy marcada de la mayoría de los seres queridos. Podríamos decir que es el encuentro familiar. La memoria se hace una presente.

Durante 24 horas, los difuntos han vuelto y comparten todo lo que se le ha preparado. La mesa está servida y los comensales se ponen a orar, rezar  y meditar. Cada momento es nombrado y recordado. La relación de familia está dada, los vecinos se acercan y comparten, los amigos llegan de lejos. Pero como en todo encuentro, en nombre del difunto, se comparte. Al finalizar su presencia, entre la familia, se repartirá todo el banquete para dejar satisfechos a todos. Se dejará limpia la mesa y luego a visitar el cementerio.  Lo más llamativo de este momento, son los tipos de oración que se fueron cultivando, frases repetitivas e invocando siempre el bienestar del ser querido.

Para marcar su presencia cristiana, el día 2 de noviembre se pone una misa, recordando a todos los muertos de la familia, luego se visita el cementerio.  La palabra cementerio viene del griego “κοιμετεριον y/o νεκροταφείο”, que significa dormitorio porque, según nuestra creencia cristiana, en el cementerio, nuestros cuerpos duermen hasta el día de la resurrección.

Por esa razón, hoy podemos decir, que nuestras creencias cristianas, no son tan puras, al igual que nuestras costumbres ancestrales, están influenciadas por el cristianismo. Hoy habitamos en esta realidad, aceptamos la inmortalidad del alma. Comprendemos que la muerte es una separación temporal. A tanto así, que un día, todos lograremos estar nuevamente unidos.

Porque para el cristiano la muerte no es "nada del otro mundo", es parte de nuestra vida.  Jesús experimentó su muerte, venció la cruz, pero antes puso su esperanza plena en el Padre Dios. "Padre mío, si es posible, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú." (Mateo 26, 39). Por eso nosotros aprendemos a aceptar la muerte como algo que forma parte de la vida. Los cristianos sabemos que todo no se acaba con la muerte. Sabemos que el amor es más fuerte que la muerte.

Para el mundo cristiano, la muerte es la espera, hasta la “Parusía”, la segunda venida de Jesús resucitado. Como afirmamos será un regreso triunfal, para el establecimiento definitivo del Reino.

La mejor expresión de este contenido de esperanza nos lo dice, (Santiago 5,7-8) “Por lo tanto, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. He aquí, el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta que reciba las lluvias tempranas y tardías. Tengan también ustedes paciencia; firme sus corazones, porque la venida del Señor está cerca.”

La Iglesia católica, durante todos los 5 siglos ha enseñado sobre la venida de Cristo. “Desde el Cielo, ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”. Entonces lo que debe llenar todos nuestros pensamientos, es la esperanza del encuentro y el regreso del Señor Jesús. Preparemos pues, nuestra vida dedicada a tener un rencuentro feliz. A seguir en fiesta.

Otro gesto permanente que lo tenemos en las misas. "Siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que el vuelva". Por eso pedimos "vivir siempre libres de pecado mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo".

La festividad de todos santos, ha vivido estos siglos, en medio de los fenómenos y expresiones de fe. Hoy va teniendo unas nuevas expresiones y se encuentra enfrentada con los cambios culturales. Pero no deja de ser, la espera en un ambiente de fiesta.

(*)Guillermo Siles es misionero y comunicador social.