Opinion

A ORURO EN SU DÍA
El Púlpito
Guillermo Siles Paz, OMI
Lunes, 10 Febrero, 2014 - 13:06

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Yo tengo la dicha de haber nacido el mismo día de su fiesta. Nací y me bauticé en Oruro. Así que nunca me olvido de celebrarme y celebrar a mi ciudad natal, me imprimió un carácter indeleble. Me he paseado por todo el país y viví todo el tiempo fuera, pero nunca me olvidé de lo que aprendí, conocí y disfruté. Siempre he estado atento a las noticias, los cambios y la realidad de los amigos.

Cuando llego a visitar mi ciudad, lo primero que pienso es, tomar mi agradable e inigualable api con pastel. Luego, ya estoy pensando comer el charque de llama, mejor si es en el norte, ahí lo hacen sabroso, disqué. Por la noche, no puedo olvidar pasearme por la calle 6 de octubre y esperar los rostros asados. Así termino mi día, comiendo algo que en ninguna parte del mundo será igual, o tal vez ni existirá.

Cuando mis amigos me preguntan, y ¿cómo es Oruro? Digo es bello, seco, pequeño, pero con muchas cosas por aprender. Las costumbres y tradiciones están entretejidas con una magia cultural y religiosa. Por eso, no olvido de contar la historia de la aparición de la Madre de Dios, a los pies del Socavón. Pero al contar sobre la Virgen, se me viene la nostalgia y el recuerdo de saber, que siempre fuimos protegidos por la Madre de Dios. Un Orureño, no ignora a su patrona y la festeja año tras año, con peregrinaciones, veladas y una majestuosa entrada folclórica, inimaginable para muchos. Solo hay que ver para sentir y nunca olvidar.

Cuando llega el momento de distraerse, ya sea un fin de semana o después de la semana santa, podemos ir a disfrutar de las dunas, galanes arenales que con los vientos serpenteados, forman bellos paisajes.  Si nos animamos, podemos hacer algunas figuras, algo artísticas. Ahí nos encontraremos y compartiremos, haremos amistad o simplemente ampliaremos nuestras relaciones.

Pero como toda torta tiene un cherry, ahí tenemos los orureños, unos admirables y curativos balnearios de aguas termales, que me recuerdan a mis abuelos y parientes, quienes se dejaron mineralizar sus cuerpos.  Son las aguas termales de Capachos y Obrajes que están ahí a pocos kilómetros de la ciudad, están esperando darte su calor y dejarte muy relajado para emprender otras jornadas de trabajo.

Pero si quiero pasear por la ciudad tengo que ir a ver, donde ha flameado por primera vez nuestra bandera nacional. Si, al Faro de Qhonchupata, desde allí puedo ver toda la ciudad. Paseando a su alrededor, se puede explicar también, que ahí cerquita, en el Teatro al aire libre, nacieron muchos artistas que nos dejaron sus composiciones, con nostalgia y su candor.  Al bajar se puede visitar algún museo, pero principalmente aquella casona de Patiño, y si me animo, me voy al sud y veo ese museo antropológico, enigmático y que explica mucho de su historia y la gran simbología mítica, de los andes.

Saliendo de la ciudad uno puede seguir conociendo las expresiones telúricas, sus montañas,  nevados y lagos, como el Uru Uru o el Poopó que sobreviven a toda la contaminación. O tal vez pasearme por el Rio desaguadero, recordando al sabroso pejerrey.  Pero si sigo la ruta, encontraré al majestuoso nevado del Sajama, que es testigo de la historia de un pueblo, luchando por no ser colonizado y mantener intacta su tradición.

Estas culturas milenarias son capaces de explicarte el origen de la vida, los cambios fenomenológicos, pero fundamentalmente la existencia del hombre. Son culturas profundamente espirituales, que tienen muchas expresiones puras y otras entremezcladas con el catolicismo. Están los aymaras, los quechuas y los Chipayas. Todos en su región reviven plenamente su cultura y dialogan entre sí. Es decir, que son plenamente ellos. Cuidan de sus animales, de los camélidos, que hoy representan la mayor población de la zona andina. Protegen y cultivan la agricultura, sobretodo de la quinua, el grano de oro.  Así sobrevivieron en el tiempo y hoy son el sustento del desarrollo de la región.

Ah, para entender el desarrollo, será necesario detenerse y explicar los detalles de lo que significa la minería en Oruro. Ahí está Huanuni, que hoy acoge a miles de mineros que luchan con la naturaleza para sacar riqueza y beneficia al país. Me doy la vuelta y aparezco en el Cañadón Antequera, y veo a miles de cooperativistas, que siguen exprimiendo a la Madre Tierra.  Pero, si viajas más allá encontrarás una mina de oro abandonada, que fue muy moderna, pero muy contaminante y despojó de las riquezas, dejando sólo algunas migajas. Nadie lo reclamó, solo la Pachamama aún clama.

Oruro tuvo el primer ferrocarril, que nos conectaba con el mar, hoy solo es parte de su historia. Sin embargo, fue parte del desarrollo. Los Orureños no se quedaron tranquilos, sino que dieron vida a las fronteras.  Las dos poblaciones más importantes del País, Pisiga y Tambo Quemado, traen mucho dinamismo económico. Miles de personas viven del fluido intercambio comercial. Es la ruta que lleva al desarrollo. Ambas poblaciones son las puertas abiertas, que permiten soñar en un Puerto Seco.

Así es mi Oruro. Cuando visites, no te olvides de ir al futbol y ver a su “V” azulada. Feliz día, Oruro querido.

Guillermo Siles Paz, OMI,
Misionero y comunicador social
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