Opinion

EN MEMORIA DEL CARDENAL JULIO TERRAZAS
El Púlpito
Guillermo Siles Paz
Martes, 7 Marzo, 2017 - 19:06

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Un día como hoy, 7 de marzo, nació el cardenal Julio Terrazas Sandoval. Nació en su querido Vallegrande, en medio de gente querida y sumido en una infinidad de tradiciones y costumbres que enorgullecen a ese digno pueblo.

Todos conocimos de su trayectoria, formación, y su acción pastoral. Muchos son los testimonios que durante estos años nos han deslumbrado, sobre todo por su alta sensibilidad social, cercanía a la gente sencilla y por buscar una nueva sociedad más justa y solidaria.

Su partida tan triste del 9 de diciembre de 2015 significó el silencio en diferentes ámbitos. El pueblo lloró porque él se constituyó en referente de la defensa de los derechos y libertades del pueblo. 

En los últimos años muchos han remarcado su profunda cercanía a la gente, que ya estaba presente desde sus inicios de su formación. Podríamos decir que no perdió su identidad y raíces. Sin embargo estuvo marcado por su formación moral desde sus inicios como Redentorista.  Trató de vivir sencillamente y en medio de la austeridad y preocupado por su celo apostólico. Su sueño siempre fue mantener a la iglesia en una misión permanente, acompañando a sus propios catequistas y celebrando la vida en medio de las comunidades, parroquias y misiones. 

Como pastor tuvo varias facetas y todas estuvieron llenas de sencillez, humanismo y encarnadas en la realidad. Cada faceta de su vida tiene un sello definido y muy comprometido. Él estuvo al servicio de los marginados y excluidos. Compartió su vida con campesinos, indígenas, mineros, obreros y el pueblo en general. Se dejó interpelar por la realidad, al parecer quiso ser un referente de dialogo, concertación y debate.

Nadie puede negar que como pastor intento guiar al Pueblo de Dios hacia una fe cristiana más auténtica y comprometida con la vida. Que los católicos dejemos la pasividad para emprender un compromiso con su transformación. El Sueño de ser un Pueblo de Dios, nos llevaba a ser un pueblo preocupado por la justicia, paz y promoción humana. 

Muchos cultivaron sus homilías, mensajes y discursos; para encontrar el norte de la visión cristiana. Podríamos decir que su propia teología era profundamente humanista. Se notaba su profunda formación en la doctrina social de la iglesia; en su mirada sociológica y el su espíritu de cambio. 

Tal vez, lo que hoy todos extrañamos, es esa su voz profética. Es que desde su partida la Iglesia se haya silenciado. Esa potente voz, con ideas claras y distintas, muy encarnadas de realidad, como ese fuego del espíritu que impregnaba en la humidad de los cristianos, es extrañada; es como que ya no lo tenemos y lo esperamos. Estos hombres, profetas de su tiempo, dejan su sello para llevarle en nuestra memoria. 

Hoy muchos intentamos recuperar el legado que nos dejó y es grande. Visualizamos una profunda experiencia de fe y de vida, pero sobre todo de una orientación teológica-bíblica, que desde el oprimido, desde la realidad nos orienta a vivir una iglesia en movimiento. 

Nadie puede negar que su dinamismo personal marcó a la Iglesia cruceña. Desde una pastoral de conjuntos cultivó una serie de actividades y costumbres de impacto y acción evangelizadora. Todas sus liturgias estaban llenas de vida. Muchos extrañan sus repentinas, ese contacto personal con sus parroquias y son sus sacerdotes. Sembró relaciones muy humanas. Por todo esto. Muchos dirán “Te extrañamos tata julio”.