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Cuando el ser humano empieza a sentir la pregunta primera de la vida, muchos consideran compleja e inexplicable, o misteriosas porque la magnitud del hombre sobre su existencia es grande y muy difícil de poder entender del todo. Dios nos dijo que lo hizo todo por amor.
Cuando miramos la naturaleza y sentimos, que ahí hay otro gran misterio, damos explicaciones de lo que fue la formación del universo, del cielo y de la tierra; de las montañas, lagos y mares. Nada llena las explicaciones porque la belleza y magnitud son grandes. Solo un Dios tan grande y lleno de amor puede darnos todo por amor. Todos los recursos naturales, están al servicio nuestro y son nuestros y dan vida.
Cuando el hombre, luego de haber pasado todas o varias experiencias, mira su propio ser, se da cuenta que existe una vivencia más allá de la razón. Sí, es como algo metafísico, algo más allá de las ideas y razones, está en el sentimiento, es el corazón que vibra, que te hace entender algunos misterios, que te hace sentir como una persona que no está sola, ni abandonada, sino que está recibiendo muchos detalles bellos de la vida. Su propia naturaleza.
Tal vez muchos entendemos estas realidades complejas a través de la razón. Ciertamente nos ayudaron en los años a profundizar. Sin embargo también siempre nos dejan preguntas. No parecen todas explicaciones coherentes.
Algunos, sobre todo los filósofos contemporáneos, nos han dado explicaciones que ayudan a entendernos, pero tampoco, porque cada ser humano es dueño de su tiempo y constructor de su propio pensamiento. Dios nos dice siempre que debemos de mirar los signos de los tiempos. Hoy también podemos decir, los cambios culturales, que se apropian e interactúan con otros.
Pero todo este prolegómeno porqué los hago, es que me puse a pensar sobre el amor. Es que, desde el Amor de Dios yo puedo entender todo, inclusive las realidades más complejas, las que están ancladas y escondidos en el corazón.
Nunca olvido a mi profesor Dadichón, cuando nos hablaba de Blaise Pascal, que nos dijo “que el Corazón tiene razones, que la razón no las entiende”. Pero su sentido era profundo y nos llevaba simplemente a comprender el sentido de la apuesta. Si lo miramos para ver los misterios y realidades de nuestra vida, serian el punto de partida que te abre el sueño, te da lo nuevo y te deja la libertad, de no ser condicionado, es como dejarte vivir tu sentimiento sin restricciones.
Mirando la naturaleza del mismo ser humano, y la misma naturaleza que nos rodea, evidentemente sientes que es un razonamiento nuevo y diferente que nos provoca. Porque si bien es cierto entendernos los misterios y las preguntas existenciales, no nos deja de marcar, el hecho que sepamos, que Dios desde su infinito amor nos dio todo, la vida, la tierra, al ser humano. Que nuestra razón trata de entender, pero no logra llegar a su fin.
Por otra parte para seguir en la mirada divina, tener a Jesús con tantas enseñanzas de una vivencia en el amor a Dios y al hombre, y haciendo un ejercicio con Pascal también podemos deducir que Jesús amo al extremo, apostó por el proyecto de su padre y ganó.
Por eso, si entendernos la vida desde el amor, desde la comprensión de dar gratuitamente todo, aún sabiendo que perderemos o ganaremos, pero es una apuesta al triunfo. Pero el amor sabe explicarse desde otro razonamiento, desde lo simple, desde lo sencillo, desde la mirada afectiva del otro.
Apostar por el amor no puede ser, por lo tanto, solo razonamiento. Debemos dejarnos vivir desde adentro de nuestro ser, desde nuestra interioridad, desde nuestra intimidad, nos empuja a vivir de otra forma nuestro ser.
Con esta mirada fácilmente podemos comprender lo que San Pablo en su carta a los Corintios los decía. “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás”.
Dado que el amor nos empuja a ser un donación para el otro, con mayor razón para proteger todo lo que Dios nos dio, inclusive su propia naturaleza.
Guillermo Siles Paz, OMI. Misionero y comunicador social
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