Opinion

CAMBIAR LA SUERTE DE LOS POBRES
El Púlpito
Guillermo Siles Paz, OMI
Martes, 20 Mayo, 2014 - 19:26

Valorar: 
Average: 5 (2 votes)

Cada 21 de mayo recordamos a San Eugenio de Mazenod, el fundador de los misioneros Oblatos de María Inmaculada (OMI). Para muchos un santo desconocido, pero por lo menos conocen a sus seguidores. Uno de esos seguidores soy yo. Mucha gente cuando conversa conmigo, siempre termina preguntándome, y de qué congregación eres?. Ahí tengo que empezar a contar algo de mi historia, pero en si la historia de la misión entre los pobres.

Todo nació entre jóvenes, los amigos de San Eugenio de Mazenod, en Francia. Establecen en 1816 una Sociedad de Misioneros de Provenza, que más tarde habría de convertirse en la Congregación de Oblatos de María Inmaculada. A pocos años estos hombres de Dios estaban extendiéndose por todo el continente americano hasta llegar a Sudáfrica y a las islas de Sri Lanka.

San Eugenio tenía el objetivo muy claro, dedicarse por entero a la evangelización de los pobres y promover las misiones populares. En pocos años estaban presentes en 69 países. Fueron llamados "especialistas de las misiones difíciles". Los misioneros se hicieron “Evangelio en las culturas”, se encarnaron. Ahí entre los inuit, en el norte de Canadá, aimaras y quechuas en el altiplano boliviano, La última misión fundada  es Guinea Bissau,  pero están también los barrios populares de Marsella, de Estrasburgo o de Cádiz;  Cuba, Turkmenistán, Bielorrusia y Ucrania, Sri Lanka, en India, en Bangladesh y en Paquistán.

San Eugenio hizo la opción de vivir la pobreza. El había nacido en 1782. A pocos años de la revolución Francesa, justamente en Aix de Provenza, ubicada al sur de Francia. Que aunque pertenecía a la nueva clase burguesa de Francia, optó por dejar todos sus títulos, y experimentó el destierro en Italia. Fue sacerdote en Francia, y posteriormente fue elegido como obispo de Marsella en 1832. Consagró toda su vida a los misioneros Oblatos logrando su aprobación en1826, para servir ante todo, a los necesitados, a los abandonados y a los campesinos de Francia, Expandió la congregación por todo el mundo.  Murió El 21 de mayo de 1861, a los 79 años. Y fue canonizado el 3 de diciembre de 1995.

Un Misionero Oblato vive la experiencia de Dios, que su fundador lo encaminó. Por eso en la vida de los Misioneros está claramente la relación con Cristo crucificado como expresión de la plenitud del amor de Dios; vivir el apasionamiento por  Cristo; Compartir la vivencia de la iglesia para cooperar a la obra de la Redención. Como dirían los misioneros. “participamos en la misión misma, del Verbo encarnado”. Somos enamorados de Dios, aunque también, tenemos una devoción muy grande a la Santísima Virgen, considerándola como Patrona y Madre Nuestra.

Será por eso que el lema esta incrustado en la mente y misión de los misioneros. “Me ha enviado a evangelizar a los pobres”. Este slogan es una realidad de compromiso cotidiano porque es una llamada a dar a conocer la Buena Noticia de Jesucristo a los pobres, en comunidades como discípulos y misioneros. No podemos dejar de hablar de Jesús, de ese Evangelio vivo, sin partir de la realidad. Hacemos los intentos de estar insertos en donde los pobres piden a gritos una esperanza. Donde hay necesidad de buscar una transformación ahí estamos integrados, buscando la Justicia y la paz y la misma integración de la creación.

Cuando yo conocí a los Oblatos, uno de los misioneros me dijo. Joven, un desafío para ti, cambiar la suerte de los pobres. Por eso desde ese entonces trato de buscar nuevos caminos, nuevos espacios para cambiar la suerte de los pobres. Comprendiendo la vida misma, respondiendo a la necesidad de mirar a Dios en cada detalle de la vida, buscando sin descanso alguna luz de esperanza. Los pobres no esperan, están ahí, muchos veces en las realidades marginales y menos pensadas.
Como para seguir alimentando nuestro historia, en Bolivia los Oblatos de María Inmaculada, llegaron el 18 de junio de 1952, a los centros mineros del Norte de Potosí, justo después de la revolución nacional. Eran misioneros canadienses, que inflados de Dios abrieron caminos nuevos. Vinieron a evangelizar a los mineros, que les habían dicho que eran borrachos y comunistas, pero que al final, no eran ni uno, ni otros. Sino que Vivian en una mina de coraje.  Los evangelizadores, se hicieron evangelizar por la cultura, por la realidad, por que encontraron ahí a Cristos que día a día son flagelados por la dureza de la mina y eran presa fácil de la copajira. Que aunque no hablaban bien el idioma, rápido comprendieron la cultura indígena de aymaras y quechuas.

Para seguir llevando la Buena Noticia de un tal Jesús, abrieron una radio, combativa, comprometida. Que en los años fue pateada, exiliada, cerrada, incomprendida, hasta llamada “indio radio”. Si, es la Radio Pio XII, desde esas ondas los primeros misioneros usaron los micrófonos, no para domesticar, adormecer o mirar la religión como un opio para el pueblo, sino dejar que el hombre de este tiempo comprenda, conozca a Dios y pueda vivir en su vida diariamente. La radio y la misión se alimentaron de la vida cotidiana, y hasta hoy, siguen al ritmo de los tiempos.

Hoy podemos seguir viviendo de la historia, sin embargo no solo se vive de historia. Los misioneros todos los días, al igual que su fundador, piden a gritos una esperanza. Que desde la misión comparten la vida de la gente, sus preocupaciones, sus sueños y sus angustias.

Las misioneros transversalizan la buena noticia con el cambio social. Pero real y efectivo, desde la gente, desde el marginado. El Evangelio se hace carne en el testimonio, en la mirada silenciosa, como en el compromiso para cambiar la suerte de los pobres. Desde la cercanía, desde el compartir, desde el encuentro con el necesitados. Los OMI, viven su vocación, siempre al servicio del otro.

(*) Guillermo Siles es Misionero Oblato y comunicador social.  [email protected]