- 16247 lecturas
Desde hace ya bastantes décadas, el 21 de septiembre de cada año resulta una fecha muy especial por las múltiples celebraciones que acontecen en Bolivia al recordarse el Día del Estudiante, el Día del Médico, el Día del Fotógrafo y -con suprema intensidad- el Día de la Primavera y ligado a la esplendorosa y floreciente naturaleza, el Día del Amor y,finalmente, el Día de la Amistad.
De tal suerte que, para muchos, cada 21 de septiembre resulta una fecha muy esperada principalmente para los estudiantes que festejan con alborozo, así como para los novios que se acaramelan más y los amigos que se congratulan.
De todos estos recordatorios, me centraré hoy en el último de ellos, en el “Día de la Amistad”.Pero, ¿qué es la amistad? Para la Real Academia Española la amistad consiste en el “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Siendo así aquello, ¿se ha preguntado Ud. alguna vez, quién es el mejor amigo? No todos lo tienen claro…
Cuentan que en cierto oficio religioso la persona que compartía la enseñanza lanzó una pregunta desafiante a su auditorio –¿Quién es el mejor amigo del hombre?-recibiendo a voz en cuello esta respuesta: ¡¡¡El perro!!!
No es mentira, para muchos, un perro puede resultar el mejor amigo, por su fidelidad, porque le aguanta todo. Le pregunto…¿es éste su caso? No es el mío.
Conviniendo que hay “amigos y amigos”, ¿cuál podría ser una definición perfecta de lo que realmente aquello significa? ¿Qué tal esta definición? “Un amigo es quien en todo tiempo ama, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17:17). ¿Gustaría un amigo así? Que independientemente de toda circunstancia o cualquier condición objetiva o subjetiva ¿le ame a Ud. tal cual es?
¡Yo tengo un amigo así! Me costó conseguirlo porque debo reconocer que no soy fácil por “el carácter” que poseo, pero él me aceptó como soy. Mi amigo es veraz en su amor, incondicional en su apoyo, presto para salvarme cuando me estoy hundiendo ¡no lo cambio por nada ni nadie! Él siempre está dispuesto a darlo todo por mí. De hecho, una vez -por culpa mía- le apresaron, le escupieron, le arrancaron la barba, le desfiguraron el rostro a puñetes, le molieron a golpes, flagelaron con látigo su cuerpo, llagaron toda su piel y -para hacer mayor escarnio- lo desnudaron, le pusieron una corona de espinas y lo crucificaron. Murió, es cierto, pero ¡resucitó! Este amigo que nunca me falla puede ser también el suyo, su nombre es…¡¡¡JESÚS!!!
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 21de septiembre de 2016
- 16247 lecturas