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Es una historia parecida a la de muchas mujeres. La historia de una madre que se quedó sola y tuvo que hacerse cargo de sus hijos. De cinco niñas y niños. Y los sacó adelante a todos vendiendo refrescos hervidos de linaza.
Doña Eva quedó viuda a sus 30 años. Teniendo niños muy pequeños no sabía en qué trabajar. Tuvo que adaptarse para sobrevivir y empezó a vender linaza.
“Pero les he hecho estudiar”, cuenta con nostalgia y orgullo la mujer que tiene su puesto afueras de los juzgados de Cochabamba.
Sus hijos tuvieron que estudiar en horario nocturno para ayudar a su madre. Al final los hijos lograron salir profesionales.
31 años después, doña Eva sigue iniciando su jornada de trabajo a las 3 de la madrugada para empezar a atender a sus clientes – a quienes agradece- desde la 6 de la mañana.
Gracias a su trabajo logró viajar hasta España y también adquirir un vehículo para transportar sus utensilios y productos. “Soy feliz”, asegura doña Eva, en entrevista con radio Kancha Parlaspa de la Red ERBOL. Ella siente que ha cumplido con sus hijos.
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