Guatemala, un primer paso contra la impunidad
Por: Olga Rodríguez
Cuando hace unos días la jueza Yasmín Barrios condenó a 80 años de cárcel al exdictador guatemalteco Ríos Montt por genocidio y crímenes contra la humanidad, la sala estalló en cánticos. Víctimas, supervivientes y defensores de los derechos humanos entonaron algunas estrofas de este poema de Otto René Castillo:
“Aquí no lloró nadie. Aquí solo queremos ser humanos, comer, reír, enamorarse, vivir, vivir la vida y no morirla”.
La propia magistrada no pudo evitar las lágrimas. Lo que parecía imposible acababa de ocurrir, en un país caracterizado por la impunidad, donde 250.000 personas murieron, la mayoría indígenas y civiles, masacrados, y donde miles de mujeres fueron víctimas de violencia sexual. Según Naciones Unidas, el 93% de los crímenes fueron cometidos por militares y paramilitares.
“Las atrocidades incluyeron violaciones, desplazamientos forzosos, asesinatos extrajudiciales”, destacó la jueza Yasmín Barrios, que no pudo evitar una voz temblorosa ante el capítulo histórico del que estaba formando parte. “La población indígena maya ixil fue criminalizada. El solo hecho de pertenecer a este grupo indígena era un crimen fatal”, sentenció.
“El Ejército violó de forma sistemática a las mujeres ixil, incluyendo a mujeres embarazadas y a ancianas. Esto contribuyó a la destrucción social y étnica. El trauma psicológico sufrido por los supervivientes ha causado un daño intergeneracional. Los juzgadores hemos podido constatar que se produjo la muerte sistemática de adultos, niños y ancianos de forma indiscriminada", afirmó la jueza Barrios en la lectura de la condena.
Y concluyó: “Sí hubo genocidio”.
Además, esta semana la magistrada ha anunciado que el Estado deberá pedir perdón a las víctimas, a las mujeres violadas y ha establecido que las fuerzas armadas deberán ser “educadas” para “nunca más” cometer violaciones de los derechos humanos.
El genocidio de Guatemala era hasta hace poco una desgarradora injusticia olvidada, y sigue marcando el día a día del país, con una mayoría de la población discriminada, sin acceso a cargos públicos, sin igualdad de oportunidades.
“Este juicio ha sido como ver caer el muro de Berlín”, ha dicho en una acertada comparación, la periodista Xeni Jardin, que ha seguido el juicio desde Guatemala.
Reacciones contra la sentencia
Pero tras la sentencia han surgido las previsibles reacciones por parte de los poderes conservadores del país, y en concreto del poder empresarial y el propio gobierno. La patronal guatemalteca ha pedido a la Corte Constitucional que anule la sentencia contra Ríos Montt y el presidente ha insistido en que la condena no es definitiva.
Durante la celebración de la sentencia el pasado viernes un hombre se dedicó a filmar con una cámara a víctimas supervivientes y defensores de los derechos humanos en una actitud que fue definida por varias personas como “amenazante”. En los días siguientes al fallo judicial han empezado a circular notas por Internet, impulsadas por grupos opuestos a la sentencia, que tratan de estigmatizar a reconocidos defensores de los derechos humanos, como la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú.
Las asociaciones de víctimas son conscientes de la presión existente para anular la sentencia en defensa de la impunidad y recalcan por ello la importancia de la presión social y mediática a favor de los derechos humanos.
El juicio que ha salpicado al presidente actual de Guatemala
Las víctimas denuncian que hay otros responsables del genocidio que siguen ocupando puestos de responsabilidad en el ejército o en el gobierno actual. El propio presidente, Otto Pérez Molina, está en el punto de mira. Durante el juicio ha habido entorpecimientos de tipo procesal, presión política y de toda naturaleza, como han denunciado diversas asociaciones de víctimas y defensoras de derechos humanos.
De hecho, pocos días antes de la sentencia contra el dictador Ríos Montt la Corte de Apelaciones dictaminó la anulación del juicio.
Según el periodista estadounidense Allan Nairn esa decisión de suspender el proceso se tomó por presión directa del propio gobierno de Guatemala, para evitar que se viera involucrado el presidente actual, Otto Pérez Molina, ex general del ejército, graduado en la Escuela de las Américas, ex integrante de las fuerzas especiales llamadas kaibiles -célebres por su brutalidad- y ex director de inteligencia militar durante la dictadura.
El periodista Allan Nairn fue citado a declarar como testigo en el juicio, ya que en los años ochenta entrevistó ante las cámaras en Guatemala al jefe de operaciones del Ejército, el general “Tito”, que posteriormente sería identificado como el propio Pérez Molina.
“La decisión de suspender el proceso fue técnicamente tomada por un tribunal de apelaciones, pero detrás de ella se encuentra la intervención secreta del actual presidente de Guatemala, como también las amenazas de muerte contra jueces y fiscales hechas por asociados del ejército”, ha afirmado Nairn.
“Existía también el temor, concretamente manifestado, de que al tomar el estrado, y dada la naturaleza de mis pasados escritos y declaraciones, yo implicara a la ‘institución armada’ y que eso podría desatar la violencia”, ha agregado.
En 1982 Allan Nairn entrevistó, por ejemplo, a un soldado guatemalteco en una zona de indígenas mayas Ixil. El soldado decía cosas como esta:
Soldado: “Así es como tenemos éxito. Y también, si los hemos interrogado, lo único que podemos hacer es matarlos”.
Pregunta de Nairn: “¿Y a cuántos has matado?”
Soldado: “Matamos a la mayoría (...) Si ellos no quieren hacer las cosas bien, no queda más remedio que bombardear las casas, con granadas o bombas colectivas”
Pregunta: “¿Qué es una bomba colectiva?”
Respuesta: "Son como cañones".
Pregunta: “¿Cuál es la mayor cantidad de personas que han muerto a la vez?”
Soldado: "Alrededor de 500 personas, en Sololá".
Nairn también entrevistó en 1982 al general ‘Tito’, seúdonimo del presidente actual, Pérez Molina. En la conversación Pérez Molina afirmaba que “todas las familias (de la zona indígena en la que se encontraba) están con la guerilla”, lo que se interpreta como un intento de justificar la matanza de indígenas.
Un testigo contra el presidente Pérez Molina
Durante el juicio a Ríos Montt un testigo, el soldado Hugo Ramiro Leonardo Reyes, afirmó que “los militares y los soldados a las órdenes del Mayor Tito Arias, conocido como Otto Pérez Molina, el general José Luis y los comandantes de las compañías de ingenieros coordinaban la quema y saqueo de la gente para luego ejecutarlos”.
El presidente, Pérez Molina, afirmó que lo sostenido por este testigo “son mentiras” y dijo que no se iba a prestar “a ese circo”. Pérez Molina sostuvo en su momento que no hubo genocidio en Guatemala: “Aquí lo que hubo fue un conflicto armado interno que la guerrilla llevó al interior del país y quisieron involucrar a los mayas”.
Preguntado sobre el genocidio justo tras la sentencia contra Ríos Montt en la cadena de televisión CNN Español, dijo que prefería no opinar y quiso subrayar que la sentencia judicial no es definitiva.
El papel de Estados Unidos
Estados Unidos apoyó a los militares guatemaltecos en la dictadura de Ríos Montt, proporcionándoles apoyo militar, personal y mostrando su respaldo público. Durante su mandato, el presidente Ronald Reagan calificó a Ríos Montt como “un hombre completamente dedicado a la democracia” y “de gran integridad personal”.
Washington estuvo al tanto de lo que ocurría en Guatemala y mantuvo su apoyo a la dictadura y sus militares, que recibieron asesoramiento de Israel y Argentina.
Diversas organizaciones defensoras de los derechos humanos, como Human Rights Watch, han subrayado la alianza de Estados Unidos con Ríos Montt, al que han calificado como un dictador apoyado por Washington. Ahora, con su condena por genocidio y crímenes contra la humanidad, Guatemala comienza a vislumbrar el fin de la impunidad.
"Sabemos que queda un largo camino y que nos pueden poner obstáculos", destacaban algunas víctimas el pasado viernes. "Pero ha quedado clara la importancia de la presión social, que hay que mantener", añadían, entre abrazos, risas y lágrimas, envueltas por el célebre poema y cántico:
“Aquí solo queremos ser humanos, comer, reír, enamorarse, vivir, vivir la vida y no morirla”. (Rebelión)