Bolivia dijo adiós a su más grande escritor, Jesús Urzagasti

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Un poco antes de que el cuerpo de Jesús Urzagasti fuera trasladado a una apacheta en El Alto, como fue su voluntad, tuvo lugar una ceremonia de despedida que empezó con un conmovedor toque de silencio de trompeta, un amigo y vecino de la hermana de Jesús hizo un viaje desde el Gran Chaco para homenajear al escritor que ni siquiera había conocido personalmente. Minutos después, el hijo mayor recordó el tiempo en el que su joven familia migró a La Paz, durante esos años el poeta fue también un carpintero. Deterlino rememoró que su padre no era de muchas palabras el momento de dar consejos o recomendaciones, pero, a veces con humor, supo transmitirles lo necesario para optar no por el camino más fácil sino por el más cercano a los anhelos de cada uno.

 

Uno de los menores, Froilán, hijo de Urzagasti y la poeta Sulma Montero, con muy breves y puras palabras nombró a su padre ¨poeta de poetas¨ y leyó un texto. La gente reunida allí percibió que la voz de Froilán prolongará las voces poéticas de sus padres, se vio debutar a una de las semillas del árbol de la tribu. Deterlino reconoció que después de los años de infatigable trabajo de su padre, entregados a la construcción de su obra y a sus hijos, en el tiempo de su último hogar, construido con Sulma Montero y los tres menores de sus hijos, Urzagasti recién pudo tener algo de solaz para concluir una obra que, en opinión de su hijo y de sus lectores, es fundamental para conocer y comprender nuestro país. Deterlino señaló que El País del Silencio es un libro que nos ayudará a entender que las verdaderas apropiaciones se dan más bien en la profundidad del silencio.

 

Ese espacio de ternura que se abrió para decir adiós al magnífico escritor boliviano fue grabado para siempre en este territorio con un último gesto de su esposa, quien eligió con sumo cuidado algunas de las flores de los ramos que rodeaban el ataúd, para entregarlas a cada una de las personas presentes en la ceremonia. Habló diciendo que las últimas palabras de su esposo fueron "amémonos", sugerencia que ella transmitió a todos como una `'muy buena idea". Mientras el ataúd era transportado al carro que lo llevaría hasta El Alto, la gente, con un emotivo aplauso despidió a Jesús Urzagasti, tal como se despide a los más grandes, a los imprescindibles.

 

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