Cambios culturales influyen en temporada floja

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Los cambios de turismo en la región
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Que la temporada turística es más floja de lo que se esperaba ya es un dato cierto de la realidad. Es innegable que la cuestión económica influye y probablemente exista una combinación de aumento de precios con disminución de poder adquisitivo en determinados sectores de la clase media. Pero también inciden cambios culturales que han consolidado nuevos hábitos de vacaciones, informa El Día.

 

La tendencia a fraccionar el descanso en varios (y más breves) periodos anuales ya se ha notado en los últimos años y se afirma cada vez más. En eso influye una conciencia cada vez mayor -alentada por médicos y psicólogos- sobre la conveniencia física de hacer varios cortes en la rutina antes que concentrar el descanso en un periodo muy prolongado pero demasiado espaciado del próximo. Hay, entonces, un aspecto vinculado al concepto de calidad de vida en el que se han afirmado también muchos otros hábitos sociales, desde la actividad física hasta la comida sana.

 

Pero en las últimas décadas se ha transformado también la cultura de viajes de la clase media. Los viajes al exterior se han vuelto más accesibles -más allá de las fluctuaciones del dólar-. Y eso hace que cada vez más gente piense en reducir sus vacaciones de playa para programar durante el año un viaje al exterior. Ha cambiado, inclusive, la concepción de los viajes con chicos. Hasta no hace muchos años, a las familias con hijos pequeños les parecía casi impensable llevarlos fuera del país. El programa de la playa era el ideal durante esa etapa de la vida. Ahora hay más facilidades, menos temores, más experiencia, mayor oferta de “paquetes familiares”... Y eso también ha posicionado de una manera distinta a las típicas vacaciones en la costa.

 

Hay, inclusive, una mayor injerencia de los chicos en las decisiones familiares sobre el plan de vacaciones. Cuando antes sólo decidían los adultos.

 

Feriados puente

 

Los fines de semana largos -ahora con el agregado de feriados puente- han estimulado, por su parte, esta cultura de las escapadas breves durante distintas épocas del año. Y al mismo tiempo se han potenciado ofertas turísticas que hasta hace una o dos décadas eran sólo destinos de elite. La Patagonia, por ejemplo, ha desarrollado una oferta que no tenía hasta hace pocos años y ha dejado de ser, en verano, una opción sólo para grupos de jóvenes mochileros o equipos de aventura. Lo mismo ocurre con zonas del noroeste y del norte argentino, así como con destinos de Latinoamérica que antes eran casi exóticos. Hoy hay miles de jóvenes platenses que optan por Machu Pichu, el altiplano boliviano, las playas del Pacífico chileno, por citar sólo algunos ejemplos de destinos que han entrado en una competencia que antes no planteaban con los lugares tradicionales de la costa argentina.

 

Estas transformaciones atraviesan a los distintos sectores de la pirámide social. El esquema de las familias de clase media alta que se iban a pasar todo el verano a la playa, también ha desaparecido; igual que el de los profesionales o empresarios que iban y venían, mientras su familia quedaba los dos meses en la playa. La complejidad de la dinámica laboral en los grandes centros urbanos ha influido en este cambio de hábitos y costumbres. En la actualidad, son muy pocas las empresas o comercios que pueden desacelerar drásticamente su ritmo de actividad durante un mes completo del verano. Tampoco ocurre en el sector agropecuario, donde antes era frecuente que, después de la cosecha, se entrara en un receso prolongado. La tecnificación, la diversificación productiva, la interacción cada vez más acentuada con el resto del mundo -en algunos rubros de actividad- se combinan para exigir una continuidad que también desalienta los “cortes largos” y favorece la fragmentación de las vacaciones.

 

Efecto contagio

 

Existe, además, un efecto contagio. Si son menos los que se van, o más los que se van por menos tiempo, todo se acomoda a esa situación. En La Plata, por ejemplo, no hay casi comercios que se tomen enero de vacaciones, cuando antes eso era frecuente. “Yo casi siempre cerraba todo el mes porque no quedaba nadie; desde hace un par de años, en enero trabajo casi al mismo ritmo que el resto del año”, dice, por ejemplo, el propietario de un restaurante céntrico.

 

Hasta en sectores profesionales que antes bajaban por completo la persiana en enero, ahora se nota cierta continuidad en la actividad, como ocurre -por ejemplo- entre los abogados, a pesar de la feria judicial. “Hoy no te podés desentender un mes completo del estudio. El nivel de demanda se ha hecho más complejo... y tus clientes ya no desaparecen todo el mes, como pasaba antes”, explica un profesional que trabaja a media máquina pero que, de lunes a jueves, atiende en su estudio de la zona de Tribunales.

 

Semi vacaciones

 

Lo de trabajo “a media máquina” es otra clave que debería ser apuntada. En muchas actividades se nota que el trabajo sigue pero con una rutina más relajada y horarios más acotados. Esta es una idea que también ha ganado terreno en algunos sectores o rubros de actividad: “Te conviene quedarte en enero porque es todo más tranquilo. Además, a las 2 de la tarde quedás liberado para hacer vida de quinta o de club... Después tomás las vacaciones durante el año, cuando el ritmo se pone más pesado...”, dice el ejecutivo de cuentas de una empresa y afirma que, de esa forma, ha encontrado “la fórmula ideal”. Por supuesto, no en todos lados enero es más relajado. Hay otras actividades en las que, al revés, el trabajo se sobrecarga por la cantidad de gente que hay de vacaciones. Un médico que hace guardias hospitalarias dice, por ejemplo, que en su caso enero se hace muy pesado porque la demanda no merma y los recursos humanos disminuyen casi a la mitad.

 

Lo cierto es que detrás de la postal de una temporada floja quizá haya que poner en la balanza estos ingredientes que, combinados, modifican año a año el perfil de las vacaciones.

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