Juan Carlos Rulfo: Mis películas son pretextos para grandes coloquios
Por: Sebastián Morales
El mexicano Juan Carlos Rulfo, en entrevista para Erbol Digital, manifestó que sus películas son pretextos para tener grandes conversaciones y encuentros con las cosas y la gente. La retrospectiva del cineasta referente de Latinoamérica se exibe en el Cine Teatro Municipal 6 de Agosto, en coordinación con el Centro Cultural Yaneramai.
¿Tu primer largometraje fue “Del Olvido al no me acuerdo…”?
La primera cosa que hice fue el Abuelo Cheno, un cortometraje que fue la tesis de mi escuela, es como el papá del Olvido no me acuerdo, es como un ensayo para hacer la película.
¿Por qué decidiste hacer una biografía tan atípica de tu padre?
Cuando estaba haciendo el “Abuelo Cheno”, iba así de una manera muy escolar, tratando de buscar datos, nombres, cifras sobre mi padre. Fui a la región donde él nació; traté de buscar las personas que lo conocieron.
Y en ese camino te das cuenta que mucha gente no lo conoció o que no estaba por ahí o que si lo habían visto pero eran muy chiquitos. Y en esas charlas comenzaron aparecer conversaciones muy sabrosas alrededor de cualquier otra cosa.
En un principio pensé que me estaba equivocando, que no había información, que no tenía sentido nada de lo que estaba haciendo. Y lo que intenté entonces fue enfocarlo a lo que me decía la gente, que era a la historia de mi abuelo. De ahí nace el “Abuelo Cheno”.
Me di cuenta que lo que me contaba la gente era más divertido que tenía que ver con mi padre. Lo que me contaban sobre sus propios momentos de vida era muy sabroso. Estaban llenos de un lenguaje muy cargado de tiempo, un lenguaje muy rico, muy expresivo, un lenguaje que ya no se usa, ya no se habla así.
Era como un español antiguo, muy conciso, muy lleno de expresiones implícitas en las pocas palabras que usaban. De alguna manera, comencé a escuchar ahí los cuentos no escritos de mi padre. Comencé a entender que el aprender a escuchar es uno de los primeros pasos para poder condensar una serie de historias. Yo creo que eso fue un poco lo que le pasó a mi padre, después de haber vivido toda su infancia ahí.
Después de eso, terminé el corto y hubo la posibilidad de hacer la siguiente película que tenía que ver con seguir trabajando con estos personajes, no quería que se quede ahí como descubierto, una historia sobre mi abuelo. Todos habían trabajado con él, sean peones, mozos, arrieros de una zona muy campirana.
Una zona que, además, estaba en medio de revoluciones y muchas tragedias. La revolución cristiana por ejemplo que era una revolución en contra del gobierno que había prohibido ir a las iglesias. Todo el campo se reveló y hubo mucha violencia. Fui ahí cuando mataron a mi abuelo. Eso ha creado una sensación de inseguridad pero también de misticismo, justamente por aquello de los fantasmas y las ánimas de los que se habían ido.
Toda la gente que aparece en “Abuelo Cheno” y en “Del olvido no me acuerdo”, están al punto del olvido. Ya son viejos muy viejos, de noventa y ochenta años. Tienen un sabrosito en el momento de contar las cosas, terminan siendo tus verdaderos maestros de la narración, de cómo contar, de cómo decir, de cómo hablar.
Cuando conseguimos el financiamiento para hacer “Del olvido no me acuerdo” ya no era la idea hacer la historia del padre o del abuelo, sino estar con estos personajes en un estado de semi olvidado. Siempre dicen cosas como “no me acuerdo”, “lo tengo en la punta de la lengua”.
Pero, se trata de un proceso de lejanía, sus recuerdos más antiguos y de infancia, de aquellos días que vivieron y construyeron su vida. La película no es una biografía, pero si es el contexto en donde mi padre creció. Y este contexto es precisamente este lenguaje, este tipo de personas, historias y la forma de contarlas en el tiempo; una forma literaria. Una biografía puede tener mucho más sustento si es que uno conoce la tierra de la maceta en donde los cultivos se plantan.
¿Este misticismo del que nos hablas, es el punto de partida de tu segundo documental: En el hoyo?
El “Abuelo Cheno” tiene que ver con las cosas más antiguas y la familia. Yo creo que cualquier realizador en algún momento de su vida trabaja con asuntos que tiene que ver con su vida, con su infancia, su país. A veces es muy pesado estar necesariamente atado a algo y que en algún momento de tu vida tienes que referirte a eso.
Pero, es interesante cuando lo retomas, lo trabajas, construyes un discurso y queda ahí, te deshiciste de eso de alguna manera. Pero si te da una base para construcciones posteriores. El “Abuelo Cheno” trata sobre la historia de esa raíz, “Del Olvido al no me acuerdo…”, trata del lugar en donde nació mi padre, “En el hoyo” trata de la cuidad en la que yo vivo, utilizando otra vez la memoria. Esta memoria se refiere a los cambios de la ciudad.
Hubo el anuncio de que iban a hacer este enorme puente en una ciudad que está empezando a cambiar muchísimo geográficamente, en el que me hubiera gustado tener por ejemplo imágenes de cómo construyeron las torres más altas de la ciudad, la catedral o el palacio de Bellas Artes. Enormes lugares, pero en donde no conocemos la gente que los hicieron, no hay fotos de archivo, que nos permitan conocer a estas personas, sus historias, su vida cotidiana.
Si el “Abuelo Cheno” tiene que ver con el descubrimiento de las raíces, de mi abuelo, luego de mi padre, de su contexto en “El olvido”; “En el hoyo” tiene que ver con el contexto en donde yo crecí. Pero, a la vez es una serie de personajes que tienen otra vez este lenguaje muy particular, muy iconográfico en la ciudad de México que es el del albañil, pero también en Latinoamérica y en el mundo habría que hacer algo con el lenguaje y las maneras de expresión de los trabajadores urbanos.
En “Los que se quedan” trato un tema pesado aquí, que es el de la migración se trabaja como una noticia de tragedia, de todos aquellos que se quedaron en el proceso de llegar a Estados Unidos; los que quedaron en el desierto, los deportados. Estas personas se vuelven cifras, números estadísticos. Cuánto dinero manda, cuántos se van y regresan, cuántos se quedan. Pero nunca hemos conocido lo que eso causa en el país; es decir, la historia de los que se quedan en el país. Termina siendo un estado ánimo de México, del que se está yendo, del que ya no tienes.
“De Panzazo” tiene que ver sobre la educación en México. La educación, es lo que causa finalmente, que uno tenga que crear un contexto de vida como el que estamos viviendo. ¿Por qué tenemos la forma de ser que tenemos? ¿Por qué nosotros no podemos cambiar nuestro destino? ¿Por qué estamos educando a nuestros hijos y cómo los estamos educando? La educación es la raíz y la base de la transformación.
“Carrier 250 metros” tiene que ver con el porvenir. Es un escritor independientemente de quien sea él o lo que haga, es un personaje que busca en el mundo las historias con las cuales puede construir un mundo mejor.
¿Cómo definirías tu obra?
Yo no siento que esté haciendo cine o que esté haciendo obras. Mis películas son pretextos para tener grandes conversaciones y grandes encuentros con las cosas, con la gente. Es algo muy desgastante, pero una vez que lo empiezas es realmente fascinante.
Yo soy un poco tímido, cuando consigues tener una conversación es el momento más fantástico. Una conversación con una serie de personas que ves que empiezan a fluir, tener contacto entre sí y momentos inolvidables, donde comparten palabras, historias, formas expresivas.
Eso es riquísimo y es lo que tratan las películas que estoy tratando de hacer, que haya ese homenaje a las formas de expresarse, a la gente en sí, a sus momentos de intimidad, a través de ese autoconocimiento que se logra de ida y vuelta entre uno y ellos, que no sea necesariamente una entrevista fría sino que tenga la construcción de amistades inolvidables. Y ellos son finalmente los maestros que están ahí y que siempre te están enseñando.
La Paz, 30 junio 2012 – S.M./J.C./