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Y con este mes de mayo siempre me vienen a la memoria los abusos de la dictadura y los dolores de las madres. En plena dictadura de García Meza, a pesar de todas las medidas de seguridad que había tomado: cambiar identidad, mimetizarme en un remoto lugar, pasar inadvertido en el día, trabajar en las noches y hablar solo lo necesario, caí preso porque la dictadura tenia ojos y oídos las 24 horas en todos los recovecos en base a informantes comprados y voluntarios que buscaban favores de los “tiras” (agentes encubiertos brutos) y de sus jefes.
Después de 15 días de ser brutalmente torturado pues, junto a otros, estábamos buscados por ser terroristas y “vende patrias” comunistas, fuimos trasladados a La Paz ya que en la sede de gobierno querían profundizar los interrogatorios. Todos sabíamos que llegar a las manos de la DOP (Dirección de Orden Político) era mortal. Las torturas en las cárceles alejadas del DOP eran brutales (picana eléctrica en los testículos, pechos y dientes; submarino en aguas servidas, latigazos con manguera, baños de agua fría al amanecer y amenazas de violación o paredón) pero no aplicaban las técnicas traídas por asesores de la dictadura chilena y argentina. Estos eran brutalmente sofisticados y estaban diseñadas desde la neurociencia.
En las escuelas de cuadros cuando nos instruían sobre formación política, también nos advertían de los cuidados que debemos tener para no caer presos y de lo que deberíamos hacer en caso de que los sistemas de seguridad del Estado nos apresaran: “si caes preso tienes que aguantar, por sobre todo, las primeras 72 horas o más para dar tiempo a los compañeros que están libres tomar las medidas precautorias pertinentes. La dictadura no se está con miramientos, son duros y lo que buscan es doblegarte lo más rápido y definitivamente”. Como forma de ir ganando fortaleza y no miedo, nos entregaban relatos de camaradas torturados. El relato de una presa chilena me ponía la piel de gallina, pero también su lectura me llenaba de coraje y de convicción que había que ofrendar hasta la misma vida para que nunca más, ni en Chile ni en Bolivia ni en ninguna parte del mundo, se vuelva a violar los derechos humanos y que las dictaduras debían acabar para siempre.
En este contexto, un pensamiento de José Martí siempre guiaba nuestra convicción y accionar: “la libertad no muere jamás de las heridas que recibe. El puñal que la hiere lleva a sus venas nueva sangre”. Por ello, escuchar relatos de compañeros nuestros o de camaradas de otros países llenaba nuestras venas de rebeldía y fuerza para no rendirnos. El relato al que me refería, hoy lo volví a encontrar gracias a la magia del net, en “breves relatos de hombres, mujeres y niños torturados en dictadura, extraídos del informe Retting:
“[…] embarazada de cinco meses, fui detenida y hecha prisionera. Estuve un mes y medio incomunicada en la Cárcel del Buen Pastor, y sometida en el Regimiento Arica a vejámenes y torturas, entre las cuales debo, como denuncia, mencionar: […] instada a tener relaciones sexuales con la promesa de una pronta liberación; obligada a desvestirme, acariciada en los pechos y amenazada de recibir las visitas nocturnas del interrogador; golpes de electricidad en la espalda, vagina y ano; uñas de las manos y pies fueron arrancadas; golpeada en varias ocasiones con bastones de plástico y con culatas de rifles en el cuello; simulacro de fusilamiento, no me mataron pero debí escuchar como las balas silbaban a mi alrededor; obligada a tomar e ingerir medicinas; inyectada en la vena con pentotal, bajo la severa advertencia que sería hipnotizada como único medio de declarar la verdad; colocada en el suelo con las piernas abiertas, ratones y arañas fueron instaladas y dispuestos en la vagina y ano, sentía que era mordida, despertaba en mi propia sangre; se obligó a dos médicos prisioneros a sostener relaciones sexuales conmigo, ambos se negaron, los tres fuimos golpeados simultáneamente en forma antinatura; conducida a lugares donde era violada incontables y repetidas veces, ocasiones en que debía tragarme el semen de los victimarios, o era rociada con sus eyaculaciones en la cara o resto del cuerpo; obligada a comer excrementos mientras era golpeada y pateada en el cuello, cabeza y cintura; recibí innumerables golpes de electricidad […].”Mujer detenida en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento Arica, La Serena, IV Región
Gracias a ACNUR, la Iglesia Católica, a través del Arzobispado, a los abogados defensores y funcionarios con voluntad de servicio, como una que 10 años después habría de ser mi esposa, los presos políticos teníamos la esperanza de la defensa y la protección. Eran tiempos de dictadura, pero hasta en esos tiempos había resquicios para la libertad. Pero nada de ello se movía si no era el inmenso amor y voluntad de fierro de nuestras madres que, sin medir tiempo, amenazas y desprecios luchaban desde las calles y desde el silencio por la vida de sus hijos. Sin la entrega de mi madre seguro no estaría contando esta historia, porque fue gracias a ella y las personas que contactó que se abrió, después de recibir dos tiros en el cuerpo, la posibilidad de ser exiliado y pueda salir a curarme. Gracias mamita, gracias por todo lo que hiciste por mí y gracias a todos los que lucharon por la democracia, de cuya lucha yo me siento parte a sabiendas que, sin la lucha colectiva, nuestro país jamás podría estar disfrutando de la libertad. 35 años después, donde están los “tiras”?
Ivan Arias Duran
Ciudadano de la Republica Plurinacional de Bolivia
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