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“En Bolivia pasa todo y, al final, no pasa nada” es la frase que más se escucha en los corrillos periodísticos y de analistas. “Con todo lo (ilegal, inconstitucional, corrupción) que hace el actual gobierno no se entiende cómo aún se mantiene firme y goza de amplia popularidad” es otro de los incrédulos asertos que busca respuestas. En una entrevista (22/05/16) al afamado periodista argentino Jorge Lanata, le preguntaban: “Qué opinas de lo que te silbaron cuando recibías el premio Martin Fierro?”. Muy tranquilo Lanata respondió: “No eran más de 10 pelotudos”. El entrevistador insistió: “…pero hacían bulla”.Lanata contundente afirmó: “Sí, pero ellos no me preocuparon, me preocupan los 590 giles que pudiendo hacer algo (pedir que se callen o aplaudir) se callaron. ¡Esos me preocupan! Los indiferentes, los mudos, los que con su silencio permiten que se den las cosas”.
Esos son los mudos públicos por utilidad que cuando te encuentran en la calle te animan:” Qué bien Negrito!!, Metele!! Dices las verdades sin miedo, no hay que rendirse”, con la misma facilidad que te alabaron suben raudos a su auto último modelo justificándose: “yo no puedo siquiera poner like a tus publicaciones, en mi trabajo nos controlan y estamos obligados ir a las marchas y concentraciones a favor del Jefazo” y, ya con el motor rugiendo, desde la ventana templada te advierten: “No te calles! Lo estás haciendo muy bien”. Esta misma sensación de solidaridad de baja intensidad me provocan los líderes de los principales partidos que ante su indiferencia y su incapacidad para unirse aumentan la sensación de indefensión en la que se encuentran grandes sectores de la sociedad.
En su mezquindad, pues unos se hallan cuidando sus logros feudales, otros su imagen internacional y otros aleteando sus verdades, no han sido capaces de juntarse y advertirle al país lo que está pasando y hacia donde estamos yendo con un gobierno que cada día más se aferra al poder y pareciera decidido a que “arda troya” antes que someterse al voto y veredicto popular. Con su aislamiento y cartucherio pueril (“es que yo no me puedo juntar con él”; “nosotros somos diferentes”; “no podemos permitir que nos metan en la misma bolsa”) están condescendiendo que el régimen transforme su derrota en victoria, pírrica, pero victoria. ¿La Patria, que todos dicen amar, está por encima de todo, a qué esperan? ¿Que se joda uno y luego otro, creyendo que así te queda el camino libre? Razonamiento de quinta que solo consolida al régimen.
Señores jefes de partidos (¿?) políticos alternativos a qué están jugando? Solo para que lo tengan en cuenta, ya lo advirtió Bertold Brech:” Primero se llevaron a los comunistas, pero a mí no me importó porque yo no era. En seguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco era. Después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista. Luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso tampoco me importó. Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde”.
La falta de solidaridad con el otro y la sociedad son imperdonables. Sobre la actitud y la responsabilidad ante los actos sociales y gubernamentales, Elie Wiesel, escritor rumano sobreviviente de los campos de concentración nazis y quién obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1986, decía que la sociedad que le tocó vivir estaba compuesta por tres categorías: los asesinos, las víctimas y los indiferentes. En una de sus conferencias se preguntaba y razonaba: “¿Qué es la indiferencia? Un estado extraño e innatural en el cual, las líneas entre la luz y la oscuridad, el anochecer y el amanecer, el crimen y el castigo, la crueldad y la compasión, el bien y el mal, se funden. ¿Cuáles son sus cursos y sus inescapables consecuencias? ¿Es una filosofía?
Y sigue Wiesel: “¿Es concebible una filosofía de la indiferencia? ¿Puede uno ver la indiferencia como virtud? Por supuesto, la indiferencia puede ser tentadora, más que eso, seductora. Es mucho más fácil alejarse de las víctimas. Es tan fácil evitar interrupciones tan rudas en nuestro trabajo, nuestros sueños, nuestras esperanzas. Es, después de todo, torpe, problemático, estar envuelto en los dolores y las desesperanzas de otra persona…. Allá, detrás de las puertas negras de Auschwitz, (…) algunos de nosotros sentíamos que ser abandonados por la humanidad no era lo último.
Nosotros sentíamos que ser abandonados por Dios era peor que ser castigados por él. Era mejor un Dios injusto que un Dios indiferente….En cierta forma, ser indiferente a ese sufrimiento es lo que hace al ser humano, inhumano. La Indiferencia, después de todo, es más peligrosa que la ira o el odio. La ira puede ser a veces creativa. (…) Aún el odio a veces puede obtener una respuesta. La Indiferencia no obtiene respuesta. La Indiferencia no es una respuesta. Y por lo tanto, la indiferencia es siempre amiga del enemigo.
El prisionero político en su celda, los niños hambrientos, los refugiados sin hogar, se sienten abandonados, no por la respuesta a su súplica, no por el alivio de su soledad sino porque no ofrecerles una chispa de esperanza es como exiliarlos de la memoria humana. Y al negarles su humanidad traicionamos nuestra propia humanidad. Indiferencia, entonces, no es sólo un pecado, es un castigo. Y es una de las más importantes lecciones de la amplia gama de experimentos del bien y el mal del siglo pasado. ( Wiesel, Elie,2005).
Ivan Arias Duran
Ciudadano de la Republica Plurinacional de Bolivia
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