Opinion

CUIDAR LA JOYA DE LA CORONA
Mis santas furias
Sandra Ivanna Mallo
Viernes, 15 Agosto, 2014 - 21:42

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A comienzos del siglo XVI se descubrió en el Golfo de Panamá una perla magnífica, única en su género, que poco tiempo después la llamarían“La Peregrina”. Su historia, cuasi una leyenda, es larga y trastabillada. Se dice que no es la joya más valiosa de la Colección Real Española, ni siquiera la de apariencia más brillante, pero no hay en todo el conjunto real, ni posiblemente en toda la historia de la joyería, una pieza que haya dado lugar a tanta literatura como esta perla que fue preservada y, a su vez, codiciada por largos años como “la joya de la corona”. Se dice que de ella surge la célebre frase “cuidar la joya de la corona” para relacionar asuntos, instituciones o personajes que por sobre cualquier otra cosa son de especial atención y resguardo.

La actual Constitución Política organiza al Estado y estructura su poder público en cuatro órganos: Legislativo, Ejecutivo, Judicial y Electoral. El artículo 12 de la Carta Magna señala que la organización del Estado está fundamentada en la independencia, separación, coordinación y cooperación entre éstos.

Es por primera vez en la historia nacional que la máxima instancia electoral del país se constituyeen Poder del Estado, asumiendo nuevos roles constitucionales que amplían sus funciones más allá de la mera administración y gestión de procesos eleccionarios.

El Órgano Electoral Plurinacional (OEP) es, por tanto, la institución del poder público llamada a garantizar el ejercicio de la denominada democracia intercultural, administrando y desarrollando con transparencia procesos electorales, justicia electoral, el registro cívico, el fortalecimiento democrático y la fiscalización a organizaciones políticas. Es decir, ese es el mandato del OEP que no sólo está escrito en la Constitución Política del Estado sino ratificado en la Ley 018 del Órgano Electoral Plurinacional y la Ley 026 del Régimen Electoral.

Pero más allá de estos nuevos mandatos de carácter jurídico, el OEP tiene un único mandato histórico. No de ahora, de siempre. La garantía del ejercicio democrático, hoy con su propio apellido, la interculturalidad. A partir de ello, vendrán por añadidura su fortalecimiento, preservación y profundización. El OEP es la joya de la corona.  Esa pieza única del Estado,cuyo valor es precioso debido a que sus acciones y decisiones afectan la garantía del ejercicio democrático que, en buenas cuentas, es la existencia misma de la democracia, traducida en la nueva convivencia social que abarca y permea a otros ámbitos del Estado.

Desde hace tiempo, el Órgano Electoral está en el ojo de la tormenta. No sólo por las decisiones de la Sala Plena del Tribunal Supremo Electoral (TSE), sino fundamentalmente por las actuaciones de sus miembros, en una suerte de tirantez permanente de intereses individuales que terminan, inevitablemente, empañando la imagen del todo y, por consecuencia, errando las determinaciones institucionales y la gestión.

Ya Andrés Gómez Vela, en una de sus recientes columnasreflejaba algunas de las posibles causas que afectan la creciente desconfianza sobre el TSE, muchas de ellas manifestadas por las organizaciones políticas de oposición y otras por un recuento detallado que hiciera El Deber, sobre los procesos ético o administrativos internos que pesan sobre algunos de los vocales, dejando atrás el tiempo de los “notables” o del “liderazgo personalizado” dentro de la máxima institución electoral del país.

El 8 de mayo de 2014 en la carta de renuncia al cargo de Jefa de la Sección de Comunicación e Información del Servicio Intercultural de Fortalecimiento Democrático, instancia operativa del Tribunal Supremo Electoral, dirigida a la hoy reelecta presidenta, Willma Velasco, manifesté algo sobre lo que me ratifico una vez más: “El Órgano Electoral Plurinacional es la casa de la democracia intercultural en construcción y está llamado a ser una entidad modélica, donde se promuevan -desde casa- derechos y principios éticos a la sociedad plural e intercultural boliviana: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), tekokavi (vida buena), ivimaraei (tierra sin mal) y qhapajñan (camino o vida noble). El Órgano Electoral Plurinacional debe “ser”, no parecer”.

Queda claro que el TSE en este proceso de transición histórica por el que atraviesan las principales instituciones del Estado se extravió y rezagó, tanto o igual que el Órgano Judicial y sus tribunales. Pues, no sólo que no asumió su rol de Poder del Estado, sino que todavía no ha tenido la capacidad de comprender, desde dentro, el verdadero sentido de la democracia. De esta nueva democracia. Sus miembros son responsables del actual difuso perfil institucional y siguen perdiendo su oportunidad histórica. No voy abundar sobre la observación a su transparencia e independencia. Ese trabajo lo están haciendo los políticos.

El TSE está en un momento neurálgico donde pondrá en juego su única capacidad técnica que todavía lo sostiene en pie. Los procesos electorales, lamentablemente, serán lo único que medirán la capacidad institucional del TSE. Vaya desafío, en medio de un umbral de dudas, a pesar de la ratificación de la directiva de la Sala Plena del TSE.
Pero más allá de la administración del proceso electoral nacional de octubre de 2014 y de las elecciones subnacionales de 2015, sus miembros tienen la enorme responsabilidad del “deber ser”, tomando conciencia que la institucionalidad del país trasciende con gestión. Quienes han sido ratificados para llevar adelante las riendas del TSE están en la obligación moral e histórica de cuidar la joya de la corona, no por un antojadizo entendimiento de la frase, sino por la democracia o, mejor dicho, democracias, en plural.
 
Sandra Mallo Barriga, es periodista independiente.