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La celebración de Halloween (All Hallows' Even, Víspera de Todos los Santos, según Wikipedia.org) es conocida también como “Noche de brujas” o “Día de las brujas” y se trata -en su génesis- de una fiesta de origen celta celebrada la noche del 31 de octubre en países anglosajones como Canadá, EEUU, Irlanda o Reino Unido, aunque tal práctica se ha extendido a muchas naciones del mundo, y la transculturización -derivada de la globalización- ha tenido mucho que ver para que ello pase.
Su origen se asocia a la conmemoración celta del Samhain. “Cuando tuvo lugar la ocupación romana de los dominios celtas la festividad fue asimilada por estos. Aunque ya se celebraban los últimos días de octubre y primeros de noviembre una festividad conocida como la «fiesta de la cosecha», en honor a Pomona (diosa de los árboles frutales), se mezclaron ambas tradiciones” (ibíd.) y con el tiempo terminó siendo la antesala de la festividad del Día de Todos los Santos. Y aunque pareciera un festejo secular, lo que se ignora es su alto contenido religioso.
Durante la fiesta de Halloween es muy frecuente escuchar la expresión “truco o trato” cuando los niños -mientras más terroríficamente disfrazados, mejor- piden dulces. Pero ¿qué hay en verdad detrás de esto?
Una Hermana en la fe cristiana me contó el fuerte trasfondo espiritual que se da, siendo que tal celebración en tiempos de los celtas “abría el velo que separaba el mundo humano del sobrenatural, y los espíritus, buenos y malos, vagaban por la Tierra”: Pensando que las almas de los muertos volvían a sus casas, las familias servían comida y bebidas para sus visitantes fantasmales esperando apaciguarlos y protegerse del mal.
Me dijo también que cuando los niños disfrazados de fantasmas o brujas van de casa en casa amenazando con una travesura si no reciben pastillas, lo que hacen es repetir ritos celtas de la fiesta ya mencionada.
“Al recibir el pago requerido en sus manos, bajo la amenaza de hacer travesuras de no recibirlo, los niños en realidad se exponen -en un plano simbólico totalmente incomprensible para ellos, así como para sus padres que alientan a tal juego, aparentemente inocente- a un intercambio entre el mundo visible y el invisible”.
Así, Halloween está asociado a prácticas sagradas atávicas encubiertas -asociadas a la oscuridad y el miedo- cuyo verdadero objetivo espiritual es el actuar con los muertos. Por esto, no es casualidad que la noche del 31 de octubre sectas paganas celebren ritos satánicos que afrentan a Dios…
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 25 de octubre de 2017
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