La extextilera Soligno tiene vida y guarda la historia fabril
Texto: Fátima López Burgos
Afirmar que la exfábrica Soligno tiene vida, no es una exageración, más de 60 extrabajadores, tras la quiebra de la empresa y quedar impagos por más de tres años, decidieron permanecer en el lugar para no perder sus derechos.
Fue así que el propietario, Domingo Soligno, con el propósito de honrar deudas, determinó entregar lotes a los trabajadores como parte de pago.
La exfábrica textil a pesar del cierre intempestivo y el desconsuelo de los trabajadores, es un ícono en la historia fabril de La Paz. El auge de esta fábrica textil se remonta a la década de los 30, su infraestructura se extiende desde la avenida Chacaltaya hasta la Avenida Periférica, el sólo paso por allá motiva a pensar que tiene vida propia.
Paulina, una mujer orureña que ha superado la barrera de los 60 y a pesar que no recuerda con precisión su edad, es capaz de recordar que el cierre de la fábrica amargó su existencia y la de sus compañeros. “Una linda fábrica, viera se trabajaba aquí una belleza: frazadas, mantas y mantillas de viaje para señoras”.
Esta extrabajadora de la sección peinado, tras la muerte de su esposo, también empleado fabril, le tocó la dura tarea de sacar adelante a sus cuatro hijos: tres mujeres y un varón. Cumplía con tesón el turno de la noche y durante el día ofrecía a los obreros variada comida nacional. Entre los platos de mayor demanda destacan la sajta de pollo, falso conejo y el tradicional guiso de fideo, delicias culinarias que eran preparadas con esmero y ofertados a los obreros a precios módicos.
Paulina, lleva al menos tres prendas gruesas para combatir el frío paceño, mientras observa la fábrica con sus lentes pequeños de gran aumento; recuerda con nostalgia la fuerza fabril de aquellos años, capaces de derrocar y cambiar gobiernos. Con el cierre de la fábrica su primera idea fue la de emigrar a Santa Cruz para reunirse con la familia, pero el destino quiso que permaneciera en La Paz.
Desde hace tres años ocupa el espacio físico asignado en la fábrica, sus hijos la visitan regularmente pero no viven con ella debido a que han formado nuevas familias. Paulina se siente segura viviendo en el corazón de la Soligno, la fábrica que la vio crecer y hacerse mujer y que con el paso de los años terminaron por dejarla sin recuerdos precisos sobre nombres, fechas y años.
Con orgullo cuenta que sus hijos son profesionales y que a pesar de la falta de fuentes de trabajo lograron un lugar privilegiado en lo que hacen."Me siento feliz de tener un techo y de haber sacado adelante a mis hijos", confiesa.
Recuerda con nostalgia los más de 40 años que trabajó en la Soligno, extraña el sonido peculiar de las máquinas, la maestranza lugar clave para resolver fallas en las máquinas y el bullicio de más de 2000 obreros que integraban las más de ocho secciones de trabajo, entre varones y mujeres, que trabajaban en tres turnos: mañana, tarde y noche.
Para Paulina la quiebra de la fábrica Soligno la provocó el contrabando y mientras pronuncia esa frase sus ojos cansados se llenan de lágrimas, que son detenidas con un largo suspiro, como si detuviera el tiempo.
Ella domina las secciones de la fábrica y con su manita frágil señala: “Aquí era hilandería, aquí telares, aquí acabados, maestranza y mantenimiento. Mientras hace este recuento exclama: “Era de lindo viera... vine jovencita de Oruro y aquí conocí a mi esposo, que murió en la fábrica”.
Paulina vive sola, nunca imaginó que su primer trabajo se convirtiera en su vivienda y parte de su vida. A pesar de su edad, le ataca la nostalgia de ver la fábrica loteada y llena de nuevas construcciones de ladrillo que empiezan a cambiar la fisonomía de esta enorme infraestructura donde algunos carteles y fotos de época, forman parte de su historia.
En uno de los pilares del área de producción se destaca la foto del líder de la Central Obrera Boliviana, Juan Lechín Oquendo, junto a él restos de periódico del 63 y un fixture con los partidos a disputarse entre las secciones.
Hoy la fábrica es un amplio estacionamiento para vehículos, administrado por los extrabajadores. Después de casi dos horas de recorrer las instalaciones con vidrios rotos y olvido, nos dirigimos a la puerta de salida, dejando atrás una valiosa historia de más de 50 años del movimiento fabril paceño.
La Paz, 12 noviembre 2012