“Aquí todo vale la fe” - una visita a las Alasitas
Por encima se ve una cantidad de coberturas azules de plástico. Parecen ser miles de puestos que se han instalado en Feria de las Alasitas en la ciudad de La Paz. Al bajar las escaleras que llevan a la feria, se siente el olor a carne asada y se escucha el sonido de música que sale de los innumerables puestos.
Artesanía, juegos y por supuesto, mucha comida. Desde un primer punto de vista parece ser una de cualquiera de las ferias que se conocen por toda Bolivia. Pero ésta es distinta. Aquí uno no gasta su dinero en cosas que realmente puede afrontar, sino en lo que desea para el futuro.
“A la gente le gusta comprar de todo”, dice Elisa Tahuiche, una de las vendedoras en la feria que empieza cada 24 de enero en la ciudad de La Paz. La paceña conoce bien los deseos de la gente. Está sentada en su puesto, rodeada de requisitos para la cocina. Elisa Tahuiche levanta un paquete de diferentes alimentos y enumera: “Azúcar, maíz, arvejas, lentejas, avena, arroz, fideos”. El paquete en su mano es tan chiquito que parece ser más para muñecos que para un ser humano.
“Las personas compran una casa pequeña, para que en realidad se haga una cosa grande”, dice la vendedora Tahuiche. “La gente compra los alimentos en miniatura, para que tenga todo el año y para que no les falte”, explica. Para los que quieren construirse una casa, Tahuiche ofrece carretillas, que vienen con ladrillos y cemento, pero todo en miniatura. Ella misma diseña las cosas y necesita todo el año para la preparación de la feria. “Aquí todo está hecho por mano”, destaca Tahuiche.
“Alasitas es Aymara y quiere decir compráme”, cuenta la paceña. La feria artesanal que se hace cada año en todos los departamentos de Bolivia tiene su origen en la cultura aymara. La persona más importante de toda la feria es, como puede ser de otro modo, una persona muy pequña. Lo llaman “el ekeko, quien es el dios de la abundancia”, explica Rosa Vitu, otra vendedora de la feria.
“El ekeko es un hombre pequeño con un gorrito que carga muchas cosas”, cuenta la vendedora que tiene 61 años. “Autos, casas, billetes, hasta libretas de profesional para los que quieren ser profesionales, todo lo que un ser humano quiere tener”, dice Vitu. A los que en la feria compran un auto en miniatura, los vendedores también les dan los documentos y les hacen firmar, como si fuera la compra de un auto de verdad.
Aunque ya hace más de 40 años que Rosa Vitu está vendiendo su artesanía en la feria, todavía pasa que los visitantes le piden cosas que ella no tiene: “Este año me han pedido un almacén de coca”, cuenta ella. “Pero sólo tengo carnicerías, ferreterías, librerías, pastelerías, panaderías y zapaterías” – por su puesto, todas en miniatura.
“Sea una cosa muy grande como una casa o algo muy pequeñito, aquí todo vale la fe”, dice Janet Pérez. Tiene 31 años y es una de los aproximadamente 5.000 artesanos que tienen su puesto en la feria. Pérez no sólo vende las miniaturas a los visitantes de la feria, también ha hecho sus propias experiencias con el ekeko, el dios de la abundancia:
“El año pasado mi esposo y yo estábamos pensando en comprarnos un auto”, cuenta Pérez. “Pero mi esposo no trabajaba y yo estaba con mi pequeña.” Entonces el esposo de Janet Pérez compró un auto chiquitito en las Alasitas. Este año, cuenta Pérez, su sueño se hizo realidad. “De alguna manera también hemos tenido solvencia mejor este año que el año pasado”, comenta la vendedora. Pérez está convencida: “Si tienes mucha fe, se te cumplen tus deseos. Es por eso que las cosas que se compran en la feria hay que guardarlas con mucho cariño y no botarlas o dárselas a los niños a jugar.”