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Fuente: Vandal
Microsoft, Nintendo of America y Sony Interactive Entertainment han firmado un documento conjunto ante la cámara de representantes de Estados Unidos que busca mostrar su descontento y más firme desaprobación ante los impuestos y aranceles con los que quiere gravar el presidente Donald Trump a las exportaciones, un hecho que podría aumentar el precio de las consolas hasta un 25% en los próximos años. Según los tres grandes fabricantes, dicho acto perjudicaría al desarrollo, al consumidor, a la industria entera del videojuego y al libre tránsito de bienes de consumo.
Se trata de un movimiento que viene de lejos. El presidente Trump propuso hace unos meses en la cámara de comercio una nueva batería de impuestos y tasas a los productos y bienes de consumo importados desde China, en lo que es un nuevo capítulo de su guerra fría contra China. Este asunto es más grave de lo que podríamos pensar, pues las nuevas medidas afectarían directamente a la consolas de videojuegos y otros bienes de consumo electrónicos, que verían como su precio final ascendería hasta el 25%. Esta tarifa, que se aplica a todos los productos que llegan a Estados Unidos desde China, sería una nueva medida de presión y podría acarrear importantes sacudidas en el bolsillo de los consumidores.
El documento de siete páginas, firmado y presentado el pasado 18 de junio, arranca expresando la disconformidad de Sony, Nintendo y Microsoft, con apoyo de la ESA (Entertainment Software Association), de las medidas propuestas por Trump y su gabinete. Abogan por la abolición y reducción de las mismas, pues podrían tener un impacto negativo en el precio de las consolas y la industria del videojuego de Estados Unidos, una de las más importantes y con mayor bonanza económica en nuestros días con más de 220.000 empleados directos y 43.000 millones de dólares en ingresos. ¿El motivo? El 96% de las consolas se fabrican en China, y el exiguo plazo que la administración estadounidense ha dado a los fabricantes para remodelar sus planes y sus líneas de manufacturación es insuficiente para cambiarlo todo de la noche a la mañana. Estos impuestos harían un daño irreparable al sector del videojuego, sobre todo teniendo en cuenta el lanzamiento de las próximas consolas en 2020.
"Las líneas de fabricación de consolas y componentes relacionados con las mismas se han desarrollado en China a lo largo de muchos años gracias a la inversión de nuestras empresas y socios colaboradores", explicaban las tres grandes empresas. "Un cambio brusco de la localización de las mismas hacia Estados Unidos o un nuevo país incrementaría los costes más allá de los efectos negativos de estas tarifas, obligándonos a vender y hacer nuestros productos a un margen mucho menor y en peores condiciones", explican los representantes de Microsoft, Sony y Nintendo en su documento.
“Estos impuestos irrumpirán con fuerza en nuestros negocios y añadirán costes significativos a las ventas de videojuegos, consolas y servicios, poniendo en duda la viabilidad de este segmento de la industria del entretenimiento", argumentan. "Un aumento del precio del 25% en una nueva consola o videojuego podría alejar nuestros productos de muchas familias norteamericanas que buscan una nueva consola de cara a la temporada navideña", añaden. "En particular, los impuestos sobre las consolas harán daño de forma directa a los consumidores, desarrolladores, tiendas y fabricantes. Pondrán en riesgo a miles de trabajos de gran calidad en la industria del videojuego estadounidense, damnificando para siempre la innovación", apuntan.
Microsoft, Sony y Nintendo citan la importancia de este último punto destacando la creación de productos innovadores en territorio estadounidense como Kinect, HoloLens, Xbox Adaptive Controller, Wii, PSVR, y el famoso chipset Cell de Sony, todos ellos usados en diferentes industrias y ámbitos alejados del videojuego, como la salud, el cine o la investigación científica. Con unos impuestos abusivos como los que defienden desde la bancada republicana, muchos de los sistemas con los que se entretienen los norteamericanos y los principales países del mundo civilizado no existirían o estarían al alcance de unos pocos.
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