Radicales mantienen viva la protesta social en Brasil
Los sectores más jóvenes de Brasil, principalmente los radicales, son quienes han mantenido vigentes las manifestaciones -que iniciaron en junio con multitudinarias marchas- en contra de un sistema político que muestra deficiencias.
El movimiento social ha aprovechado cada oportunidad noticiosa que ocurre en Brasil para protestar. Ayer, en la celebración del Día de Independencia, irrumpieron en el desfile militar de Río de Janeiro cientos de personas que fueron dispersadas con gases lacrimógenos, y una docena fue detenida, mientras que en Sao Paulo lanzaron piedras contra la sede de la Cámara Municipal y se enfrentaron a los policías.
En Brasilia cientos de manifestantes intentaron romper un cordón policial que protegía el estadio Mané Garrincha, dos horas antes del partido amistoso Brasil-Australia, y fueron dispersados por la policía con gases lacrimógenos.
Hubo manifestaciones en decenas de ciudades, pero sin grandes incidentes de violencia. Según los medios locales, la convocatoria (a través de las redes sociales) tuvo una participación de 17 mil personas.
Este sector de la sociedad, perteneciente a la clase media y sectores de la pobreza modera, ha actuado con violencia para hacerse oír, tras el letargo de un movimiento que mantiene las expectativas de lograr una reforma política, estima Nahem Reyes, profesor de la escuela de Estudios Internacional de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
También reportaron agresiones de las fuerzas de seguridad y los manifestantes contra los periodistas. La sociedad critica que la prensa no ha dado una cobertura justa a las protestas.
Un fotógrafo de Reuters resultó herido cuando intentaba escapar de uno de los perros que efectivos del Batallón de Chousaron usaron para dispersar a manifestantes en Brasilia. Varios periodistas fueron atacados con gas pimienta.
Periodistas de la TV Globo, en Río de Janeiro, fueron hostilizados, y uno abandonó el lugar en una patrulla, dijo DPA.
Limitaciones legales
Reyes explica que los sectores más adultos están claros en sus demandas y reivindicaciones, que por ahora postergaron dadas las limitaciones constitucionales que existen para su materialización.
Es por esto que la multitud que superó el millón de personas en las calles de las principales ciudades de Brasil, dos meses atrás, ya no es visible.
"La gran mayoría está esperando las elecciones presidenciales (octubre 2014) para que el nuevo jefe de Estado o si es reelecta (Dilma Rousseff), pongan en marcha las promesas realizadas, incluida la reforma parcial de la Carta Magna brasileña", acota el profesor.
Rousseff propuso un plebiscito cuando surgieron las exigencias sociales, y hace una semana el Partido de Trabajadores (PT, oficialista) presentó un proyecto en el que quería consultar a los brasileños sobre: la financiación de las campañas electorales, la realización conjunta de las elecciones presidenciales, parlamentarias y municipales y la posibilidad de que los ciudadanos recojan firmas para presentar ante el Congreso proyectos de ley por iniciativa popular.
Sin embargo, la legislación de Brasil estipula que las reformas electorales deben ser aprobadas un año antes de los comicios, y a menos de un mes de que se cumplan los lapsos resulta poco probable conseguirlo.
La mayoría del Congreso había descartado el proyecto y, a su vez, crearon una comisión para lograr una reforma política que entraría en vigor en las presidenciales de 2018.
"Más que los esporádicos hechos de violencia, lo importante a destacar es que la protesta está viva en diferentes puntos del país. Evidencian el gran malestar existente en la población, un foco de presión que pesa poderosamente sobre los políticos y la opinión pública brasileña, que por demás, no rechaza a éstos manifestantes", dice Reyes.
El experto advierte que es necesaria una reforma jurídica que tenga incidencia social en la salud y educación, puntos álgidos de los brasileños. (EL UNIVERSAL)
