Espectáculo
Emma Suárez y Adriana Ugarte protagonizan “Julieta”
“Almodóvar es insaciable, no da tregua”
Emma Suárez y Adriana Ugarte, retratadas esta semana en Madrid.


Viernes, 8 Abril, 2016 - 17:24

Uno de los milagros de Julietaes la trasmutación de dos actrices en un único personaje. El espectador disfruta —sufre— la historia sin que importe mucho cuál sea el rostro en pantalla de esa madre que edifica su vida en los cimientos de una ausencia, la de su hija.

Antes del rodaje, solo el ojo de Pedro Almodóvar pudo presagiar que Adriana Ugarte (Madrid, 1985) y Emma Suárez (Madrid, 1964) podrían crear esta simbiosis fílmica.

Ambas se sienten cómodas juntas, y así se sientan, codo con codo, una tarde de la pasada semana en la oficina de El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar, en Madrid.

Pregunta. ¿Cómo se logra algo así?

Adriana Ugarte. Cuando supimos que íbamos a interpretar al mismo personaje, hicimos caso del primer resorte que te salta: el de quedar a vernos, a hablar y a construirlo. Pero me di cuenta de que estábamos ante un gran genio, un director que iba a cocinar este gran plato a su ritmo y con su destreza. Y al final creo que es más mérito suyo que haya nacido la magia que compartimos.

P. Es un director famoso por conocer sus personajes al dedillo.

Emma Suárez. Tras ese primer impulso de búsqueda de lugares comunes dependíamos de Pedro. Y me parece muy valiente lo que ha hecho: ha logrado la unidad de Julieta. Nos llevó un día a caminar, porque es cierto que Julieta pasea su soledad… y sí quería una manera similar en nuestros movimientos. Creo, además, que la historia de Julieta es honda, y está por encima de la gestualidad.

P. ¿Se pasan más nervios cuando se espera a ser elegida o durante el rodaje?

A. U. En realidad, durante el rodaje. Pedro dice que es una película que si te vas al baño y te pierdes tres minutos, te faltarán cosas muy importantes. Lo mismo pasaba en el rodaje. Hubo superconcentración para no bajar la guardia, para no subir o bajar la intensidad. Yo no descansé.

E. S. Y el primero que no para es el mismo Pedro. El rodaje nos puso a todos a prueba, porque a mí me tocó incorporarme, tras la parte de Adriana, durante la ola de calor de Madrid en la casa de la calle de Fernando VI, con todo el calor de los cañones de luz, sin aire acondicionado por el ruido que provoca… Era un ambiente asfixiante y no solo en lo físico, sino por la energía concentrada de todo el equipo trabajando concentrado, el dramatismo de las secuencias que se contagiaba entre nosotros. Recuerdo un día en que iba por la calle pensando en esa atmósfera y farfullando: “Por favor, noooo…”. La turbiedad impregnaba todo. Hay que ser muy sólido para trabajar con Pedro.

P. ¿Qué cosas les dijo Pedro de Julieta y qué cosas han encontrado de esa mujer?

E. S. [Tras un silencio largo]. Cuando me llamó Pedro, estaba leyendo Escapada, de Alice Munro.

 Me acompañaba, lo recuerdo bien, durante el festival de San Sebastián, donde yo presentaba Murieron por encima de sus posibilidades, y me sorprendió esta casualidad.

Claro, cuando leí el guion pensaba: “¿De qué me suena lo del tren?”… Obvio, de los relatos. Le pedí referencias y me ayudó mucho leer El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, y De vidas ajenas, de Emmanuel Carrère, que es un escritor impresionante.

¡Cómo desentraña las emociones! Además revisé la filmografía de Pedro para recrearme en su universo femenino y buscar en sus mujeres elementos que llevaran a Julieta, para encontrar otros personajes solitarios, fragmentados.

Pedro también me empujó a revisar Las horas, de Stephen Daldry, porque las tres mujeres del filme están en Julieta. O Ascensor para el cadalso, por todos esos paseos de Jeanne Moreau, caminando con su soledad.

A. U. Moreau ha sido un referente fundamental. Esa película es de las que te deja sin oxígeno, te aprieta el pecho… En mi caso, me empezó a hablar y hubo un momento en que le dije: “Pedro, déjalo, no quiero verlas.

Prefiero que nos cojamos de la mano, que hagamos este viaje juntos y solos”. Fue un proceso precioso. Una bajada al infierno de un personaje que arranca con luz, en su descubrimiento del sexo, de la pasión, que viaja a otra zona, a otra cultura, que es madre y se hunde en un infierno que todos conocemos un poco… Pedro me dijo: “Hay una película alemana, Phoenix, en la que el estado de su protagonista, casi zombi, tiene mucho que ver con tu Julieta”.

No la vi, y lo curioso es que acabada mi parte, tres semanas después, fui al cine con mis padres a una sesión de Phoenix; la gocé, me la comí, soñé con ella… Y al día siguiente me desperté y pensé: “Seré imbécil. ¡Es el filme que me dijo Pedro!”. Me eché a reír.

E. S. ¿Te acuerdas que te dije que leyeras Escapada?

A. U. Y no te hice caso. Me pasa mucho esto: no me gusta leer referencias.

P. ¿Y no le da miedo ese salto al vacío?

A. U. Tengo esa cosa suicida de que sea la misma secuencia y el destino quienes digan lo que tienen que decir. Por encima de mi intuición y de si hay arte o no en ese momento está ese algo vivo y bruto.

E. S. Yo me fui por ejemplo a Galicia, para empaparme del paisaje, que cambia con un rayo de sol, que transmuta con las tormentas, los grises, la niebla, el poder del mar. Eso me ayudó muchísimo a entrar en el viaje de la composición del personaje.

P. ¿Pensaron en algún momento en que tendrían que estar a la altura de la otra?

E. S. Nunca me lo había planteado así.

A. U. Pensé que era una afortunada si mi otro yo era un pedazo de actriz como Emma Suárez. Si yo flojeaba, mi otro yo era magnífico. No vimos nada del trabajo de la otra porque estábamos con un director con el que no debes controlar nada. El conflicto estaba en alcanzar las expectativas de Pedro, de sus deseos.

E. S. Cuando trabajas con Pedro, tienes que tener claro una palabra: confianza.

A. U. ¡Y cómo te lleva Pedro!

E. S. Pedro es insaciable, no da tregua. Sabes que te pones en manos de alguien que te exigirá y exigirá. Recuerdo un día antes de comenzar el rodaje que le dije que una de las cosas que me apetecía trabajar con él era que no se iba a conformar. Eso para un actor es maravilloso. Es un desafío infinito. Y agotador.

A. U. Es un gran maestro. A mí me ha roto los esquemas. Es un exorcista del ego. Eso que escuchas por ahí de que nunca está contento…

E. S. Exacto, ¡pues qué bien!

A. U. ¿Por qué tengo que pensar que la primera oferta que le voy a hacer le va a dejar satisfecho? ¿Cómo soy yo de buena actriz como para creer que todo está hecho a la primera toma? Pues ni a la quinta… Él te enfrenta a tu ego y te enseña que hay otro mundo que explorar, que nadie es tan bueno como para satisfacer a todos los directores. Así que tocaba exprimirse.

P. En su Julieta siempre hay un vacío creado por las ausencias, incluso desde su inicio.

A. U. Acumula pérdidas, va cargando culpabilidades sobre a quién va abandonando.

E. S. La culpa… ¡Qué mala es la culpa! Algo tan español por judeocristiano. Paradójicamente, es una profesora de Filosofía Clásica. Ella lo dice en la película: “Te transmití la culpa. Has crecido con la culpa que quise ocultarte”.

P. ¿Reflexionaron mucho sobre la culpa?

A. U. Pedro tuvo el ojo de escoger a dos personas que estamos muy identificadas con la culpa.

E. S. Todos, el que más y el que menos, tenemos ese sentimiento. Hay que aprender a convivir con él, y a saber desprenderse de él.

 

(Fuente: El País)