Inolvidable “Bailarina” Aguilera dejó huella en Bolivia
El 18 de febrero de 1962, Municipal enfrentaba por Copa Libertadores de América a Santos de Brasil en el viejo estadio Hernando Siles. Aquel día estaban en las gradas 25 mil personas, no había campo para más. El último de los aficionados había ingresado más o menos a las 10.00; los que llegaron más tarde a Miraflores tuvieron que retornar a casa y seguir las incidencias del partido a través de la radio. Era la primera vez que los seguidores del fútbol y los que querían ver al colosal Pelé tuvieron que dormir, la noche previa, en las afueras del estadio.
Municipal alineó ese día a Soliz, Zenteno, Vargas, Di Lorenzo y Montes; Alcócer, Alberto Tórrez y Caínzo; Luis Aguilera, Julio Tórrez y Tony Aguirre. Al frente estaba la delantera de oro de los brasileños integrada por Mengalvio, Pagao, Pelé y Pepé.
Apenas se podía contener la respiración y la mirada de los aficionados parecía enfocar como linternas cada una de las jugadas. Corrían 17 minutos del primer tiempo, Municipal atacaba de sur a norte. El Pocho Caínzo entregó el balón a la “Bailarina” Aguilera, éste se fue pegado a la línea lateral junto a la tribuna de general, amagó entregar un pase y se quedó, amagó otro pase y volvió a detenerse. “Bien Bailarina”, le gritaba la tribuna y, de pronto vio en el área que le reclamaban el balón los dos Tórrez y Aguirre, lanzó el balón unos 30 metros, pero en lugar de cobrar efecto hacia el área, la redonda se fue al ángulo del arco, colgando al portero Laercio, a quien encontró descolocado. “Gol de Municipal”, grito Cucho y se quedó ronco; a don Chalo Suárez apenas se le escuchó el gol, porque la garganta le jugó una mala pasada. En la tribuna, donde no cabía nadie más, se pusieron de pie, se rodaron unos cuantos y alguien temió lo peor.
“Por culpa de la Bailarina”, grito uno, festejó el resto, apenas había algunos con magulladuras por la rodada. Qué importaba, ganaba Municipal el campeón boliviano con gol de Luis “La Bailarina” Aguilera.
Aquel día perdió Municipal 4-3, en un partidazo. Aquel día bailó Aguilera un par de veces más a Lima, hasta que éste le puso la marca de su botín en el muslo. El argentino Aguilera, peinado a la gomina y con bigotes bien cuidados, gustaba imitar al célebre Garrincha y en el fútbol boliviano era el mejor puntero derecho, con el perdón de Aramayo, Blacut y César Sánchez, los mejores de aquel momento.
A “la Bailarina” le gustaba jugar para la tribuna; sabía cuándo correr y cuándo esperar. En el momento en que el capitán Willy Camacho o Alberto Tórrez le lanzaban los pases estaba en el lugar preciso. Cuántas veces no le habrán dicho sus compañeros que baile menos y pase rápido, y cuántas otras se habrá hecho el sordo, porque jugaba para el espectáculo. Brilló en el mejor Municipal de todos los tiempos. La casaca guinda, el pantalón blanco y las medias grises le daban una pinta especial. “Este Municipal da miedo”, decían los jugadores rivales.
Así fue como un día se fue a un famoso club de Perú y luego retornó a Bolivia para dedicarse a ser árbitro de las ligas zonales.
“A mí, no me vas a tomar el pelo, muchachito, esa ha sido falta”, le escuché decir con la casaca negra de juez que llevaba cuidadosamente los fines de semana a los barrios para ganarse unos pesos.
Un día lo entrevisté en medio de su soledad y melancolía mirando en el retrovisor del tiempo. Le gustaba relatar sus jugadas, la tarde en que le hizo bailar al Negro Vargas o los partidos duros frente a Wilstermann, hasta sacarse chispas con Zabalaga.
“Nací por accidente en Argentina, soy boliviano porque aquí me quedo. El fútbol se ha vuelto feo, ya no hay espectáculo”, se quejó en una entrevista.
En los años posteriores vi que muchos querían imitarlo, pero era difícil bailar como él, la cintura a la izquierda y luego a la derecha, el pie derecho que acariciaba el balón y mostraba al rival, hasta que escapaba por la derecha o la izquierda.
Luis Aguilera regaló en los estadios del país jornadas imborrables de fútbol exquisito, brillante, punzante y se dio el lujo de hacerle un gol al Santos de Pelé. Nos dejó su sello y se fue, como se fue hace poco de la historia del fútbol, el gran Municipal.
Por: Ernesto Murillo Estrada