Cultura
Franz Tamayo en el teatro
Presentan versión ‘abigarrada’ y hermética del poeta
El dramaturgo, con chaqueta, en medio de su elenco: Toledo, Estellano, Rosado y Chipana © RC


Miércoles, 14 Octubre, 2015 - 20:40

-Rolando Carvajal [email protected]

El director teatral Percy Jiménez presentó el pasado viernes 9 de octubre su  “Tamayo”, obra estrenada hace cinco meses y que según su autor está dando la vuelta al país casi “a sala llena”. Fue en el teatro Nuna, que celebró con esta y otras exhibiciones teatrales dos años de continuidad en La Paz.

“Es cómo vemos a Tamayo… como un espectro”, dice Jiménez en torno a la figura de su último trabajo, quizá el mayor poeta y pensador boliviano pero también el más denso e incomprendido de ellos; y tal vez, asimismo, el mestizo más orgulloso,  de acuerdo con varios de sus biógrafos.

Se trata del tercer volumen de "Escenarios de reflexión. Apolíticas consideraciones sobre el nacionalismo”,  puesto en escena por la compañía “Textos que Migran”.

Propone reconstruir desde la perspectiva actual tres sucesos singulares: la guerra independentista con “Shakespeare de Charcas”  estrenada el 2012 e inspirada en Ricardo III de William Shakespeare; la revolución de 1952 con “Tamayo” y el regreso a la democracia en los años 80 con “Los B” (2011), basada en “Los Buddenbrook” de Thomas Mann. 

En un estudio reivindicatorio, “Franz Tamayo: Mito y tragedia” (2010), Alberto Bailey reclamó para el poeta, nacido de madre india y padre criollo,  una nueva valoración al considerarlo el más alto de  escritores bolivianos, hoy cubierto “por un velo de indiferencia o polémicos prejuicios”.

Jiménez por su parte presenta a un atribulado Tamayo un día de 1944 como presidente de la Asamblea Constituyente revolucionaria, abrumado en una danza de fantasmales y hieráticas facetas indígena, occidental y poética de su intelecto,  tras el asesinato de opositores al régimen nacionalista. 

Es una obra muy abigarrada, hermética en cierto punto –dice el dramaturgo (Oruro, 1969– donde se le plantea al público la contradicción ‘entro o no a esta cosa’. Por otro lado el trabajo ha sido lanzar al espectador un montón de puertas por donde poder ‘entrar’: la música, todo lo plástico, lo textual en términos también de lo poético. Esas puertas están constantemente abiertas, aunque la historia es muy compleja: es un sólo día que se cuenta todo el tiempo.

–La crítica, el balance a cinco meses...

 –No es que sea una narración lineal donde hay un principio y un final, una narración clásica, convencional. Creo que el publico accede a la obra desde lo sensitivo, lo sensible, reacciona mucho a estos cuerpos, tan extraños y puestos de distinta manera en el escenario porque hay tres planos de actuación: uno es escenificado por Miguel Angel Estellano, muy realista, de manera casi cinematográfica; otro es muy teatral en todo el sentido de la palabra, con Mauricio Toledo y Fredy Chipana, donde, digamos, uno es el político y otro es el intelectual.

–Hay también un componente indígena…

–Todo el tiempo trabajamos en lo indígena, lo occidental acaso extrapolándolos Como Tamayo es tan contradictorio en ese sentido, mi decisión ha sido no hablar de eso, sino trabajar con ello. Por eso los actores tienen distintas procedencias, no solo en términos de origen, sino también de práctica teatral. No hay roles, creo que Tamayo lo construimos entre los cuatro, van rotando. Y Bernardo Rosado es como la parte casi operística de la obra. Lo llevamos hacia Adonais, un poema que escribe Tamayo a su hijo, una figura literaria que tiene mucha tradición. Shelley (poeta romántico  inglés) ya había escrito sobre Adonais y Tamayo retoma esta figura. Se la ponemos a Bernardo pero todo esto no esta dicho, ninguno de los personajes se autodenomina de alguna manera, no nos interesa fijarnos en un lugar, es una explosión de sentido constante.

¿Alguna alegoría al momento actual?

Tamayo esta visto desde hoy. Nuestro interés no es ir hacia Tamayo, sino es cómo vemos a Tamayo hoy. Tiene todo este contenido de contradicciones, entre gente que lo ama, que no cree en nada sobre él, que adora su poesía, gente que la odia. Es eso como lo vemos, como un espectro en realidad, Tamayo para nosotros es un espectro. La obra no intenta montar un Tamayo en los 40, sentadito. Más bien traerlo y mostrar esa anacronía de ese espectro.

¿Diferencias con Shakespeare de Charcas?

La trilogía tiene como una línea. Dentro de ella Shakespeare de Charcas tal vez es la menos elaborada. Es menos densa, pero en términos estéticos es la que menos sigue la línea que nos habíamos planteado, un poco por la idea de haberlo sacado de pronto a un teatro y no haber  conservado el ambiente anterior de El Sótano. Pero es un trabajo muy estético casi plástico y escultórico que viene desde ‘Los B’, donde los personajes no tienen casi movimiento, están sentados o se mueven cruzan de un sillón a otro. No es que haya una acción que se desarrolla. Y creo que con Tamayo es mas extremo todavía y peor con esta escenografía que se va moviendo y transformando constantemente.

¿Pocas exhibiciones, bastante éxito?

–Intentamos buscar espacios donde presentarnos extensamente. La primera  temporada presentamos diez funciones durante un mes y medio y se ha sostenido muy bien, hemos tenido sala llena casi en todo. En gira nacional. Hemos estado en Sucre, Santa Cruz, Cochabamba. Nos vamos ahora a Oruro, y el próximo año la idea es volver.

Por lo pronto, “Tamayo” ha resultado elegida Mejor Obra en el Premio Peter Travesí 2015. Jiménez tiene casi una veintena de producciones en su carrera. Estudió en la Escuela de Artes Dramáticas de Buenos Aires y fue  director artístico del teatro Espacio Callejón también en la capital argentina. De retorno a Bolivia, organizó el Festival Internacional de Teatro en el Bicentenario paceño que emplazó 34 obras en 12 espacios y fue becado con una residencia artística en el teatro de Oberhausen, Alemania.