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Las “bolas” o disparos con efecto son muy famosos en el béisbol porque controlar un objeto esférico con tamaño más reducido simplifica el proceso, pero aparecen en casi cualquier deporte que haga uso de pelota, como el fútbol. Un equipo de investigadores franceses ha estudiado detenidamente por qué ocurre.
En dicho deporte, conseguir un disparo con efecto es una habilidad invaluable en situaciones determinadas, como un disparo de falta. La bola suele comportarse de manera errática y al guardameta le resulta complicado predecir cuál va a ser la trayectoria exacta. No es, en absoluto, un fenómeno nuevo: en otros lugares aparece explicado como el efecto Magnus, que este vídeo explica de manera sencilla:
Parte del secreto es el giro de la pelota o, en concreto, la falta de este. Cuando, ya sea en béisbol, volleyball o fútbol, el deportista consigue disparar la pelota con muy poco a ningún giro es cuando la pelota parece moverse de manera impredecible. Se conoce también como folha seca (hoja seca, en disparos que suben hacia arriba para luego descender súbitamente de manera contraintuitiva) o bombo sem asa (paloma sin alas).
Según la ciencia
Un equipo de la Ecole Polytechnique de Francia lleva desde 2012 elaborando una serie de normas que predicen cómo se mueve la bola y hacia donde según el tamaño de la misma, el tipo de fluido (aire o agua) y las condiciones de la misma, en concreto las costuras y el material (acero, cristal o plástico).
Según sus conclusiones, todas las bolas sufrían algún tipo de efecto en ambos fluidos pero cuanto menos densas eran estas más pronunciado era el “efecto”. Dedujeron, además, otra particularidad interesante: en el fútbol, para ese tamaño de pelota y fluido (el aire), no debería producirse. ¿Por qué ocurre, entonces? Por esa falta de giro que mencionábamos antes.
Si la pelota no gira, mientras se desplaza por el aire hay una velocidad crítica en la que la fuerza que frena la bola (el rozamiento con el aire) desciende bruscamente. La asimetría brusca en las fuerzas crea lo que conocemos como “efecto” y resulta en el movimiento en zigzag. Los dos ingredientes, por tanto, parecen ser la falta de giro por un lado y golpear la pelota con la velocidad exacta (un poquito por debajo de la crítica).
El mismo equipo de científicos diseñó una máquina de disparar faltas para estudiar el peculiar disparo. En ese nuevo experimento, las conclusiones fueron similares: existe un “sweet spot” un punto exacto en la velocidad que produce ese movimiento de lado a lado. Apreciaron, también, que importa mucho la distancia. La trayectoria en zigzag típica ocurre con una longitud de 27 metros, bastante superior al disparo medio en el fútbol así que normalmente el efecto no acaba de “completarse” del todo.
¿Cuál es el secreto, entonces? Como en toda disciplina, la práctica hace maestros. Lo más acertado es intentar dar la pelota con el empeine procurando que tenga poco a ningún giro e intentar memorizar cuál es la fuerza, a velocidad, con la que ese efecto se produce. [Fuentes: EurekAlert, New Journal of Physics]
tomada de: Gizmodo
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